Capítulo dos

247 27 46
                                    

La casa de Oliver cada vez se hace más grande. O yo más pequeña.

No me queda del todo claro a qué se dedican sus padres -nunca he preguntado ni él me ha contado-, pero son gente de dinero. Él tiene la mejor ropa entre el resto de los que asistimos a la academia, la de mejor marca, la más cómoda y de buen material. Imagino que en su universidad debe ser igual, del grupo de los niños ricos. Aunque eso no lo sé, Oliver nunca menciona a ningún compañero de clases, al inicio creí que se debía a que era su primer ciclo universitario, pero ahora, a punto de iniciar el segundo, se me hace raro que no me comente sobre ningún amigo.

¡Yo amo a mis amigos!

Bueno, tampoco le hablo a Oliver de ellos. Ni ellos saben que existe un tal Oliver con el que me beso ocasionalmente. Adam y Ken no me dejarían en paz hasta "aprobarlo" y si no les cae bien, pobre de Oliver. A Betsy no me atrevo a contarle nada porque no es una relación seria. Dudo que algún día vaya a serlo, Oliver está ocupado en sus propios asuntos y yo en los míos.

La puerta principal se abre mostrándome al dueño de mis recientes pensamientos.

—Te vi desde mi ventana y no sabía por qué no tocabas el timbre. Tenemos media hora antes de ir al estudio. ¿Quieres que hagamos algo?

—Hola, Harriet. Hola, Oliver. Sí, estoy feliz de verte, adelante, toma asiento. Mi casa es tu casa, puedes meterte a la piscina, es toda tuya —me burlo de su inhospitalidad.

—No tengo, piscina, E.T. —Acaricia mi cabello, como si fuese un cachorro y me invita a pasar—, lamento decepcionarte, pero podemos ir al patio, quiero que bailemos algo juntos. Espero que no se te hayan subido los humos por haber sido elegida para la sub-18, y me concedas un humilde baile.

—Tendrás que ser más convincente para que quiera concederte un baile. No cualquiera puede seguir mi ritmo.

Asiente con la boca abierta y me lleva con él al patio de su casa. Ahí está su celular sobre una mesa de vidrio pequeña y un par de macetas.

—Lo que me contaste sobre tu abuelo me hizo pensar en los míos, en que ni mis padres ni yo los visitamos. No sé si es porque mis papás trabajan o porque los abuelos no nos invitan. Todo es complicado —dice en un suspiro. Cuando sus ojos se encuentran con los míos, sonríe—. Pienso que el señor Harold se merece un gran espectáculo de baladas románticas, tendrá una inigualable vista desde allá arriba.

Ambos alzamos la mirada al cielo.

—A ver si sabes que canción elegí.

Suena una dulce melodía que no reconozco al inicio.

—Por favor, no Perfect de Ed Sheeran —exclamo conteniendo una risa.

—Duele un poco que creas que mi conocimiento de canciones romanticonas se reduce a Ed Sheeran. Y por si no sabías, Perfect es un temazo. Es más, había pensado en dedicártela. Well, I found a girl, beautiful and sweet —canta. ¿Mencioné que Oliver también sabe cantar? Porque lo hace increíblemente bien, cuando yo lo intento salen gallos insoportables. Me da un beso y con sus labios aún sobre los míos, sonríe—. ¿Cómo no conoces I Want to know what love is de Foreigner? Espera, está por caerse tu collar, ¿por qué no lo usas?

Su mano va hacia mi bolsillo y queda maravillado ante él.

—Es casi tan precioso como la dueña —susurra, y me hace dar media vuelta para asegurar el collar. No es necesario que levante mi cabello, pues lo tengo atado, pero no evita el contacto de sus manos con la parte superior de mi espalda, erizándome la piel. Oliver, siendo ajeno a lo que causa en mí, me pone frente a él de nuevo y une nuestras manos—. Bailemos de una vez.

ÁgataDonde viven las historias. Descúbrelo ahora