—Hana, sé que es difícil digerir toda esta información pero a fin de cuentas puede que sea lo mejor. No es la primera vez que escuchas hablar de los trapos sucios de la empresa, ¿verdad? ¿Has recordado algo que me pueda servir? Necesito tu ayuda para detener a esa gente.
—¿Por qué me necesitas a mí? Si ya has descubierto tanto, ¿por qué no te encargas tú solo? — Espeté temerosa y reticente. De algún modo quería desentenderme de esta situación, mantenerme lo más alejada posible del peligro que suponía estar siquiera hablando de esto.
—Sé muchas cosas, Hana, pero no lo sé todo. Si les denunciara ahora solo tendría pruebas circunstanciales. Además, con todo el poder que tienen, ¿de verdad crees que no se saldrían con la suya? Necesito tu ayuda y la de tu novio. — Miró a Jungkook invitándole a entrar en la conversación, en la cual parecía estar absorto. Estuve a punto de matizar que no era mi novio, pero no quise desviarme del tema y a Jungkook no pareció importarle, sino que por el contrario reaccionó con total naturalidad.
—¿Por qué me necesitas a mí? ¿Y por qué necesitas a Hana? Ella no ha recordado nada en todo este tiempo ni creo que lo vaya a hacer solo porque tú se lo pidas.
—A ti te necesito porque tienes mucho poder, mucho más que ellos. Y no me refiero al poder económico, sino al poder social. Tienes millones de fans por todo el mundo, eres una persona influyente. Si siguiéramos adelante con esto, tú nos darías ese respaldo social. — Luego se dirigió a mí y yo tragué saliva. — Y tú, Hana... Tú descubriste algo muy importante antes del accidente, algo que sería más que suficiente para mandar a todos esos cerdos a la cárcel. ¿Por qué crees que se están esforzando tanto en silenciarte? Tienen miedo de ti y del poder potencial que tienes para acabar con sus miserables vidas. Por eso tienes que recordar, tienes que recordarlo sea como sea. O quizás buscar por algún lado cosas que hubieras escrito o papeles que hubieses guardado. Lo que sea, pero hazlo. Sólo tú tienes el poder para acabar con esa mafia encubierta.
Mi respiración se aceleraba con cada palabra que ese hombre soltaba por la boca y mi semblante cada vez que agriaba más. Nunca se me había dado bien trabajar bajo presión y ésta era mucha presión. ¿Que yo tenía capacidad para destapar una mafia? ¿Que me estaban intentando asesinar? ¡Esto no podía ser verdad! Hace un mes mi única preocupación era aprobar los exámenes finales y ahora mi vida había dado un vuelco irrevocable. Y lo peor de todo es que ese pasado siempre me había perseguido, y era ahora cuando me daba cuenta de ello. Creo que por esa razón nunca conseguí superar del todo lo que había pasado, por eso estaba intranquila, por eso tenía tantos ataques de ansiedad y tantas pesadillas... Mi subconsciente sabía que estaba en peligro y me lo intentaba hacer saber de múltiples maneras. ¿Y si parte de mis recuerdos los había silenciado a propósito?¿Y si tenía tanto miedo que no quería recordar?
Arrastré la silla hacia atrás y hui a toda prisa. No podía seguir lidiando con esa conversación, necesitaba que me diera el aire y, quizás, que alguien me apuntara con una pistola para demostrarme que todo esto era cierto.
—¡Hana, espera! — Jungkook salió corriendo de la cafetería y me alcanzó cuando ya había cruzado a la acera de enfrente.
—Por favor, no digas nada. No quiero hablar de esto ahora, no quiero, no quiero...—Me quejé al borde del sollozo y él se limitó a rodearme con sus brazos y acercarme a su cuerpo en un cálido y reconfortante abrazo. Sabía a ciencia cierta que esto no era fácil para ninguno de los dos. De hecho, si a mí me dijeran que era a él a quien estaban intentando matar... Dios, no sé ni qué haría. Le abracé más fuerte haciéndole sentir cuánto le necesitaba y él me apretó hasta que mi cuerpo dolía. Pero el dolor me pareció increíblemente reconfortante.
Después de aquello volvimos a su coche y en todo el trayecto no hicimos una sola mención a la conversación que acabábamos de tener con Park Shinhye. No fue hasta que llegamos a mi residencia cuando tocó sutilmente el tema.
—No quiero dejarte sola, ¿de verdad no quieres acompañarme al trabajo? Puedes quedarte en mi estudio o en la cafetería o incluso en el gimnasio...
—No quieren vernos juntos, que yo estuviera allí no les haría ninguna gracia. — Dije sin saber concretamente a quién me estaba refiriendo. — Estaré bien, las chicas me hacen compañía. No te preocupes.
—Vale. Llámame si me necesitas.
—Lo haré. — Fruncí los labios en una sonrisa y abrí la puerta del copiloto, pero luego me quedé parada y con la cabeza en una encrucijada. Él estaba a punto de preguntarme qué pasaba, pero entonces me giré y me incliné hacia él para darle un beso sobre la mejilla, cerca de la comisura de los labios. Él agrandó ligeramente sus ojos y me miró con incredulidad, para luego asomar una genuina sonrisa. — ¡Adiós!
Después salí casi corriendo de su coche y caminé hacia la entrada de la residencia con una sonrisa grande y tímida en la boca. Me dije a mí misma que había hecho aquello como muestra de agradecimiento por todo lo que estaba haciendo por mí, pero la realidad era que simplemente quería hacerlo.