Hikari despertó cuando apenas los primeros rayos del sol estaban saliendo. No estaba pudiendo mantener el sueño por toda la noche, siempre se dormía con un mal sentimiento.
Aun cuando se sentía del asco, Hikari no podía evitar no bajar la guardia. Sentía que en cualquier momento le harían algo, que entrarían por esa puerta y acabarían con si vida en un instante. Se preguntaba cómo iba a lograr salir de esa situación en su estado, claro, si eso de verdad llegara a suceder. Aquello lo creía como algo imposible, no podría poder mantenerse en pie aun cuando lo intentara.
“Quizás… debería aceptarlo y ya. No seré la primera persona que muera a los 13 años”
Pensó Hikari cerrando los ojos para intentar retomar el sueño, aunque jamás logró hacerlo. El dolor en su pecho y vientre impedían que lograra dormirse, era demasiado intenso para poder ignorarlo así como así. No le costaba respirar, pero sí que le dolía cada vez que lo hacía, provocando que sintiera punzadas en el pulmón trasplantado. Mientras que en el vientre era un dolor que se expandía por toda esa zona. Este era el más molesto, el dolor se intensificaba por momentos y apaciguaba por otros, haciendo que Hikari se preguntara cuando se detendría y la dejaría en paz. Cuando el dolor en el vientre se intensificaba, Hikari tenía el deseo de acomodarse de otra manera, quizás de esa forma se apaciguará y la dejaría en paz.
El dolor la siguió por horas, hasta que una enfermera, al ella quejarse del dolor, la sedo. Y al fin, Hikari pudo conciliar el sueño.
Kakashi llego cuando el horario de visitas comenzó, como siempre lo hacía desde que Hikari estaba en el hospital. Una de las enfermeras le había comunicado que la habían sedado y que, sí llegaba a despertar, estaría un poco torpe. Cuando Kakashi entro en la habitación de su hija, ella seguía durmiendo y parecía que no despertaría hasta dentro de un buen rato, pero no le importó. Él ya sabía que su hija despertaría, ya no estaba preocupado por si jamás lo hiciera.
Se sentó en la silla junto a la cama y prosiguió a leer su libro hasta que despertara. Hikari no despertó enseguida, sino que abrió los ojos cuando solo faltaba una hora para que Kakashi tuviera que irse.
Hikari se sentía aún bastante adormilada por el sedante, y no percibía muy bien su entorno, pero sabía que alguien estaba lado suyo. Podía sentir perfectamente el peso y la presión extra en su mano izquierda. Giro un poco su cabeza para poder ver qué era eso que le pesaba y presionaba tanto, temiendo que le hayan encadenado a la cama. Sus ojos aún estaban un poco borrosos, pero pudo percibir el contorno de una mano y el color pálido de ella.
Frunció el ceño, reorganizando los pensamientos que le estaban apareciendo en su cabeza. El mareo y la visión borrosa no le ayudaban mucho en esa tarea, sino todo lo contrario, la confundían más de lo que estaba en ese momento. Movió otra vez la cabeza para ponerla en una posición más cómoda para respirar, sintiendo de inmediato un ligero pinchazo en uno de sus pulmones. Se quejó.
— ¿Pequeña?¿Estas despierta?— Dijo una voz que aún no podía reconocer, pero le resultaba familiar. Ella como pudo asintió e intento abrir los ojos, pero lo único que veía eran manchas borrosas que la mareaban— Bien, quédate tranquila. Las enfermeras te sedaron para que pudieras dormir sin que te duela, así que estarás mareada unos minutos.
Hikari se removió un poco, pero instantáneamente un dolor en su pecho y parte del estómago impidieron que lo siga haciendo.
— M-me duele— Se quejó casi con un hilo de voz.
— Lo sé. Intenta no moverte mucho, ¿de cuerdo?— Habló Kakashi acariciándole la mano.
Kakashi no pudo hacer nada más que tranquilizarla. No podían sedarla nuevamente mientras seguían con los efectos del anterior, aunque le doliera. Lo mejor para ella era que se mantuviera tranquila y descansara como era debido.

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Yoake no Hikari
FanfictionNadie supo de dónde vino. Una noche cualquiera, una bebé apareció frente a la puerta de Hatake Kakashi. No había señales de lucha, ni pistas, ni un solo ruido. Solo una niña pequeña y tranquila. Por orden del Hokage -y quizás por una herida que aún...