57. La maldición de un asignado

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Daniel

El momento de volver a bajar a la tierra había llegado, lo cual me ponía algo nervioso. Extrañaba mucho a todos, pero lo que se avecinaba me daba miedo. No quería dañar a Camille o nadie, pero sentía que esto de ser guardián sería más como una maldición en lugar de una bendición. De todos modos, debía cumplir con mi deber, especialmente si se trataba de alguien importante para mí.

Me demoré un poco en decidir si debía contarle a los demás o a mi propio asignado, ya que eso no es obligación. Sin embargo, sentía que era mi deber moral como ángel comunicarlo a las personas más cercanas a mí.

Will estaba esperándome en la tierra, de hecho, le pidió a los chicos que me esperaran junto a él para poder hablar con todos ellos. Aún no me acostumbraba del todo a tener mis alas de vuelta, pero eran de gran ayuda. De hecho, son las que te permiten subir y bajar desde el Reino Celestial a la Tierra.

A medida que bajaba, podía ver con mayor claridad las academias y a los chicos esperándome en el patio trasero de estas. Will, Adam, Jas, Cam, Blas, Cristal, Oliver, Kenneth e incluso Mia y Tristán estaban allí, lo cual me sorprendió bastante. En algún momento tendría el tiempo necesario para hacer las preguntas correspondientes. Por ahora, solo me preocupaba contarles respecto a mi nuevo asignado.

Cuando finalmente toqué tierra firme, mis alas desaparecieron de inmediato y suspiré profundamente. Había extrañado el aire de aquel lugar, la brisa y su aroma. Todo era tan diferente al Reino Celestial, pero aún así prefería este lugar. Ya era mi hogar.

Mis ojos se fueron directamente hacia Camille, ya que sonrió ligeramente al verme. No dudó en acercarse y abrazarme tan fuerte como pudo. Yo, por otro lado, la rodeé con mis brazos y le di un beso en su cabello.

—Te extrañé mucho —dijo.

—También yo —susurré.

Se separó de mí para que todos pudieran saludarme, pero solo se limitaron a sonreír y mover su mano de un lado a otro. En parte lo agradecía porque no estaba acostumbrado al afecto ni a que las personas se acerquen a mí, además, estaba bastante nervioso.

—¿Qué pasó? —preguntó Adam—. Will no quiso darnos ningún adelanto.

Los miré a cada uno de ellos hasta que mi mirada se cruzó con la de mi asignado. Ambos nos observamos por unos segundos y pude sentirlo. Sentí aquella conexión, aquella calidez, que no había sentido en años. Tuve la necesidad de correr hacia él y decirle que todo estaría bien, pero debía mantenerme sereno. De todos modos, aquella persona seguía siendo mi amigo y todos estos sentimientos me estaban exasperando.

—Como todos saben, volví a ser ángel —dijo y boté todo el aire que tenía dentro—. Los arcángeles me dieron una misión. En el pasado fui guardián y el día de hoy vuelvo a serlo.

Todos estaban en completo silencio, ya que era una gran sorpresa, especialmente porque fui un caído por cientos de años e hice cosas indeseables. Camille me miró con el ceño fruncido y dijo:

—¿De quién?

Estuve a punto de contestarle, pero alguien se adelantó. Dio un paso adelante y suspiró profundamente, ya que era probable que también estuviera nervioso.

—Soy yo, ¿verdad? —preguntó.

—Sí —dije y asentí—. Sí, Blas, eres tú.

—Es extraño, pero puedo sentirlo —dijo Blas.

—Bienvenido al mundo de los asignados —dijo Adam divertido.

Jas rio ligeramente, ya que ella también era una asignada. Los demás rieron ligeramente a excepción de Camille. Dudaba que estuviera enojada porque es algo que se escapa de nuestras manos, pero sí podía notar que estaba sorprendida y algo triste.

Los Caídos #6 - Ángel de la muerteDonde viven las historias. Descúbrelo ahora