Capítulo catorce

78 14 116
                                    

Abro solo un ojo para asegurarme de que estoy a salvo.

—¿Quiénes son ellos? —exclama Raymond con la boca llena de un pedazo de sándwich. Imagino lo sorprendido que debe estar como para omitir por completo sus modales—. ¿Harriet? ¿Pero qué es esto?

Suspiro en medio de la voz angustiada de mi hermano y observo a William, quien se aferra a mi brazo como si su vida dependiera de ello, se aparta y me deja vía libre para correr hacia Ray. No recuerdo cuando fue la última vez que le demostré afecto, pero ahora lo abrazo por la cintura e inhalo profundamente. Huele a casa.

Cómo es de esperarse, está tal y como lo dejé hace meses, para él no ha pasado ni diez minutos desde que fue a comer algo y volvió. Duda antes de corresponder mi abrazo y me da una palmada en la espalda.

Pasada la conmoción, consigue hablar otra vez.

—Necesito una explicación. Hay tres desconocidos en el estudio del abuelo y yo... No lo entiendo. ¿Cómo aparecieron repentinamente? —Toma un poco de distancia entre ambos y me mira a los ojos, escudriñando cada rincón de ellos—. ¿Quién eres? Mejor dicho, ¿de qué año vienes? ¿Lograste viajar?

Le doy una ojeada a mi alrededor. El niño, Junior y Gina están parados en una esquina, observando la escena aún confusos por su reciente viaje en el tiempo. Will está de pie en el mismo punto en el que aparecimos. Tanto Junior como Will tienen en sus manos los tubos que intervienen la señal para hacernos indetectables para Wynt.

Mi hermano es un hombre listo. Ama estudiar porque le gusta esa sensación de sacar buenas notas y, sobre todo, de ser el mejor. Esa es su principal motivación: triunfar. El problema surge cuando no todo se te presenta como un regalo divino y alcanzar el éxito se vuelve más difícil de lo que cree.

—Sí, lo logré, pero... —Me quedo a mitad de la frase. ¿Qué tan seguro es contarle todo lo que pasé? ¿Siquiera me creería? —. Te extrañé.

Sin planearlo, mis ojos empiezan a lagrimear. Su ceño se frunce incluso más y tuerce los labios sin saber cómo reaccionar. Me limpio con la manga del overol (que aún es de Wynt) y sorbo por la nariz.

Ninguno sabe qué decir. Dios, lo único que había querido todo este tiempo era volver y ahora que lo consigo mi hermano me mira como a una desquiciada.

«No me ha visto en cinco minutos, yo no lo veo hace meses. Yo lo extrañaba, él a mí no. Es normal, Harriet, todo está bien».

—No me contaste que tenías un hermano tan guapo. ¿Cuántos años tiene? —Gina rompe el silencio y estira la mano frente a Raymond para saludarlo. Él la ve con desconfianza y le sonríe incómodo, sin corresponderle. Ella no se inmuta ante la indiferencia de Ray y se encoge de hombros—. Increíble, son igualitos.

—Buenos días, Raymond —toma la palabra Will. No sabría decir si Ray está a punto de desmayarse ante la cantidad de información sin contexto que está recibiendo o si simplemente le resulta increíble que una chica le haya dicho guapo, porque a estas alturas eso me sigue pareciendo inconcebible—. Soy William y creo que tenemos mucho de qué hablar. Te debo una explicación sobre todo esto —agrega, moviendo su dedo índice en un círculo que nos encierra a mí y mis otros tres compañeros de prisión. ¿Hay algún lugar privado?

Me cruzo de brazos y me muevo junto a Gina. Nos están excluyendo de su conversación de adultos como si no fuésemos parte importante del plan.

—Harriet. —Alzo la vista hacia Raymond—. Conversaré con tu amigo en tu habitación. Todos son tus amigos, ¿correcto? —cuestiona, antes de llevar a William a mi cuarto. Asiento con desgano. Confío en que Will le resuma la gravedad de la situación y el cómo cumpliré la misión del abuelo sin poner en peligro la vida del niño, Junior, Gina, William, la de nuestra familia, mis amigos y la de...

ÁgataDonde viven las historias. Descúbrelo ahora