Las flores frescas con el tallo recién cortado evidencian que hace poco alguien vino a verlo, dejando este presente. No me molesto en averiguar de quien se trata. Paso mis dedos por el nombre grabado en la lápida y se me escapa una sonrisa involuntaria cuando pienso en lo que inició hace seis años. Hoy parece un sueño y, aunque no he intentado contarlo, nadie me creería. Viajar en el tiempo no es posible y no hay pruebas al respecto. ¿Por qué demostraría lo contrario?
Es algo que he aprendido a guardar. Una habilidad que desde entonces he abandonado. Solo dos veces volví en el tiempo. La primera fue involuntaria y la segunda para visitar a una vieja amiga. De todas formas, aprendí a bailar sin viajar gracias al apoyo de mis chicos. Raymond y William han sido las personas más pacientes del mundo, sobre todo el pelirrojo. Cuando Raymond tuvo que regresar a la residencia universitaria y quedamos solos, supo ayudarme sin querer arrancarme la cabeza.
Will se ofreció a venir aquí, pero quiero tener este momento a solas con Harold, como cada año. Rezo un Padre Nuestro y le comento como me ha ido en los últimos doce meses. Le cuento que me ha ido bien con la academia de baile que abrí. Contacté a Pauline y ella se unió al proyecto. También, y con algo de vergüenza, como si el abuelo pudiese juzgarme, confieso que fui yo quien dio su brazo a torcer e invité a Betsy y Adam a la cafetería de Will (o de Ray, dependiendo... Quizá de ambos) para recuperar nuestra amistad o al menos aclarar lo que no pudimos en seis años. ¡Aceptaron!
Los veré la próxima semana, traerán a su hija recién nacida y Will prometió preparar un pan dulce exclusivamente para mis invitados. Raymond no está de acuerdo, sin embargo, casi nunca tiene tiempo de pasarse por el negocio en el que invirtió, así que deja que Will tome las decisiones y confía en él. Salvo por una vez en la que el pelirrojo creyó que era buena idea tratar de hacer galletas con mi cara y fue un desperdicio de suministros.
—Creo que no olvido nada... Ah, voy a dejar de instruir en la academia temporalmente. Me llamaron de un canal televisivo y harán un reality de baile, me quieren para guiar a los participantes. Hay mucho dinero de por medio, además hará que mi academia resalta entre las demás y el set de grabación no queda muy lejos de aquí. No tendré que dejar a Will, ni a Ken, ni a mis padres. Aunque creo que ellos ya se cansaron de verme, más ahora que Alex está en su etapa de adolescente insoportable. En fin... no debería contarte esto, pero Raymond y Ken terminaron. —Hay un silencio en el que simulo que está reaccionando a mi noticia. Necesito amigos vivos—. No sé cómo sean las cosas ahora, estaré ocupada así que espero que no afecte mi amistad con Ken.
—Te faltó decirle que fui un idiota por terminarle.
Me sobresalto y le dedico a Raymond una mirada furiosa.
—No deberías asustar a alguien en un cementerio —le llamo la atención golpeando su hombro y él rasca su barbilla—. Están lindas las flores. Cuando mamá venga dile que fueron de mi parte también.
—Tacaña. Lo haría, pero no son mías. Salí tarde del trabajo y pasé por casa antes. Papá me dijo que Alex tiene novia y ya te imaginarás como reaccionó mamá.
—De hecho, no. Nunca llevaste a nadie a casa y yo... bueno, técnicamente tampoco. Él es su primer hijo con suerte en el amor.
—Harriet la mártir. Te va bien con William, ¿correcto? —pregunta con interés—. Espera, no sé si quiero saber si les va mal. Si te ha hecho algo, adelante, dímelo. Si abarca temas sexuales y que les va mal en eso, mejor ahórratelo. No quiero imaginar a mi socio y cuñado desnudo.
—No lo hagas, por favor. ¿Podemos irnos? No creo que a Harold le interese esto.
Ray concuerda y le damos unos golpecitos a la lápida a modo de despedida y nos persignamos.
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Ágata
Teen Fiction¿Y si pudieras volver y arreglarlo todo? Harriet tiene solo diecisiete años cuando su abuelo fallece, dejándole un collar aparentemente común. Ella desconoce el poder del collar, no sabe que es capaz de cambiar su vida y la de todos sus seres querid...