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Trigésimo tercer acto

Todo estaba siendo realmente difícil de procesar, pero Jimin lo estaba intentando y todos podían notarlo. No había ninguna intención en presionarlo, pero les preocupaba. Querían que les hablara, así todo fuese balbuceos al principio y seguramente terminara llorando hasta dormirse, pero Namjoon había expresado que lo último que quería era que se sumiera tanto en sus pensamientos que ya no tuviese contacto con su alrededor.

Muchas veces en su vida, Jimin había creído tocar profundo, que ya nada podía empeorar porque ya estaba lo suficientemente hundido. ¿Cómo pudo equivocarse con eso también?

Luego de la visita de Eunji al hospital, Namjoon a duras penas había querido dejarlo solo, de no haber sido porque Jungkook y Hoseok llegaron con Tae al día siguiente el mesero ni siquiera hubiera ido a ver a su hermana cuando el doctor Wi lo llamó.

Habían hablado de todo, le dieron su tiempo, pero Jimin todavía no podía creerlo. Él llegó a sospechar que Chinsun trabajaba con gente igual de jodida que ella, pero el saber que era la cabeza de todo e incluso que estaba dispuesta a dejarlo por dinero le hacía estremecer.

Lo que más lo dejaba atónito... Aún era incapaz de poner en palabras lo que sentía sin sentir náuseas y su pecho desgarrarse, por lo que de nuevo lloró demasiado cuando con cautela y algo de temor Jungkookie le preguntó qué había sido lo peor que esa mujer había hecho.

Ninguno en verdad sabía que fueron años de torturarse y culparse una y otra vez de que su padre se hubiese marchado sin mirar atrás. Lo había creído y asumido al pie de la letra, sin dudar en un instante que todo eso no podía estar más alejado de la realidad.

Era como si todo el dolor sobre el que había estado parado y cubriendo con una capa inmensa de cera para amortiguarlo se hubiese derretido y evaporado en segundos; todas las veces que se cagó en su padre, todas las veces que habló de que se había marchado como un jodido cobarde dejándolo con la bruja de su madre y que lo había culpado hasta el cansancio por ello, incluso frente a sus amigos, frente a sí mismo en el espejo, odiando el pequeño ser miserable de su reflejo y preguntándose todos los días qué era lo que había mal en él para que su padre no lo quisiera... Todo ese odio se había escurrido entre sus manos y se había convertido en amargo duelo y dolor espinoso, en aún más rencor, más culpa, más preguntas.

Y lo peor, lo más asqueroso de todo era lo solo y lo inútil que se sentía, aún cuando Hoseok lo dejó quedarse en su casa todo el tiempo que necesitara porque regresar a la casa en la que su madre lo había quemado era demasiado para asimilar; aún cuando Jungkook y Taehyung lo visitaban casi todos los días para llevarle la comida o una película para distraerlo, incluso con los mensajes diarios sin respuestas de Namjoon dándole los buenos días y las buenas noches. Odiaba sentir que los molestaba con su miseria deplorable y su corazón roto.

Le habían repetido tantas veces que no era su culpa, que él estaba en su derecho de sentirse como se sentía y que para los que lo amaban jamás sería una carga, pero Jimin no podía sentirse diferente, ¿cómo podría? Si Namjoon lo visitaba aún cuando debería estar cumpliendo con sus labores y cuidando de su hermana, atento a ella en todo momento. Toda esa mierda lo superaba por mucho, y sus amigos lo sabían, su novio lo sabía.

No podía evitar sentirse estúpido cada vez que curaba sus piernas y se las envolvía con vendas, cada que se bañaba y al salir se sentía débil o que se ahogaba con el vapor, se sentía aún más estúpido cuando los ataques de pánico lo doblaban por la mitad sin razón aparente. Era consciente de que necesitaba más ayuda y necesitaba toda la atención que le daban sus amigos y su novio, pero a la vez no podía detener el sentirse indefenso y dependiente cada que la recibía, por lo que estaba en una lucha constante consigo mismo.

Una tarde, no mucho después de que se mudó con Hoseok, Namjoon lo llamó hecho un huracán porque su hermana por fin había despertado, Jimin sintió por fin algo de esperanza y un poco del peso en sus hombros disolverse. Quiso correr con todas sus fuerzas hasta el hospital y de regreso, y luego al teatro a besar a su novio hasta el cansancio y ser tan feliz como una vez lo fue ahí.