Cuarto acto

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El trabajo de Namjoon en el restaurante es concentrarse en las necesidades y pedidos de todo aquel que lo solicite durante un horario establecido de 9 a.m. a 5 p.m., pero nunca ha sido una persona precisamente hábil en cuanto a organización se trata.

Namjoon da siempre lo mejor de sí y se esfuerza por mantenerse positivo a pesar de tener dificultades y, de vez en cuando, confundir las órdenes de las mesas. Aquella mañana le resultó específicamente difícil concentrarse en su trabajo, afortunadamente no confundió ninguna orden, pero no podía evitar mirar hacia la esquina izquierda norte, hacia el chico pelinegro comiendo con entusiasmo y con una expresión de profundo aburrimiento que reflejaba que no podía estar menos interesado en la conversación que mantenían los otros dos comensales en su mesa. El protagonista de su mañana pareció nunca darse cuenta que Namjoon miraba hacia allá para contemplar como la luz matutina lo cubría como si se tratara de una obra de arte renacentista.

Un panel de cristal en la ventana contigua al chico de esa mesa refleja varios arcoíris diminutos durante las primeras tres horas de trabajo. Namjoon piensa que el misterioso y pálido extraño en la mesa veintidós las luce con esplendor por más cansado y somnoliento que parezca.

—Hey, hey. —Dos chasquidos sonoros distraen al moreno cuando Jin lo ve tambaleándose con la charola de té de jazmín de la mesa doce—. Namjoon, te necesito aquí, hombre. —Seokjin da otro chasquido apuntando hacia el suelo bajo sus pies y frente a la nariz de Namjoon, quien parpadea y sorbe la nariz afirmando más el agarre a la charola plateada.

—Lo siento, hyung. —Suelta un suspiro y hace dos reverencias rápidas antes de girar ciento ochenta grados y apurarse a servir la orden de té de jazmín para la duodécima mesa.

*

Una vez el turno matutino llega a su fin, Namjoon sale por la puerta trasera de la cocina del restaurante, dejando atrás el estruendo de los platos siendo transportados, servidos y lavados. Las ollas y sartenes corren el mismo destino por la estufa y luego a la gran tarja metálica.

Cuando sale por la parte trasera, la pesada puerta se cierra a sus espaldas y el aire fresco de pasado el mediodía golpea su rostro cansado. Encuentra a Yoongi en la mesa redonda de plástico vidrioso en el área de descanso del personal del restaurante, desparramado en una de esas sillas de metal plegables e intentando amarrar correctamente un moño alrededor del cuello de su camisa medio abierta. Namjoon también se deja caer en una silla contigua lanzando el delantal hacia la silla frente a él.

—¿Te ayudo? —Namjoon recibe un gruñido afirmativo de parte de su hyung y se inclina para hacer el nudo de manera un poco desastrosa y torpe, pero bien hecho.

—Oye, ¿quieres ir a tomar algo en la noche? Seguro después de hoy Jin querrá ir a algún bar más hacia el centro —sugiere Yoongi jugueteando con el moño en su cuello.

—Sabes que no puedo... Sería maravilloso, pero debo cubrir el turno nocturno en la estación de gas. —El menor frota sus sienes con frustración.

—¿De verdad necesitas explotarte tanto? —Min entrecierra los ojos y el moreno bufa.

—No tengo otra opción, hyung. Mi hermana está muy mal y mis papás no son más que un obstáculo. —Rueda los ojos, exasperado—. Y no es por ofender ni nada, pero con las propinas aquí y mi pago mensual no es suficiente, la gasolinera tampoco deja mucho, pero no puedo darme el lujo de algo profesional. No terminé la escuela ni tengo preparación para algo que deje más... —Namjoon intenta explicar con toda la paciencia que le queda, pero los ojos le arden y se le humedecen de frustración, cansancio, estrés, falta de sueño y probablemente la ansiedad que lo lleva a arrancar con los dientes pequeños trozos de piel de las orillas de sus uñas.

Estrella Fugaz » pjm + knjDonde viven las historias. Descúbrelo ahora