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Sebastián
Tienes cinco minutos
—Enserio lo lamento, no quise gritarte, te dije que tenía la cabeza caliente y a veces digo o hago cosas que no quiero.
—lo que me molesto fue que no confiaras en mí o siquiera me escucharas.
—lo sé, mi cabeza trabajo a mil por hora y en tan solo minutos imagine todo tipo de eventos, confío en ti, solo que me asusté.
—¿no crees que escucharme hubiese ahorrado todo esto?
—claro que lo creo, mi hija y mi madre no me estarían odiando, pero no es solo eso, es el miedo a perderte, no quiero hacerlo.
Me sentía vulnerable por primera vez, ahora entendía el sentimiento de tini cuando intentó explicarme las cosas, me había olvidado completamente de lo que vi, solo sabía que la necesitaba como el aire que respiro.
Martina
Escuchar las palabras de Sebastián me encogía el corazón, las lágrimas caían por mi mejilla, lo quería, claro que lo hacía, y llevaba con el mismo dolor en el pecho desde que me gritó.
Se acerca despacio y seca mis magias con cuidado.
—Es la segunda vez que te hago llorar
Noto como baja la cabeza apenado, no era la segunda, había perdido la cuenta de cuando he llorado en los últimos días.
Coloco mi mano sobre la suya y disfruto del contacto.
—Estaba esperando ansiosa por nuestra cita, Pepe barroso, un novio que tuve, ya sabes, esos en los que solo te das un beso y ya, se presentó en el colegio, se acercó a saludarme, cuando intente irme me pidió mi número de teléfono y me beso, intente alejarme, pero él lo hizo primero cuando te vio, yo, jamás engañaría a nadie.
Lo noto en su mirada que esta avergonzado, solo necesitaba un minuto para explicarle todo, pero el sandia decide no escucharme.
—se terminaron los cinco minutos Sebastián, es mejor que vallas con tu hija.
Sebastián
Sabia que si no hacía algo ahora la perdería para siempre.
—no me iré.
—Sebastián, te quiero, pero debes alejarte.
—Yo no te quiero.....
Veo como su mirada se vuelve triste, pero se mantiene firme.
—yo no te quiero, te amo Martina, más que a nadie en el mundo, bueno, Isabella te gana por un poquito.
Ambos reinos, Isabella es mi hija, pero tini se ha vuelto la persona más importante para mí.
—tu cursilería no funciona en estos momentos, Sebastián.
—sabes que si lo hace.
Bajo mis manos a su cintura y la pego a mi cuerpo, me agacho a su altura y susurro en su oído.
—te amo ¿y tú?
Noto como se le pone la piel de gallina pero no da brazo a torcer.
—en estos momentos te odio.
—sabes que no es así.
Me pongo detrás de su espalda y la abrazo, apoyo mi barbilla en su cabello y disfruto de su aroma dulce.
—extrañaba tu dulce esencia.
Mi idea no es seducirla, solo quiero que entienda que enserio la amo, en solo meses sabía que el sentimiento no se podía describir con un "te quiero"
Suspiro cuando no da rienda suelta, estaba esforzándome, entendería si me rechazara por no a verla buscado o no a ver pedido disculpas, pero yo había hecho ambas y más.
Aspiro por última vez disfrutando de la sensación y me separo.
—ten
En mi mano sostengo las llaves de mi auto.
—puedes volver, aún no es de noche y el camino es seguro.
Veo como me mira incrédula, no se lo esperaba, lo sé, pero no quería forzarla más.
Camino hasta la orilla de la playa y disfruto del agua en mis pies, hace tiempo que no venía, no me gustaba estar solo aquí y hace mucho tiempo que no venía con Isabella, tenía pensado cenar con Martina y disfrutar del mar, claro está que eso pasaría solo si me perdonaba.
Quien no haya pasado por esto no conocía este sentimiento, era un vacío y un dolor en el pecho que se hacía peor cada vez que perdía más las esperanzas, intentaba no quebrarme ahí,. Frente a ella, sabía que aún no se iba.
Martina
Miro al auto y luego a Sebastián, necesito pensar y decido alejarme un poco, me sorprendo al ver detrás de unos arbustos una cena para dos personas muy bien decorada, no había que pensar mucho para saber que era para ambos.
Mis flores favoritas, las fresias, se encontraban adornado todo el lugar, se lo había dicho los primeros días de conocernos, y al parecer aún se acordaba.
Me vuelvo despacio a donde está Sebastián y puedo reconocer su postura, siente el mismo dolor que yo.
Camino hasta que llego a su espalda y con cuidado apoyo mi mano sobre sus hombros, las bajo hasta entrelazarlas con las suyas y presiono mi mejilla en su gran espalda.
—¿Sigue en pie nuestra cita?
Juro que él estaba en otro mundo, porque se volvió en sí sorprendido.
—¿qué dijiste?
—que si sigue en pie nuestra cita de hace dos semanas.
—Si tienes hambre en la cabaña hay comida.
—lo digo enserio ¿aún quieres la cita conmigo?
—Era mi idea en un principio, supongo que la cena está fría y las velas apagadas, ya paso demasiado tiempo.
Volteo su cuerpo hasta ponerlo de frente y lo miro a los ojos.
—no miento, enserio ansiaba esa cita.
—dijiste que solo tenía cinco minutos.
—olvidemos nuestra conversación anterior.
—¿y lo que yo dije?
Me hago la que inocente, sé a qué se refiere.
—¿de qué hablas?
—Sabes perfectamente ¿sientes lo mismo?

Dulce Amor_By:Bianca IbañesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora