Capitulo 23

858 19 7
                                    

Después de irse todos a dormir, Harry se metió en la cama mucho más contento y con ganas de hablar con Sarah, para explicarla que estaba todo solucionado y que Cassie, como nuevamente la llamaba, no diría nada a nadie.

Pues ambos se querían, pero como amigos, hermanos o primos cercanos, nada más. Cerrando los ojos, ese día Harry soñó con su amada prohibida y su mundo idílico de Albion, habiendo conseguido lo que nadie y ningún Emrys antes que él, había logrado, dar paz y prosperidad a la raza mágica. Sin muggles, sin persecuciones y lo que más importaba, libres y felices.

Todo por supuesto era un sueño y como todo sueño solía hacer, terminaba. Gruñendo Harry se levantó temprano, gracias a un hechizo despertador que había encontrado en uno de los libros de su madre y fue a prepararse para el día duro que le quedaba por delante, comenzando el día con una ducha y vistiéndose para salir a hacer un poco de ejercicio afuera, en los terrenos del colegio.

El lunes amaneció con un sol que poco calentaba los terrenos del colegio, pero eso a Harry le daba igual, llevaba ropa para hacer deporte y su báculo atado en la espalda. Con un hechizo de calentamiento sobre él, salió a la fría mañana de Gales y se encaminó al trote hacia el campo de Quidditch, si bien tenía los fines de semana para hacer ejercicio, podría ir a correr un par de horas antes de que las clases comenzaran. Los hábitos que había recogido en el verano eran muy difíciles de perder, tanto es así que ya no le costaba nada levantarse más temprano en la mañana.

Corriendo por el campo de Quidditch se encontró con varios estudiantes que hacían lo mismo que él para entrenar en el Quidditch y recoger resistencia.

Lo que Harry no entendía era que tipo de resistencia debía coger una persona que se pasaba horas volando sobre una escoba de carreras.

Los alumnos que pudo reconocer eran del año de TIMOS en los que Harry se presentaba. Tales como: Cedric Digory de Hufflepuff, Oliver Wood de Gryffindor, Roger Davies, de Ravenclaw y Marcus Flint, entre otros.

Saludó a todos los jugadores que había y se encontraba mientras recorría el campo de Quidditch, parecía increíble que aquí a fuera no tuvieran problemas de Casas o algo por el estilo.

Pensando en sus propias cosas, no se dio cuenta cuando una mujer vestida de negro y con ropas ajustadas se puso al lado suyo y le habló claramente y suavemente.

- Vaya Harry, creía que no vendrías a correr por la mañana, te dije que lo dejaras para los fines de semana.

- Viejos hábitos Sarah... digo Maestra.- Dijo Harry con una sonrisa y dando otra vuelta al campo.

Sarah asintió con la cabeza y no pudo evitar estar de acuerdo con Harry en la cuestión de los viejos hábitos mañaneros, aunque le faltaban sus saludos privados, es decir, sus besos de la mañana, tarde y noche. Parecía un poco infantil a Sarah, pero no quería llevar de momento la relación física que tenían a un nivel más alto.

- Por cierto, hablaste con Cassiopeia.- Dijo Sarah más que preguntó. – Se acercó a mí el sábado, para hablar de cosas... de chicas por así decirlo. Casi no supe que decirle... no estoy acostumbrada a aconsejar a niñas de su edad.

- Normal, Maestra. Y sí, hable con ella. También me contó lo que le pasaba. Pude ser un poco más comprensivo con ella, pero creo que debería hablar con su madre sobre ello. Creo que el vínculo que pueden tener madre e hija al hablar sobre estas cosas es... fuerte.

- Sí, eso mismo le dije yo, pero no sé qué hará.

- Si es necesario, escribiré a Regulus para que concierten una cita en Hogsmeade.

- ¿Sabes que no pueden ir hasta tercero, verdad?

- Sí, pero eso es únicamente para los que respetan esa norma. Además estos casos suelen tener prioridad.

Harry Potter y el poder del conocimientoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora