Él cree en las sensaciones raras.
Ella en las personas tormenta.
......
Jasper Klein termina en Nashville, Tennessee, sin saber muy bien por qué. Lo poco que sabe es que su padre no puede seguir trabajando y que la casa de sus abuelos se ha puesto e...
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Existen sensaciones raras.
Como despertar en medio de la noche y darte cuenta luego de esa desastrosa pesadilla que no estás solo. Como reír tanto que cuando te detienes tomas aire mientras miras alrededor pensando en lo irreal que se siente todo. Existen sensaciones raras: las despedidas, el estar tan cerca de una persona y sentirla abismalmente lejos; un viaje en medio de la madrugada y el reconocer a desconocidos que hacía unos minutos no existían para nosotros.
Para mí, hay una sensación rara que nunca podré quitarme de encima.
Un recuerdo paralizante que creí haber extirpado de mi mente pero que, con Erin en la azotea, ha regresado. Me miro, al igual como debió verse ella: corriendo detrás de una niña de mi edad, detrás de esa mariposa que parecía saberse de memoria el camino a la perdición. Me recuerdo deteniéndome frente a la puerta que ella ya había cruzado y luego tan solo escuchándola gritar.
Pero ese recuerdo lleno de traumas fue borrado por mi mente para evitar algo peor de lo que ya estoy viviendo, aun así, la sensación rara perduró, y tan solo pude darle una explicación cuando las piezas de un rompecabezas que no sabía estaba jugando, se unieron frente a mí y no pude evitar decir en voz alta que había ganado, que había resuelto todo el enigma que embargaba a mi vida.
Aun así, quedaba una parte del rompecabezas al cual no le encontraba sentido: el principio y el fin de todo. ¿A caso existía el hecho de que, donde todo comenzaba, todo terminaba? ¿A caso, ese inicio que Erin y yo no recordábamos muy bien, era nuestro final definitivo?
Y, para acabar, ¿era entonces en una tarde, en Queens, sin noche, sin costa y sin un beso que todo iba a terminar? ¿Dónde estaba nuestro escenario? ¿Dónde estaba el puente, la noche y esa pregunta tan jodida que nos hacía sumergirnos en existencialismo?
Existen sensaciones raras como la que experimentos ahora mismo, mientras corro por las calles de Nashville en medio de la noche, con el pecho ardiéndome como si ahí dentro hubiese fuego, y el equipaje rebotándome en la espalda. Sensaciones que debo canalizar porque mi centro de atención es la chica delgada que se tropieza frente su casa y, como siempre, se levanta, sacude su ropa y avanza.
—¡Erin!
—¡Vete, Jasper! ¡Te lo pido!
Las trece de horas quedan atrás en el justo instante que Erin levanta el rostro hasta mí y estira una de sus manos en señal para que me detenga. Lo hago. Porque ante mi confesión se han ido las fuerzas, las ganas de insistir y todo aquello que me sostenía a la tierra. Se me han deshecho las promesas como espuma del mar y he caído tanto que me siento mareado.
—Yo... yo no puedo hablarlo, ¿sí? Tan solo vete, Jasper.
Retrocedo. Ella me da la espalda y cruza el jardín con su equipaje rebotándole en la espalda. Llega al pórtico, mi mirada se desvía al segundo piso de su casa, las luces se encienden, sé lo que está por suceder. Cruzo el jardín y en el momento en que estoy por ayudar a Erin la puerta principal se abre, asustándola y aventándola contra el suelo. Me paralizo.