Uno de tantos fondos.

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Pensé que mi vida llegaría a un estado de tranquilidad, una estabilidad constante que me permitiera gozar de lo poco y de lo mucho en conjunto. Cuando cierro los ojos en las noches de cansancio mi mente me tiende tretas y no permite que escape de mi la realidad sofocante, a la mañana siguiente la ducha del olvido me cubre junto con el agua fresca que cae como una lluvia mediocre. Solo. Estoy rodeado de paredes y de rayos de luz que escapan por las ventanas madrugadoras. El amor viene a verme a veces, tres veces por semana cuando la suerte me favorece y cada vez que se marcha, a su manera, la presa invisible que retiene mis preocupaciones desaparece. El barro oscuro intenta sujetar mis tobillos, pero ya no le facilito el trabajo, estoy convencido de no querer volver al fondo, no a ese fondo. Aquí abajo, donde circulan las conciencias embargadas por la necesidad y el hambre, también estoy yo desecho en dilemas. Mi brazo derecho sujeta la superficie de mis sueños y el izquierdo torpemente procura por que no sea mi ser el que termine fuera de órbita. Días calurosos y noches de brisas tormentosas. Cuando pienso en felicidad medio corazón desea una modesta vida de verde y colorido, un apacible destino rodeado por la ignorancia del exterior. Solo basta un arado y una cerca fuerte, solo basta el suelo donde pisar, solo falta el techo donde cubrirse, solo falta todo y a la vez nada, porque al menos tres veces por semana el amor viene a verme cuando la suerte me favorece.

Diálogos nocturnos que hago llamar poemas [Nuevos capítulos]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora