Capítulo 17

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Aquella era la pregunta que más temía en ese momento. Dijera lo que dijera lo cambiaría todo. No tenía una respuesta, mi cabeza estaba hecha un lío. Me quedé en completo silencio mirando a mis pies. Empecé a pensar en lo que provocaría cada una de las respuestas y me decanté por una.

- Thaiel, yo... Creo que las cosas no deberían cambiar - respiré hondo, aliviando un poco de tensión en mi cuerpo.

- Lo entiendo. Fui un tarado y te dejé escapar... Entonces, ¿amigos? - me hizo un gesto para que estrechara su mano.

- Los mejores - estreché su mano y nos sonreímos mutuamente.

Thai y yo nos quedamos charlando un rato como si no hubiera pasado nada. Es lo que me gustaba de él. Ocultaba siempre sus sentimientos para hacer reír a los demás y hacer creer que todo está bien, tal y como solía hacer yo. No parecía enfadado ni molesto conmigo. Por eso elegí que esta era la mejor opción. Thai era un chico leal a sus amigos y sabía que no se apartaría de mi lado. Así podría comprobar si lo mío con Nico tendría futuro. Nico había conseguido conquistarme en menos de una semana, había conseguido hacerme olvidar por qué me encontraba mal, había conseguido hacerme feliz en los momentos que lo necesitaba y eso es lo que más importa. Aunque me doliera, tenía que comprobar si la cosa acabaría bien, si sólo había sido un capricho pasajero o si de verdad la cosa iba a mayores. Esperaba no haberme equivocado y esperaba que Thaiel no me guardara rencor por ello.

- Bueno Nora, se ha hecho tarde y yo estoy agotado. Hora de descansar para la quedada de mañana - dijo Thai, aguantando un bostezo.

- ¡Es verdad! ¡Me había olvidado! - exclamé yo. Habíamos decidido hacer la quedada ese domingo porque el lunes era festivo y los domingos solían ser "el día del aburrimiento" por excelencia. "¿Qué mejor forma de pasar un domingo que echándote unas risas con tus youtubers favoritos?" pensé yo cuando propuse la idea unos días atrás.

- Qué raro en ti, Nora - dijo Thai con un toque irónico y una sonrisa en la cara.

- ¡Cállate! - le respondí, dándole un pequeño golpe en el hombro. Me encantaban esos momentos con él.

- Está bien, está bien, ya me voy... - dijo levantándose del colchón y dirigiéndose hacia la puerta que llevaba al pasillo - Duerme bien, mejor amiga - hizo un gesto de despedida con la mano. Le devolví el gesto y cerró la puerta.

Me tumbé en el colchón mirando hacia el techo. De él colgaba una bonita lámpara antigua que en ese momento estaba apagada. La habitación estaba iluminada por la lámpara de la mesilla del salón, del mismo estilo anticuado que la lámpara colgante. No daba una luz demasiado intensa y eso me gustaba. Cerré los ojos y me puse a pensar. ¿Estaba haciendo lo correcto? Mis "amigos" me solían juzgar por lo mucho que pensaba en mis acciones y sus consecuencias. "Deberías ser más espontánea, vivir más el presente y no pensar tanto en el futuro". Siempre la misma frase. ¿Y si tenían razón? ¿He hecho mal en elegir a Nico? ¿Debería haber elegido a Thai y haber disfrutado con él todo el tiempo que estaría en España sin importarme las consecuencias que aquello supondría por parte tanto de Nico como de las suscriptoras de Thai? Porque claro, Thaiel tiene una gran cantidad de suscriptoras locas por él. Se me lanzarían a la yugular en cuanto lo supieran. Todos los días recibiría un mensaje por Twitter o Facebook criticando mi cara, mi forma de ser o simplemente llamándome "puta" o "zorra". Eso quieras que no te hace polvo. No al instante, pero si a largo plazo. E intentas que paren haciéndote la fuerte, diciendo que no te afecta. Pero llega un momento en el que tanta gente te dice lo mismo que te planteas si dicen la verdad. Y esto lo sabía por experiencia. Porque sí, fui una de las innumerables víctimas del bullying. Por eso mi autoestima estaba por los suelos. Por eso mis amistades verdaderas eran escasas. Por eso mi vida se centraba en observar YouTube. "Nora, sabes que podes contar conmigo siempre. Para mi sos la persona más hermosa del mundo" mientras Thai me decía eso en una de nuestras múltiples llamadas de skype meses atrás a mi se me escapaban las lágrimas al recordar todo lo que me llegaban a decir.
- NICO, ¿DÓNDE CARAJO GUARDASTE LOS CEREALES?
- QUÉ SE YO BOLUDO, FUISTE TÚ EL ÚLTIMO EN COMERLOS.
- YO NO FUI GUACHO.
- PUES SE HABRÁN ACABADO, QUE SÉ YO. DEJAME LAVARME LOS DIENTES.
Me desperté por los gritos. No sabía cómo ni cuándo me había dormido.
- BUENOS DÍAS A VOSOTROS TAMBIÉN - les grité de forma sarcástica. No había mejor forma de despertar que escuchando los gritos de los dos argentinos que más quería en el mundo.

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