Capítulo 2 - El aura dorada [Parte 1 - Revisado]

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Amanecía una mañana más en la escuela de Murvi y como cada mañana desde hacía 15 años, el cielo cambió del negro absoluto de la noche a un color gris metálico y oxidado. Cabría esperar que a alguien le molestara ese tiempo de perros, pero era de lo más práctico, ya que la gente perdía el tiempo comentando acerca de si iba a hacer sol, a nevar o a diluviar... Haría lo de siempre: un frío de pelagatos, una humedad calahuesos y un día oscuro ideal para salir a pasear vampiros. Pero sin una gota de lluvia o viento. Aumentar la potencia de las murallas energéticas de Murvi tenía esa clase de ventajas.

Una alarma sonó en el dormitorio y todas las compuertas de las 100 cápsulas que estaban apiladas como nichos de cementerio de color blanco frigorífico, se abrieron automáticamente. Por las escaleras verticales que había entre cada par de cápsulas, empezaron a bajar adolescentes llenas de energía, mientras que las de las filas inferiores bajaban al suelo de un salto. Pronto la habitación se llenó de chicas vestidas con pijamas de los más peculiares: pollos, pandas, gatos, flamencos, zombies, etc. Aquello que podría haber parecido una comparsa de carnaval, era en realidad lo más top del momento. Los alumnos se volvían locos por conseguir el último modelo, único y exclusivo que marcara su estilo y personalidad.

—¡Oh, Nuada! ¡Me encanta tu nuevo pijama de suricata! No lo había visto nunca. ¿Cuándo salió? ¿Cuántos puntos VEL te ha costado? —dijo una de las adolescentes vestida de castor.

—Justo lo conseguí anoche en la partida de Balor. ¿No la viste?

—¡Yo sí! Estuvo genial. Qué lástima que te matarán en el último minuto, podrías haberte clasificado para cuartos —intervino una dragona.

—¡Ya te digo! Grité como una loca, pero bueno... Aún así quedé décima, me dieron 5000 VEL y una skin inédita para elegir.

—¡Qué pasada! Yo lo máximo que he conseguido en una sola partida son 1200 puntos y fue el año pasado. —Se unió a la conversación Superwoman.

Desde la cápsula de la esquina de la cuarta fila bajó somnolienta la última de las chicas, vestida con un pijama soso de color azul. Tenía una cara bonita, el pelo pelirrojo y desmarañado, labios gruesos y bien dibujados, un ojo azul y otro verde.

—¡Uuuuh! Qué energía por las mañanas, Sophia. ¿Qué te quedaste hasta las tantas pensando dónde poder ratear algún punto? —dijo Nuada.

Todas las chicas rieron.

Sophia se plantó delante de Nuada y la miró fijamente hasta que la risa se le difuminó y se convirtió en ridícula.

—¿Y a ti qué te pasa de buena mañana? —le provocó Nuada.

Sophia siguió andando hasta uno de los arcos magnéticos que había en la puerta del dormitorio. Se puso bajo él y pulsó una secuencia de botones que aparecieron flotando en el aire:

Uniforme > Mañana > Cuidadora de perros

En un parpadeo el arco dio una vuelta de 360 grados con Sophia en el centro y convirtió el pijama azul en un mono ceñido de piel verde. Otra vuelta y lo convirtió en un mono vaquero con tirantes, camiseta blanca, botas de montaña y una chaqueta bomber de color verde militar con una gran M en la espalda. En la tercera vuelta, se oyó una vibración que le desenredó el pelo en un par de segundos y acto seguido el soplador le moldeó la melena rojiza que ella misma se ató con un coletero verde que llevaba en la muñeca.

—¿Me está oyendo? —le volvió a insistir Nuada.

Sophia se giró hacia ella.

—Te oigo perfectamente y te ignoro al igual que hace Slaine. Ya deberías estar acostumbrada —le contestó.

«¡Uooooh!», «¡Aaaash!», «¡Ufff!» fueron algunos de los aspavientos que más se oyeron entre las chicas.

—¡Dímelo a la cara! —gritó Nuada y salió corriendo detrás de Sophia mientras las chicas ya reían a carcajadas.

—¡Ahí te ha dado! ¿Eh, Nuada? —dijo la castor.

Sophia salió corriendo por los pasillos del edificio dormitorio y Nuada iba corriendo detrás de ella todavía vestida de suricata. Los demás cadetes se reían y la señalaban. Nuada se paró en en seco y gritó:

—¡Ya te pillaré luego, ya! ¿Me oyes, Sophia?

Pero Sophia ya no la oyó. Bajó los 12 peldaños de la escalinata de la entrada de un salto y siguió corriendo campo a través por la tierra blanda, húmeda y llena de hongos, hasta llegar al barracón de las perreras donde la esperaba Chris.

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Foto de Casey Horner: https://unsplash.com/photos/265UjRsLgd8

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Sophia Plera - La cuna de los valientesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora