Quinto acto

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Donde dos almas
inocentes y perturbadas
se hallan enjauladas,
la salida
está junto al otro.





Ese día Namjoon sale temprano del turno en la gasolinera cuando generalmente saldría en la madrugada, la pipa de gas no ha llegado a tiempo y no hay servicio esa noche, con la poca propina que junta ese día cierra el lugar y corre hacia el teatro con la esperanza de llegar a tiempo para ver al ángel danzante. No va al área de los palcos esta vez, hoy tiene ganas de ver de cerca aquello que le hace suspirar con tranquilidad por las noches.

Se sienta en la segunda fila frente al escenario, siendo tan cauteloso y escurridizo como su metro ochenta de altura le permite. Reconoce la esbelta figura del ángel danzante vistiendo camisa blanca sin mangas con licras negras que le facilitan moverse y sonríe.

Su rostro sigue siendo borroso para él, pero no hace falta acercarse demasiado para percatarse de lo exhausto que está, como otras veces. Hay otro hombre que parece monitorear lo que hace, y por su postura no debe estar muy contento con lo que ve.

Desde donde Namjoon está, puede escuchar bien, aun así, se atreve a ir a esconderse en la parte baja frente al escenario en donde las personas encima no pueden verlo, pero él puede escuchar mejor la conversación que sostienen.

—Maldición, ¿ahora qué? ¿Por qué te sientas? —espeta uno de ellos, cree que es la persona que monitorea. Su ángel no lleva un aura de tener una voz tan frívola.

—Estoy cansado, sunbae-nim —dice la otra voz, y esa sí parece ser la de su ángel. Pero se escucha débil y muy adolorido, como si estuviese luchando consigo mismo para seguir ahí y no ir corriendo a enrollarse en sábanas y dormir muchísimas horas.

—¿Cómo puedes estar cansado, niño? ¡No has hecho nada! Faltan dos semanas para que empiecen las competencias y no estás ni la mitad de preparado que el año pasado.

—No me importa, hyung —arrastra la voz más aguda, casi sonando como un alarido al final—. Tengo hambre, tengo sueño, estoy cansado, me duele todo... Ya no soporto más, por favor...

— ¿No te importa, dices? ¡A mí es al que no le importa! Dile a tu madre que te busque otro instructor porque ya yo me harté de tu falta de profesionalismo, lo único que haces es quejarte y hacerme perder el tiempo. ¡Renuncio!

Pisadas fuertes se plantan sobre la madera del escenario y entonces el lugar vuelve a sumirse en rotundo silencio. Namjoon sigue sin poder ver nada pero no siente al bailarín moverse del lugar en donde cree que está sentado.

Arquea una ceja y tensa la mandíbula ante el trato injusto que recibe el contrario. Poco sabe de danza, pero bien ha visto lo exigentes que muchos maestros pueden ser con sus alumnos en actividades que requieren de esfuerzo tanto físico como intelectual: los mayores se jactan del sufrimiento de los más jóvenes en una clase de venganza por cualquier otra cosa, y eso le indigna, pues nada les da ningún derecho a hacerlo, a abusar de su poder. Puede que sea esa otra de las razones por la que no se apuntó a ninguna universidad a pesar de haber tenido siempre buenas calificaciones en secundaria, no quería tener que lidiar con la falta de ética de algunos.

Sin pensarlo mucho, el más alto sale de ahí, rogando por que su torpeza no le juegue una mala pasada y termine delatándose. Si al regresar al teatro su ángel danzante ya no estaba ahí, se daría a la tarea de buscarlo, no hay de otra. Su buena intención tiene que servir de algo.

Después de ir a un McDonald's a unas calles del teatro, vuelve a escabullirse en él como puede saltando todos los obstáculos, y aunque hace bulla nadie se percata de él. Empieza a creer que, más que antiguo, por las noches es un teatro abandonado.

Estrella Fugaz » pjm + knjDonde viven las historias. Descúbrelo ahora