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Sebastián
Mi pequeña saltó a mis brazos y la cargué sonriente.
—¡Hola hija!
Ella se abrazó a mi cuerpo y la sostuve con un brazo mientras miraba a la Morena frente a mis ojos.
—Perdón la demora, tuve unos inconvenientes.
Ella asiente sonriendo.
—No hay problema.
La pequeña pidió bajarse y se acercó a su maestra, la chica se agachó a su altura y la abrazó.
—¡Adiós maestra!
—Chau pequeña, no vemos mañana.
Me despedí de ella y subí al auto.
—¡¿Quién quiere ir a almorzar a MCDONALD?!
—¡Yooo!
Nos detenemos en el McDonald y entramos para ubicarnos en una mesa cerca de la ventana.
Pido dos cajitas felices y un helado y comenzamos a comer.
—Papá...
—Dime, hija.
—¿Puedo ir a los juegos?
Asiento y la llevo de la mano hasta los juegos del restaurante de comida rápida.
Se sube a los toboganes y yo me encargo de que no se lastime ni nada.
Luego de media hora regresamos a casa, en mi entrada nos espera mi madre, Adela, ella me ayudo un poco con su crianza. Mi pequeña hija la abraza sonriente.
—¡Abuela!
Entramos a la casa mientras Isabella nos cuenta de su día a día, pero yo no paro de pensar en la Morena del colegio, a siempre vista parece una chica de dieciocho años, pero sé que debe tener un poco más para estar ahí.
Martina
Me doy una ducha y me envuelvo en una bata rosa, me cepillo el pelo mientras escucho música.
Una vez que termino me preparo un jugo de naranja con frutas mientras me siento en mi escritorio preparando la clase del día siguiente.
Pienso en el padre de la niña, no se ve que sea un mal hombre, supongo que su mujer debió estar ocupada como para no ir a buscar a la niña.
Me acuesto temprano luego de cenar algo ligero, mañana debo levantarme temprano.
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Justo cuando disfrutaba de dormir mi despertador sonó, 7:00 am.
Me levanto y voy directo al baño, cepillo mis dientes y el pelo, lo ato en una coleta alta.
Busco uno de mis vestidos color rosa palo, me coloco una chaqueta y tacones bajos, busco mi bolso con mis libros y bajo del apartamento.
Tomo el primer taxi y a las 8:00 estoy frente a la escuela, tiro el vaso de mi café y entro en la escuela, dejo mi firma para confirmar mi presencia y espero mis alumnos.
Isabella es la primera de la fila, su cabello está un poco desaliñado, me recuerda a cuando mi padre me peinaba el cabello cuando era pequeña.
Los dejo pasar y me siento en mi escritorio.
—Muy bien, hoy seguiremos con los números.
Todos sacan sus cuadernos y escuchan mi clase atentamente hasta el receso.
Salgo y me siento en uno de los bancos y sonrío al ver que Isa se sienta a mi lado.
—¿Quieres que peine tu cabello?
Sus ojitos me miran expectantes y luego asiente.
Cepillo su cabello y lo divido en dos, luego de unos minutos dos pequeños rodetes están adornando su cabello, busco en mi bolso dos moños y se los coloco en su peinado.
—Perfecta, ahora vamos adentro.
No sé por qué, pero esa niña se ha ganado mi cariño, no habla con nadie, no tienes amigos y solo puedo ofrecerle mi apoyo y algunas charlas durante el receso.
A la salida su padre está nuevamente, solo que esta vez a tiempo.
La pequeña esta sonriente y confía un poco en mí.
—Papá, papá.
—Dime Isa.
—¿Podemos invitar a la seño a tomar un helado?
Ambos abrimos los ojos grandemente, niego con mi cabeza, dándole a entender que no debe hacerlo por mí, pero para mi sorpresa sonríe y asiente.
—Puede venir a almorzar y luego tomaremos un helado ¿Que dices Isa?
La pequeña niña sonríe mientras asiente rápidamente, la miro y asiento no puedo negarme.
—Está bien.
Isabella me toma de la mano y me guía hasta el auto, mientras Sebastián habré la puerta de ambas.
El camino se hace algo incómodo, pero cuando llegamos al restaurante entablamos conversaciones.
—Gracias.
Miro a Sebastián sin entender, luego me aclara el por qué me agradece.
—Ella ha estado muy feliz desde que te conoció, no tiene muchos amigos y ya no sabía qué hacer.
—Está bien, ella es muy linda y muy dulce, creo que en parte disfruto hablar con ella.
Ambos soltamos una risita mientras miramos a la pequeña jugar.
—Yo...la crie solo, no sé si he hecho algo mal, pero no le gusta hablar con los niños de la escuela.
—yo no creo que sea ella el problema, la mayoría de los niños de ese colegio no aceptan a los nuevos.
Lo comprendo perfectamente, yo sufría bullying por mi delgadez en el colegio, me sentía culpable hasta que entendí que ellos tenían un problema conmigo, no yo con ellos.
Sebastián era padre soltero, o quizás estaba con alguien, pero no era con la madre de Isabella.
—Muchas gracias por invitar Señor Obando.
—No hay de qué señorita.
Salimos del lugar mientras la pequeña va delante saltando de un lado a otro.
—Te acercaré a tu casa, si así lo quieres.
Asiento y me subo nuevamente, me pide las indicaciones y lo guío hasta mi departamento.
Me bajo y el hace lo mismo.
Me acerco a despedirme, pienso que va a darme un apretón en la mano, pero deja un beso en mi mejilla.
—Nos vemos luego.

Dulce Amor_By:Bianca IbañesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora