Capítulo doce

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Toda decisión que tomas influye en tu futuro. Para bien o para mal.

Desde que tengo memoria, ese es un mantra. Sobre todo, uno de mi padre, lo ha repetido más veces de las que puedo contar. Nunca le había tomado importancia, hasta que hace un par de segundos comprobé que, literalmente, cada decisión influye.

Existen otras líneas temporales. Las posibilidades son infinitas. Will explica que cada decisión distinta es una nueva línea. Mientras yo estoy viendo como bebe lentamente de una botella de plástico, supongo que hay una línea temporal en la que el abuelo nunca me deja el collar y yo desconozco por completo la existencia de los laboratorios Wynt.

Sí, es perturbador saber que en este momento hay una Harriet en alguna otra parte del espacio-tiempo que sigue al lado de Oliver.

O no.

Si hago memoria, nuestro último encuentro no fue precisamente la muestra de verdadero amor. Más bien, discutimos y lo traté mal. Nunca le expresé lo mucho que lo quería, ojalá él lo sepa, porque si muere aquí, a manos de los trajeados, será mi culpa. Su corazón dejará de latir sin saber que el mío solo latía por él.

—William, ¿puedo ver a mi amigo?

Él despega la botella de sus labios y suspira.

—Te dije que aquí no secuestran gente —reafirma, como si lo que el presidente y Kara me mostraron no hubiese sido real.

Un grupo de jóvenes no muy mayores que yo pasa por nuestro lado. En medio de ellos reconozco a Jonah, el pesado del ascensor que intentó provocarnos a Gina y a mí, de quien Will nos "defendió".

Jonah hace contacto visual con ambos y nos saluda elevando una mano.

—Mi guardia favorito y su nuevo juguete.

Sus ojos exploran mi abdomen descubierto y suben por mi pecho hasta parar en mis ojos, no sé qué tan fuerte es mi mirada como para hacer que aparte la suya de inmediato.

—¿Prácticas individuales para una prisionera? Felicidades, chica. Puede que tengas un buen futuro después de todo. Esos de allá —se refiere al grupo que va con él y lo han dejado atrás—, futuros supervisores. Viajaremos en el tiempo pronto, por ahí me cojo a tu madre antes de que existas y termino siendo tu papá. No prometo nada.

—Jonah —musita Will, sostiene mi hombro, como temiendo que vaya a abalanzarme al imbécil frente a mí. Me contengo, la última vez que nos involucramos con Jonah las consecuencias no fueron favorecedoras. No necesito que castiguen a William y lo desaparezcan.

—¿Qué? No me digas que vas a protegerla. —Chasquea los dedos—. Pensándolo bien, no sé por qué me sorprendo. Tú eras igual a ella. La diferencia era que no te acostabas con tus guardias. Aunque ganas no te faltaron, maricón.

No sé quién da el primer golpe, parece que Will y yo nos ponemos de acuerdo para darle su merecido. Apenas Jonah termina de soltar la basura que tiene en el cerebro, jalo lo que puedo de su patilla. Mi padre me comentó que esa parte del pelo facial es especialmente dolorosa. Con lo que no contaba segundos antes de hacer eso, era que William no soportaría más insultos y estrella sus nudillos contra la mejilla derecha de chico con complejo de superioridad.

Jonah acaricia ambos lados de su cara y sus amigos parecen reaccionar y regresan. Antes de que nos alcancen Will me toma de la muñeca para irnos, pero me resisto y le sonrío a Jonah.

—Ni pienses en acusarnos. El presidente me tiene especial cariño, no te recomendaría mencionarle nuestros nombres. ¿Entendido? —Es mentira, pero él no tiene que saberlo—. Por cierto, soy Harriet Eli Richardson. Un placer. —Retrocedo y vuelvo corriendo con William, me espera en uno de los pasillos, sin poder creer mi arrebato de valentía. En realidad, es de estupidez—. Vayamos afuera, por favor. Necesito sentir esto ahora mismo. Creo que podría saltar de felicidad. ¿Nos viste? ¿¡Me viste!?

ÁgataDonde viven las historias. Descúbrelo ahora