11

312 26 3
                                    

Martina
La tarde transcurre de lo más normal, o bueno, eso creía, hasta que mi ex "novio" si, solo nos dábamos algún que otro beso en nuestra adolescencia, pero las cosas no terminaron muy bien, pues el me engañó con alguien más.
A mí no me importo, para mí él no era nada, jamás me preguntaba cómo estaba, ni me decía buenos días, jamás me presentó a su familia y en la mínima ocasión buscaba una excusa para insultarme.
Intento evitarlo, pero se da cuenta de mi presencia y me persigue por el patio.
—Martina, tanto tiempo.
Me volteo frustrada y finjo una sonrisa.
—Si, Pepe, hola.
Intento irme pero al parecer no escaparé tan fácilmente.
—Oye, no te vayas ¿Como has estado?
—De maravilla.
Era verdad, la escuela me encantaba y Sebastián, bueno, el me gustaba más.
Observo la hora en mi celular, las 5:57, sebas llegaría en unos minutos.
—Escucha, debo irme.
—¿Puedes darme tu número? Hace tiempo no hablamos.
—no, es mejor así.
Camino a la salida y tira de mi muñeca, pero cuando voy a alejarlo pega sus labios a los míos.
Intento alejarlo, pero me sorprende cuando me suelta y mira a un punto fijo detrás de mi espalda, al voltear un Sebastián muy confundido conecta sus ojos con los míos y sale rápidamente de ahí.
Me vuelvo y le estampó una bofetada a Pepe Barroso.
—¿Quién te da el derecho de tocarme?—digo refiriéndome a su agarre—¿o de besarme? ¿Acaso no sabes respetar una mujer? Si dije no, es no, lárgate antes de que te deje sin hijos.
Lo veo irse y busco mi bolso mientras corro hasta el estacionamiento.
Para mi mala suerte Sebastián ya no está.
Me vuelvo a mi departamento y me encierro en mi habitación, pierdo la cuenta de las llamadas que le hago a Sebas, pero el simplemente las rechaza.
Decido ir a su casa nuevamente en un horario para nada normal y me paro frente a su puerta.
Una hora es lo que estoy esperando a que salga, pero no lo hace.
Así que tomando medidas drásticas subo por la única ventana abierta y cuando lo veo me acerco a donde está.
—Martina...
—Calla, no intentes que me valla.
—Si no sales pro esa puerta en este instante...
—¿Que harás?
—Llamar a la policía por allanamiento y acoso.
Me quedo helada en mi lugar y lo miro incrédula.
—Tu no harías eso.
—Si, claro que lo haría, vete antes de que me arrepienta, no lo empeores, tengo la cabeza caliente y no quiero decir algo de lo que pueda arrepentirme.
Me quedo parada, no me muevo, ni nada.
—¡Que te vayas!
Su grito me sobresalta y decido irme, ni siquiera lo miro o algo, entiendo que este enfadado, pero no fue mi culpa y no tiene por qué gritarme.

Dulce Amor_By:Bianca IbañesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora