[Jungkook's POV]
El recorrido hasta mi apartamiento se había dividido en dos diferenciados estados de ánimo. Los primeros diez minutos estuvieron marcados por un silencio aplastante en el que ni siquiera nos atrevíamos a dar respiraciones demasiado profundas. Los dos estábamos demasiado afectados por los acontecimientos anteriores y, creo, utilizábamos la velocidad en la carretera para aclarar nuestros pensamientos. En un segundo momento, volvimos a recuperar la conversación y ella me estuvo contando todo lo que había descubierto. Tenía los músculos en tensión del miedo que me suscitaba su relato, pero me calmaba saber que ahora estaba conmigo y que, mientras lo siguiera estando, estaría totalmente segura.
Una vez en el apartamento su verborrea aumentó de forma exponencial, llegando a hablar de forma acelerada y sin pausas, como si temiera lo que pudiera pasar si se quedaba callada. Yo intentaba ponerla atención, pero su cuerpo y mi propio torrente de emociones me distraían. En mi mente se seguían reproduciendo aquellas palabras, esos te quiero vehementes y sentidos. Honestamente no estaba seguro de que fuera a volver a escucharla decirme algo así, era más bien una esperanza sin fundamentos. Así que cuando me lo dijo me quedé atónito y mi mente voló a aquella primera vez que nos dijimos que nos queríamos y la vida pareció iluminarse en mis ojos.
—Kookie, ¿me estás escuchando? — Dijo de pronto y yo me di cuenta de lo absorto que me había quedado en mis propios pensamientos. Estábamos sentados en los altos taburetes de la isla de la cocina, acompañados por un par de copas de vino. Yo apenas había probado el mío y ella, aunque no soltaba la copa, tampoco había bebido mucho.
—Me gusta que me llames así. — Sonreí con ternura. Era la primera vez en mucho tiempo que me llamaba por ese diminutivo. Recuerdo perfectamente la primera vez que lo hizo. Nos habíamos conocido hacía poco y teníamos una relación relativamente buena, aunque yo no la consideraba más que una compañera de clase. Fue entonces cuando, saliendo del aula, me dijo "Kookie, no te olvides las partituras, el otro día te las dejaste sobre el piano" y, en ese instante, pensé en que quizás no era una simple compañera. Era mi amiga.
—Descubrí en el diario que te solía llamar así. — Explicó tímidamente. — ¿Tú cómo me llamabas? ¿Hana?
—Hana-ah. —Reí y ella abrió la boca son asombro como si lo acabara de recordar. — Pero no te gustaba. Lo hacía por molestarte.
—¡Ah, es verdad! ¡Jungkook-ah! — Replicó y los dos comenzamos a reírnos como si estuviéramos rememorando los piques que nos traíamos cuando nos llamábamos de esas formas. Probablemente fuera yo el único que lo recordaba, y ella simplemente se estaría imaginando cómo fueron esas situaciones.
Un momento después nos quedamos en silencio, un silencio en el que parecían hacer eco nuestras risas de hace unos segundos. En mi rostro aún se atisbaba una pequeña expresión de sonrisa pero ella estaba seria y, antes de que pudiera preocuparme por su cambio de actitud, se inclinó hacia mí para besarme. Respondí de forma inmediata, pues llevaba tiempo esperando que esto sucediera, y acuné su mejilla con mi mano derecha mientras que con la otra agarraba su cintura. Ella apoyó su mano en mi muslo para mantener la postura y a mí me recorrió una ola de calor por todo el cuerpo, haciéndome estremecer. Lo hizo de forma inocente, por supuesto, y quizás por eso me excitó tanto. Luego me bajé del taburete, en el que prácticamente solo estaba apoyado, y la llevé a ella conmigo.
Un minuto después estábamos en mi habitación y entorné la puerta con el pie sin dejar de besarla. Mientras recorría su cuerpo con mis manos pensé en lo mucho que había cambiado desde la última vez. Ahora era más madura, más firme, pero igual de suave y tierna. Los dos habíamos cambiado mucho desde aquella vez y me gustaba el hecho de que se sintiera todo tan diferente y parecido al mismo tiempo. Conduje mi mano derecha hasta su cuello y apreté ligeramente sin llegar a ahogarla, lo justo para que al besarla se olvidara de qué aire estaba respirando. En ese momento sus rodillas se aflojaron y yo la tuve que sujetar fuertemente de la cadera para mantenerla en el sitio. Estaba tan sensible y frágil que me apresuré en posarla sobre la cama, justo en el centro, y yo me superpuse a horcajadas de ella.
Dejé atrás sus labios, ya enrojecidos e hinchados, y comencé a dejar besos húmedos por su mandíbula, cuello y clavículas. Cuando su ropa empezó a ser un incordio, le quité la camiseta con su ayuda y volví a posar mis labios en la piel de sus pechos y de su estómago hasta llegar a la línea del pantalón. Mis dedos rozaron la zona por encima de la tela y ella dio un respingo, soltando un jadeo nervioso. Levanté la cabeza para mirarla con una sonrisa de excitación.
—No recordaba que fueras tan sensible. — Murmuré con un atisbo de diversión. Ella no tenía la misma expresión, simplemente soltó una risita y echó la cabeza hacia atrás.
Pocos minutos después estábamos los dos completamente desnudos y, mientras la besaba en un intento de tranquilizarla, su cuerpo temblaba y se estremecía debajo de mí.
—¿Estás bien? — La pregunté con una creciente preocupación mientras acariciaba su cabello. Sus piernas abiertas a ambos lados de mi cuerpo me hacían muy difícil contenerme. — No dejas de temblar... ¿tienes frío?
—No, no...—Balbució. — Es que... es mi primera vez... Por favor, hazlo con cuidado...
Ella hablaba con total consternación pero yo hundí la cabeza en su cuello y solté una carcajada.
—Hana, ¿de verdad que no lo recuerdas? — La miré con una sonrisa y ella frunció el ceño. — No eres virgen, Hana. Me ocupé de eso hace unos cuantos años. ¿Has estado todo este tiempo pensando que sí lo eras?
—¿Q-qué? —Balbució anonadada y yo volví a reír. Luego sonrió aun abrumada y me dio con el puño en el brazo. — ¿Cómo es posible? ¡Jungkook-ah!
Volví a reír pero esta vez fue ella quién me agarró de la nuca y me agachó hacia ella, devolviéndome un beso cargado de efusividad y erotismo.
(...)
Nos quedamos tendidos en la cama en esa postura por un buen rato. Yo tenía la cabeza apoyada sobre la almohada y ella la descansaba sobre mi pecho mientras yo acariciaba insistentemente su cabello sedoso. Manteníamos las piernas entrelazadas y nuestros cuerpos aun desnudos desprendían un calor suave y placentero. Las últimas sensaciones permanecían en nosotros todavía y el éxtasis parecía suficiente como para durar una vida entera.
—¿Tienes sed? — La pregunté en voz baja mientras pasaba los dedos por su cabello como un peine. Ella musitó contra la piel de mi pecho provocándome un escalofrío.
—No, ¿tú?
—Un poco. Es bueno beber después de... ya sabes. — Reí ligeramente. Ella levantó la cabeza y apoyó las manos en el colchón para incorporarse.
—Oh, no lo sabía. Iré a traerte un vaso de agua. — Intentó salir de la cama pero agarré su brazo antes de que fuera demasiado tarde.
—No, no. No importa. Vuelve aquí. — La empujé de nuevo hacia mi cuerpo y ella volvió a descansar su cabeza en mi pecho mientras dejaba escapar una risita burlona. La rodeé con el brazo y la apreté contra mí.
—¿Puedo preguntarte algo? — Dijo después de unos minutos. Yo asentí con los ojos cerrados, soltando un sonido de afirmación ronco y profundo. — Cuando te mudaste a Seúl después de audicionar, cuando aún estábamos juntos,... ¿Me echabas de menos?
Fruncí el entrecejo y apoyé mi mano sobre su cabeza. No estaba acostumbrado a que me hiciera preguntas como aquellas pero en el fondo me hacía feliz que quisiera saber más sobre nosotros.
—Claro que te echaba de menos. Estábamos siempre juntos y de un día para otro dejé de tenerte revoloteando a mi alrededor. — Soltamos una risita. — Incluso si no te hubiera querido, te habría echado de menos. Y te quería con locura.
Ella se apretó contra mí, estremecida. Y al cabo dijo:
—Pensaba que nunca nadie me había querido.
Al decir eso una parte de mí se rompió por completo. La apreciaba demasiado, la quería demasiado como para salir indemne de una declaración como esa. Y por supuesto me sentía culpable de no haber estado ahí para recordarla cuanto la quería en el momento en que más lo necesitaba. Lo que nos había pasado había sido tan injusto que me llenaba de furia.
—Arreglaremos todo esto... Lo del accidente, el espionaje, la prostitución, las drogas... Todo se arreglará. No permitiré que vuelvas a sufrir, te lo prometo Hana.
Ella hundió la nariz en mi pecho y dejó un beso suave para después volver a acomodarse en él y cerrar los ojos.