16. Perfectamente

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William

El guardia de la academia de los Hunter me dejó pasar sin problema alguno porque claramente me conocía. No tenía prisa en absoluto, pero pronto me vi caminando rápido hacia la habitación de Camille. De hecho, subí por las escaleras y no el elevador.

Una vez frente a su puerta, esperé un par de minutos para normalizar el estado de mi respiración y luego golpeé suavemente. Ella abrió de inmediato, lo cual me sorprendió porque pensé que estaría durmiendo.

—Dios mío, pasa —dijo.

Cuando entré, cerró inmediatamente la puerta y me miró esperando a que dijera algo.

—¿Qué pasó? ¿Te atraparon o vieron? —preguntó impaciente.

—No, nada de eso, por suerte. Alguien me ayudó.

—¿Daniel? —preguntó con una sonrisa.

—Daniel —afirmé.

Le conté de manera breve todo lo que había pasado allá arriba y no pude evitar reír debido a la cara que puso cuando se enteró de que Jasmine era la asignada de la que tanto habíamos hablado. Tampoco pude evitar darme cuenta de lo mucho que sonrió cuando le conté de Daniel, lo cual me parecía lindo. De alguna manera, me hacía feliz saber que ambos se aman más que a nada en el mundo. Ellos se merecen el uno al otro y no podría estar más feliz de ver a las dos personas que amo felices.

—Entonces, el asignado o asignada en este caso es Jas —dijo anonadada—. Es completamente extraño, ¿no crees?

—Lo es, pero sabemos que nada es al azar con los arcángeles.

—¿Crees que Jas lo conozca? —preguntó.

—De ser así, nos hubiese contado. Esto se trata de algo más grande que un ángel guardián. Estamos hablando del ángel de la muerte y de lo que sería capaz de hacer para recuperar a su hijo.

—Lo sé, pero ¿qué pasa si todo esto afecta a Jasmine?

—Si este ángel la ha cuidado, la cuidará siempre. Es nuestro deber y va mucho más allá que un simple compromiso, ¿entiendes?

—Creo que es mejor que lo hablemos con los chicos mañana y entonces decidiremos qué hacer. Además, Jasmine tiene derecho a saber la verdad.

—Por supuesto —dije dirigiéndome a la puerta.

Debía volver a casa porque ambos merecíamos descansar un poco y ya era bastante tarde.

—¿Te vas?

—¿Si? —respondí confundido.

—Quédate —pidió con voz suave—. Por favor, quédate. Nadie se enterará.

Mi corazón latió rápidamente ante su petición. Estaba mal, sabía que quedarme sería el peor castigo para mí porque es algo prohibido. Quedarme significaba darle el permiso a mi corazón para sentir todo lo que había retenido por tanto tiempo y no sabía si sería capaz de soportar las consecuencias de eso.

Después recordé las palabras de Daniel y cómo me golpearon como una masa de viento potente.

Me acerqué a ella y la observé detenidamente. Era la mujer más linda que había visto jamás y a quien amaba más que a nadie en este mundo. Amaba todo de ella, desde sus pequeñas manías hasta su cabello desordenado por las mañanas, la forma en que se enojaba cuando las cosas no le salían bien o su manera de expresar lo feliz que se siente a través de abrazos.

—Daniel me pidió que te dijera que te ama —dije.

—También lo amo —dijo sonriendo de medio lado.

Los Caídos #6 - Ángel de la muerteDonde viven las historias. Descúbrelo ahora