Él cree en las sensaciones raras.
Ella en las personas tormenta.
......
Jasper Klein termina en Nashville, Tennessee, sin saber muy bien por qué. Lo poco que sabe es que su padre no puede seguir trabajando y que la casa de sus abuelos se ha puesto e...
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Hay una guitarra vieja en la esquina de mi habitación. Lo descubro porque, una manta blanca, la cual lo cubría, me recibía cada que entraba y salía del pórtico. Intenté ignorarlo varias veces, pero cada vez que abría los ojos estaba ahí: pidiéndome de una manera muy silenciosa, que satisficiera mi curiosidad y mirara que había.
Una guitarra.
Bajo las escaleras del pórtico, luego las de la casa. En la cocina, junto al periódico de ayer, se encuentra el abuelo. Me acerco hasta él, con la guitarra entre mis manos, y tomo asiento donde lo ha hecho papá esta mañana al desayunar. No le saludo, él sabe que he llegado aquí desde que bajé de mi habitación.
— ¿Puedo tomarla? —pregunto.
Se deshace del periódico con mala gana y de igual manera nos mira: a mí y al pedazo de madera vieja.
— ¿Para qué lo querrías?
Enarco una de mis cejas, intentando no parecer un burlista, pero ¿para qué más lo querría?
—Claro, claro —entiende que su pregunta es tonta— ¿La venderás? ¿Al menos sabes tocar?
—Aprendí un poco en la secundaria.
— ¿Se dignó tu padre a pagar unas clases?
Niego dos veces, luego, como si necesitara dejárselo claro, niego una vez más.
—Aprendí solo.
—Ya veo, no eres tan tonto.
¿Por qué las ofensas?
— ¿La puedo tomar, entonces?
—Aléjala de mi vista si es posible. Desaparécete junto a ella.
Mueve su mano pecosa, indicándome que ya es hora de que mi protagonismo en la cocina se acabe. Hago caso a ello, porque de otra manera, tendría que aguantarme su raro odio hacia todo el mundo, en especial a mí.
Salgo de la cocina e instantáneamente caigo en el porche de la casa. Papá regresa caminando del centro de la ciudad, se detiene en media acera y le propina una mueca de disgusto al gran letrero. Luego, cuando entiende que con ello no hace nada, termina de entrar a la casa y se sienta junto a mí. Ha adelgazado bastante, se le nota en la clavícula, el perfil del rostro y las muñecas de las manos, al igual que en el hombro huesudo que choca contra mí.
— ¿Qué tal tu día?
—Si entro al club de debate tendré puntos para la universidad.
— ¿Aun piensas tomarla? Mira que me serviría si te pones un año a trabajar.