Capítulo 9 - El círculo de piedra [Parte 1]

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Sophia, Robel, Lilith y Mr Sky deshicieron el camino que hacía solo unos días atrás habían emprendido camino a las Montañas de Aguja. Mientras andaban Lilith le iba enseñando a Sophia hechizos de las primeras páginas de la Enciclopedia del Mundo Mágico: Cómo comer bayas rosas sin mancharse las manos ni clavarse una espina, Escritura en el aire con arena o Programar el despertador de las hadas encantadas. Aquellos hechizos los hacía hasta un niño mago de tres años, pero Sophia no lograba dominarlos.

Robel no participaba activamente en las lecciones, pero sí de manera pasiva, ya que parecía que todos los daños colaterales se centraban en él: una mata de zarzamora le había estado persiguiendo 50 metros y había acabado arañándole las piernas, por suerte Lilith le había curado rápidamente para evitar quejas mayores, hasta que le cayó encima una tormenta de arena del desierto y se pasó 10 minutos vomitando arena.

Como tenían tiempo para llegar a Murvi, cuando salió la luna llena decidieron hacer una parada para dormir un ciclo circadiano de 3 horas y descansar antes de seguir con la misión. Lilith que era tan dulce en persona, cuando dormía se parecía más a un troll porque arrugaba mucho la cara, en especial la nariz, se le caía la baba y roncaba como un jabalí. Sophia era sumamente silenciosa y se quedaba petrificada. Robel en cambio no pudo pegar ojo, ya que las hadas encantadas que había invocado Sophia, parecían haberse enamorado de Robel y no paraban de hablarle, lanzarle besos y tirarle del pelo para que se fijara en ellas y decidiera con cuál de ellas quería casarse, pero Robel no estaba para tales cosas.

*****

Sin embargo, Sophia no estaba realmente dormida. Aprovechó la ocasión para hacer un viaje astral y practicar un poco de magia por su cuenta. Se había dado cuenta de que, al igual que le pasaba cuando era cadete en Murvi, las cosas siempre le salían mejor cuando estaba a solas. Empezó a teletransportarse de aquí para allá sin que sus compañeros la vieran y efectivamente no se le daba nada mal. Probó distancias más largas y cuándo quiso darse cuenta estaba en la primera fila de árboles delante de las mismas puertas energéticas de Murvi. Sophia se quedó meditativa unos minutos y de repente desapareció.

Volvió a aparecer al lado de Nalla que se estaba enjabonando en la ducha. Sophia volvió a invocar el balatra rápidamente y volvió a desaparecer antes de que la chica se pudiera limpiar el jabón de los ojos. Esta vez Sophia apareció en el enorme hall de la Gran Biblioteca donde las luces permanecían encendidas tal y como las había dejado. Sophia dio un saltó de alegría y cerró el puño en señal de triunfo. Corrió por los pasillos arriba y abajo sin buscar nada en concreto. Hasta que de repente oyó un susurro:

—Aquí. —Sophia frenó en seco pensando que de nuevo iba a ser descubierta, pero no se oía ni una mosca. Miró a su alrededor y un fino libro de cubierta dorada llamó su atención—. Sí, ese —volvió a escuchar la voz.

Agarró el lomo del libro y estiró con delicadeza hasta que asomó lo suficiente y lo pudo apresar con sus dedos índice y pulgar levantarlo. Tan pronto como sobrepasó el estante, el libro cayó al suelo como si fuera una pesada piedra y el ruido resonó en toda la sala. Sophia se agachó para poder levantarlo, pero fue imposible. Sin embargo, pudo hojearlo con absoluta ligereza.

En la portada aparecían unas letras arcaicas y tan recargadas que a Sophia le costó descifrar: El círculo de piedra - Línea gratuita con el Universo. Abrió el libro y empezó a leer el texto manuscrito en lengua antigua y enrevesada, pero a pesar de no conocer muchas de aquellas palabras y de intentar montar frases con significado en su cabeza, pronto empezó a escuchar el mismo susurro que le interpretaba el mensaje de aquellas páginas:

—Existen 7 círculos de piedra en todo el planeta Tierra y se conocen por lo menos 3 en otros planetas, aunque es de sospechar que el número total sea mucho mayor. Este círculo sirve para hacer una petición directa al Universo creador de la materia y la energía. Como a todo buen artista, se le deberán dar instrucciones precisas de lo que se desea conseguir, pero se le permitirá un margen de maniobra en el tiempo de ejecución y las técnicas empleadas. Aunque los procesos que se experimenten puedan resultar rudos y poco convencionales, no se deberá desvanecer en la intención de la petición enviada, pues esa intención es la materia desde la que se nutre esta maquinaria. La inseguridad, la desconfianza, el abandono o el cambio de opinión podrían resultar peligrosos para el usuario de este servicio, ya que podría quedarse con todas las consecuencias de los procesos incompletos y el Universo se reservaría el derecho a querer entregar una obra defectuosa.

A continuación, Sophia leyó las instrucciones de cómo realizar la petición y un mapa de las estrellas en el que se indicaba donde encontrar el círculo de piedra más cercano. Además el mapa indicaba la fecha de ese mismo día, así que Sophia comprendió que él mismo se mantenía actualizado. Le habría gustado tener su vincomnis para hacerle una foto a las páginas, pero debería arrancar las páginas para llevárselas consigo, ya que levantar el libro iba a ser imposible.

—Ni se te ocurra... —dijo de nuevo un susurro.

—¿Quién eres? —dijo Sophia en voz baja, pero nadie le contesto. Aún así decidió hacerle caso a la voz y memorizar el mapa y las instrucciones. Deseaba quedarse leyendo más libros, pero decidió irse y encontrar ese círculo de piedra antes de volver con sus amigos. Así que tras varios saltos de teletransportes llegó de nuevo a la superficie y de allí siguió las indicaciones de las estrellas. Tantas prácticas que habían hecho en la escuela para guiarse durante el día gracias al Sol y ni una sola vez habían aprendido nada de las estrellas. Sophia no sabía distinguir una constelación de una bolsa de patatas fritas.

Lo intentó bastantes veces, pero acabó por irse bastante lejos y no encontrar nada salvo pueblos ruinosos, abandonados, destruidos y campos desolados. Volvió a bajar a la Gran Biblioteca y esta vez copió el mapa de estrellas en un dibujo en el aire de arena. Le tomó bastante tiempo, pero estaba orgullosa con el resultado. Puso una mano bajo del dibujo y otra por encima:

—** —dijo con voz enérgica y se teletransportó de vuelta con sus amigos. Se despertó con el dibujo delante de ella intacto —¡Sí! —gritó.

—¿DÓNDE HAS ESTADO? —gritó Robel y del susto que le dio a Sophia se le cayó todo el dibujo del mapa al suelo.

Sophia quería maldecirle, pero no le dio tiempo.

—Sophia, pensábamos que te había pasado algo —dijo Lilith con su dulce voz transformada por la tristeza—. Hace más de una hora que se llevaron a Kayle... Llevamos tres horas intentando despertarte. No les hemos podido seguir.

El sol se alzaba por encima de los árboles y Mr. Sky era al único que parecía sonreírle por estar de vuelta.

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Foto de K. Mitch Hodge

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Sophia Plera - La cuna de los valientesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora