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Martina
Aterrizamos cerca del amanecer, me dirán loca, pero estuve todo el viaje buscando la dirección de la casa de Isabella, iría a buscarlos y demostrarles que cumplí mi promesa de volver, pase lo que pase lo haría.
Miro a Camila suplicante y esta entiende, decide llevar mis cosas a mi departamento, mientras que yo llevo los regalos y a Bella conmigo.
Camino por la calles guiándome por el GPS, podría ser delito el hecho de buscar la dirección, pero tenía que verlos.
Cuando llego me encuentro frente a una gran casa, toco el timbre y una señora rubia, de unos 40 años o más me recibe.
—¿Se le ofrece algo?
—Si. Yo, soy la maestra de Isabella, necesito verla.
—Adelante.
Me guía hasta la cocina, donde la pequeña niña me mira con sus hermosos ojos azules, cuando me ve una sonrisa se forma en sus labios.
—¡Tini! Si volviste.
Dejo las cosas en el piso y la abrazo con fuerza.
—Te extrañe pequeña.
Estoy segura de que ambas estamos llorando.
Busco en mi bolso su regalo y se lo entrego, ella sonríe al ver el osito y lo sienta en una de las sillas.
Luego abro el pequeño bolsito en el cual está bella.
—Mira lo que encontré.
La pequeña se agacha y toma la pequeña perrita.
—¿Como se llama?
—Bella, puedes ir a visitarla cuando quieras.
Me doy cuenta que la señora me está mirando y me paro acomodándose la ropa.
—Siento venir tan temprano, quería darle una sorpresa.
—¿Tu nombre?
—Martina Stoessel, un gusto señora.....
—Adelaida, la abuela de la niña.
—oh, no tenía idea.
Guardo la perrita en el bolso y acaricio el cabello de la niña.
La puerta de una habitación se abre y mis ojos recaen sobre Sebastián, a su lado, una chica pelirroja lo acompaña, ambos vienen riendo.
No puedo evitar el dolor en el pecho al verlo, el también se sorprende al verme y se acerca con cuidado.
—¿Martina?
—La misma.
—¿Qué haces aquí?
—Quería que supieras, que cumplí mi promesa de volver, además te tengo un regalo.
No puedo reprocharle nada, solo nos habíamos dado un par de besos y yo me había ido por tres meses, sea lo que sea que tenga con esa mujer no era de mi incumbencia.
Le entrego el sobre con la cadena.
—Gracias.
—No hay de qué.
Me agacho junto a la pequeña y dejo un beso en su mejilla.
—Cuando tú quieras podrías visitarnos ¿está bien? Solo si tu padre te lo permite.
—¿Visitarnos?
—sí, a mí y a bella.
Le muestro la pequeña cachorrita y él sonríe.
—Por un momento pensé que habías secuestrado la chica de la película.
No puedo evitar sonreír por el hecho de que se acuerda.
—No me faltó mucho para hacerlo, debo irme.
Paso por su lado y la señora rubia me abre la puerta, me despido de todos, incluso de la pelirroja y vuelvo a mi apartamento.
Por más que me haga la fuerte no lo soy, por dentro mi corazón duele.
Sebastián
Despido la pelirroja, Ana, es una de mis compañeras de trabajo, estábamos recordando viejos tiempos hasta que vi a Martina, mi mente se nubló completamente, no pensé que volvería.
Observo la medalla y me la coloco, mi madre me mira fijamente y niega con la cabeza.
—Sígueme.
La sigo por el pasillo hasta el jardín.
—¿Y esa chica?
—Ana, mamá.
—No, la chica Bonita.
—oh, ella es la maestra de Isabella.
—No creo que solo sea eso.
—¿A qué te refieres?
—Créeme hijo, entre mujeres nos entendemos y esa chica estaba dolida.
—No creo, no tendría por qué.
—A veces me pregunto por qué eres tan cabeza dura.
—No somos más que unos conocidos.
—Que extraño, te trajo un regalo y todo ¿Que fue eso de la promesa?
Bajo mi cabeza, tiene razón, quizás esta dolida.
—Nos lo prometió a mí y a Isabella que volvería de su viaje luego de tres meses y si lo hizo.
—Y vino hasta aquí para mostrártelo, Isabella da mejores bienvenidas que tú, la pobre chica estaba cansada y ni agua le ofreciste.
—Pero mamá, yo.
—Mamá nada, deber ir y pedirle disculpas.
Lo pienso por un momento.
—Está bien
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Dulce Amor_By:Bianca Ibañes
RomanceMartina comenzó su carrera para maestra de primaria cuando tenía 17 años y ahora a sus 23 años ejerce como maestra en una escuela de la gran ciudad de Buenos Aires. a lo largo de su vida no había tenido más que dos novio, prefería concentrarse en su...