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Sebastián
Isabella cruza unas cuantas palabras durante el viaje a la escuela, me fijo de reojo en Martina, está sola en los asientos del fondo, está ahí, pero sus pensamientos están altos perdidos.
Cuando se va a su departamento, puedo jurar que casi se cae a una acequia, con Isa pensábamos ir a cenar, pero puedo notar en mi pequeña que esta algo inquieta.
—¿Qué pasa?
—Tini estaba triste.
Niego con mi cabeza.
—sí, lo estaba, papá, no sabes nada de mujeres.
Me río junto a ella, pero quizás tenga razón, y Martina no estaba enojada, si no triste, después de todo, podría a verse aliado con Isabella para que se enojara conmigo.
—Deme una pizza y un pote de helado para llevar.
Miro a mi pequeña que me ve sin entender.
—iremos a visitar a alguien.
Media hora después la orden está lista, manejo hasta la dirección que me dio en su momento y subo hasta su piso.
Pulso el botón del timbre y ella habré la puerta.
—¿Qué haces aquí?
Levanto las bolsas con la comida y sonrío, detrás se muestra Isa.
—¡Hola!
Martina abre sus brazos y sujeta a la pequeña, pero a mí no me dice ni hola.
Entra con ella a la pequeña sala y la sienta en el sofá.
—Ten—le pasa el control de la tele —puedes ver películas.
La sigo a la cocina sin saber que hacer, el silencio es incómodo, el ambiente está tenso.
Noto la ligera capa de maquillaje sobre sus ojeras, sus ojos están un poco hinchados.
¿A llorado?
Me acerco despacio, pero ella se aleja, podría decir que con miedo, con mi pulgar acarició bajo sus ojos y la miro.
—¿Lloraste?
Ella niego y voltea su rostro.
—No me mientas.
Descanso mi mano sobre su mejilla, el tacto es agradable.
—Eso no tienes por qué saberlo.
Estoy seguro que acaba de decirme eso con respeto.
Me separo y abro la caja de pizza, me preocupa el helado, va a derretirse si no lo pongo en la nevera.
—¿Puedes guardar el helado?
Ella lo toma y lo mete en el frízer, luego busca unos platos y vasos y los ordena en la barra, pone el vaso plástico para Isabella en el medio
Mensaje entendido, no me quiere tener cerca.
Llamo a mi hija y la ayudo a sentarse, ella charla con tini, no me incluye mucho en la conversación, pero me basta con solo mirarla, amo a mi hija.
Noto que Tini casi no prueba bocado.
........
Sirvo el helado y le doy un vasito a Isa que corre nuevamente al sofá, Martina intenta hacer lo mismo pero la sujetó de la mano.
—¿Podemos hablar?
Ella duda pero al final asiente.
Se sienta nuevamente, se ve cansada.
—¿Estás enojada?
Ella niega, no me habla.
—Necesito saber que te sucede, no me gusta que estemos así.
—¿Así cómo?
—Distanciados, yo, me acostumbré a tu compañía.
Ella baja su cabeza, sé que está igual que yo.
—Estamos bien...
Eso no se lo cree ni ella
—¿Enserio? No hemos cruzado palabra.
—Solo estoy cansada.
Me siento frente a ella y me cruzo de brazos, no me iré hasta que me lo diga o bueno, hasta que me saque de aquí.
—Deja de mirarme, me molesta.
Bufo frustrado, mi paciencia no dura mucho en estas situaciones.
—Por favor, dime que te sucede....¿te incómodo el beso?
Ella se levanta y se planta frente a mí.
—Sabes que no, me molesta lo me dijiste.
—¿De qué hablas?
—Te refrescará la memoria
—¿Afecto? Me dejaste en claro que no era importante para ti, como para usar ese tono sarcástico conmigo.
Intento hablar pero me detiene con su mano.
—Te aseguro que me miraste con odio, aun así, cuando le pedí a Isa que se disculpara contigo, por qué eres su padre y solo eso importa.
Con que no estaba enfadada, claro, no lo está, es mucho peor, está que se la lleva el diablo.
—De acuerdo, tranquila, y aleja la mano del plato.
Ella mira su mano que está sujetando el plato, sé que un segundo más y me lo rompe en la cabeza.
—Lo siento.
—Gracias.
Me pasa por un lado y se sienta en un banco cerca de una habitación.
¿Y ahora qué?
Me siento a su lado, necesito saber por qué lloraba.
—¿Llorabas por eso?
Levanto su rostro y me mira.
—Si ¿contento?
—no, no lo estoy.
—¿Y por qué? Ya te conteste lo que querías.
—Por qué fue mi culpa.
Coloco una de mis manos sobre su muslo desnudo, estoy seguro que no se dio cuenta que esta con ropa corta, la verdad no me importa que este así, es su casa.
Trazo círculos con mi pulgar, baja su mano a la mía y hago que se entrelazan, sus manos están heladas.
—¿Tienes frío?
—No
Me levanto y busco ambos vasos de helado, le doy uno, lo recibe, pero no come.
Con la cuchara del mío la coloco en su nariz provocando que quede llena de helado.
Se sorprende y hace lo mismo, solo que en mi mejilla.
Logro que coma helado, mientras yo vigilo que mi pequeña esté bien, pero está metida en los dibujitos.
—Tienes algo en los labios.
Ella pasa su mano, pero niego.
—Es aquí.
Coloco mi mano en su mejilla, pero no saco los restos de helado, lo hago con mis labios, besándola como en la cabaña.
Mis manos acarician su espalda, no puedo separarme, es como una droga para mí.

Dulce Amor_By:Bianca IbañesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora