𝐑𝐄𝐅𝐋𝐄𝐂𝐓𝐈𝐎𝐍𝐒 / (+18)

35 × Final.

Felix.

Esa mañana, me encontraba recostado en la cama de aquella lujosa, aunque solitaria habitación. Mi mente divagaba entre miles de cosas, volviendo cada vez más tortuoso el simple hecho de mantenerme despierto.

Tenía que regresar a Dubai, tenía que dejar todo atrás y continuar con mi maldita vida. Tenía que hablar de nuevo con Marinette, tenía que encontrar la forma de proteger a Claude de su propio abuelo y, sobre todo, de mí mismo.

Y lo peor de todo, es que no tenía ni la más puta idea de dónde empezar.

Conforme pasaban las horas, me sentía cada vez más perdido y... Solo. Mis opciones no eran muchas, pues, mientras por un lado estaba el continuar con mi vida y mi carrera profesional. Por el otro estaba el poner punto final a las repulsivas acciones del ex alcalde de París y destapar de una vez por todas toda aquella mierda que ocultaba.

—Bueno, aquí acostado no voy a solucionar nada —Mi voz se alzó sobre mis pensamientos, antes de finalmente incorporarme con la intención de darme una ducha. Al menos hasta que alguien tocó a la puerta de mi habitación, tomándome por sorpresa— ¿Quién es...? —Pregunté extrañado, sin obtener respuesta alguna.

¿Qué mierda...?

Solté un bufido y caminé hacia la puerta, dudando por un momento, pero, apenas la abrí, pude ver el inescrutable rostro de Kagami, quien aguardaba de pie en el pasillo, visiblemente nerviosa.

Kagami...

Tal y como era común en ella, lucía de lo más pulcra y preciosa. Sus labios rosas resaltaban de una forma adorable en su blanca piel, al igual que el ligero rubor de sus mejillas, las cuales, combinaban a la perfección con el elegante vestido que llevaba.

— ¿Pero ¿qué...? —Aclaré mi garganta, mirándola incrédulo —¿Qué haces aquí?

Ella frunció levemente el entrecejo y se encogió de hombros, abrazándose a sí misma mientras desviaba la mirada a un lado en una actitud caprichosa.

—No lo sé, quería despedirme, supongo... —Soltó un suspiro, levantando el rostro para mirarme— En vista de que tú no te has dignado a hacerlo.

Aquellas palabras terminaron por joderme o, al menos, se acumularon a todo lo que ya llevaba jodiéndome durante los últimos días. Me negaba a perder a Kagami también, aunque, a esas alturas, posiblemente ya era demasiado tarde.

—Creí que no querías saber más de mí... —Susurré, sintiéndome extrañamente devastado— Es por eso que opté por buscar otro sitio para hospedarme y...

—Eres un imbécil.

—Dime algo que no sepa... —Susurré y Kagami me miró con asombro, enarcando ambas cejas— ¿Qué pasa? Es lo que soy.

— ¿De verdad eres Felix?

— ¿Porqué no lo sería?

—Porque el Félix que conozco jamás se auto denominaría un imbécil... —Avanzó un par de pasos hacia mí, apoyando una mano sobre mi frente para después peinar hacia atrás mis cabellos— Aunque el Félix del que me enamoré, sí que lo haría.

¿Qué...?

Kagami sostuvo mi rostro entre sus manos, mientras sus ojos se mantenían fijos en los míos y sus pulgares delineaban mis mejillas con delicadeza. Sin comprender bien porqué, mi corazón se aceleró, al igual que mi respiración. 

—Me habría encantado que las cosas hubieran sido diferentes… Al menos entre nosotros.

—¿Diferentes?