Escuchar: Ropa de Bazar, Ed Maverick.
Comprendo cuando todos hablan sobre la vida y las montañas rusas. Cuando las usan en una sola frase para referirse a los altibajos de la vida de una manera cómica y a veces aterradora. ¿Qué sucedía si la montaña rusa de mi vida decidía descomponerse en el justo instante donde yo creía estar bien? Me entraba el pánico de tan solo pensarlo, me sentía ansioso y demasiado expuesto cuando, para cualquiera, la única respuesta para nada razonable era saltar.
Tal parecía todo mi camino se resumía a lo mismo, no importaba tomar atajos, quedarme regazado en los callejones de mi vida o decidir nunca avanzar; todos y cada uno de los momentos por los cuales respiraban me llevaban a los mismo: a saltar. Y no sabía si era aquello a lo que llamaban destino o simplemente era una mala pasada del universo.
—¿Papá?
Me detengo en medio del umbral de su habitación. Se mueve con rapidez, chocando contra cajas llenas de sus objetos personales y de fotografías que desde hace mucho tiempo han dejado de encontrarse en las paredes para convertirse en esos recuerdos que él ya no puede sostener en su memoria, porque duele menos verlos de frente que llevarlos dentro.
—Papá —insisto una vez más.
Se detiene, de espaldas a mí, chocando contra una de las esquinas de la cama.
—Te he escuchado, Jasper. —contesta— Pero se trata de que ahora mismo me encuentro ocupado.
Retrocedo, miedoso. A de ello, hay una vocecita dentro de mí, de entre los miles que me piden salir corriendo; que me hace persistir, me recuerda la valentía sobrevalorada y la fuerza que, si ahora mismo no aprovecho, se me escapará de las manos y será imposible volver a retenerla.
—La abuela Bruna ha dicho que el camión de mudanza llega hasta la tarde —le digo, intentando encontrar un espacio para mí.
Da media vuelta, su rostro está bañado en sudor, se limpia con su antebrazo. Es todo un desastre, no recuerdo muy bien la última vez en que papá combinó su ropa a la perfección, o la última vez en que compró crema para afeitar y se untó loción. Y no es que no lo haga, sino que ahora todo le parece una pérdida de tiempo por lo que lo hace mal.
—A pesar de ello voy atrasado.
—Puedo ayudarte.
Deja de mover una caja para mirarme. Analiza mi gesto, analiza mi abrigo azul, mis pantalones de chándal, los tenis mal sujetados y mi cabello que ha crecido. Busca algún indicio que le advierta de mí. Pero no encuentra ninguno. ¿Cómo le digo que soy experto escondiendo todo?
—¿Necesitas algo de mí?
—¿Recuerdas cuando dijiste que golpeara fuerte la puerta?
Su mirada sobre mí, abarco toda su atención.
ESTÁS LEYENDO
¿Quiénes somos de noche? ✅
Roman pour AdolescentsÉl cree en las sensaciones raras. Ella en las personas tormenta. ...... Jasper Klein termina en Nashville, Tennessee, sin saber muy bien por qué. Lo poco que sabe es que su padre no puede seguir trabajando y que la casa de sus abuelos se ha puesto e...