La condena de Jean J. Leroy no podría haber empezado con peor pie, entre la catastrófica sublevación del jabón y demás. Sin embargo, después de haber pasado una temporada en aislamiento, se había convertido en la personificación de un caballero educado y, tras seis meses de comportamiento intachable, había conseguido persuadir a la única mujer del turno de guardia para que le prestara un portavisor.
Estaba seguro de que la jugada no le habría salido bien si la guardiana no hubiera estado convencida de que era un idiota incapaz de hacer otra cosa que no fuera contar los días y buscar imágenes subidas de tono de mujeres a las que había conocido e imaginado.
Y estaba en lo cierto, claro. La tecnología era un misterio para Leroy, quien no Habría podido hacer nada útil con la tableta aunque hubiera dispuesto de un manual de instrucciones paso a paso sobre "Cómo escapar de la cárcel utilizando un portavisor". No había concedido acceder a sus coms, ni conectarse a los portales de noticias, ni había sabido encontrar información sobre la prisión de la Comunidad Oriental o sus alrededores.
No obstante, apreciaba en toda su valía las imágenes sugerentes, aunque altamente filtradas.
Estaba repasando su carpeta en el día número 228 de su cautiverio, preguntándose si la señora Santiago seguiría casada con aquel hombre que olía a cebolla, cuando un chirrido espantoso interrumpió la paz de la celda.
Jean Levantó la vista hacia el techo liso, blanco y brillante, entrecerrando los ojos.
El ruido cesó y a continuación le pareció oír que arrastraban algo. Un par de golpes sordos. Y otra vez esa especie de molinillo electrónico.
Jean dobló las piernas sobre el camastro y esperó, atento al ruido, cada vez más audible y cercano, que se interrumpía un instante y continuaba. Le costó un tiempo identificar aquel nuevo sonido, pero tras prestar atención y meditar sobre el asunto, decidió que se trataba de un taladro.
Tal vez había un preso haciendo reformas.
El ruido cesó de nuevo, aunque el eco reverberó en las paredes del habitáculo. Leroy miró a su alrededor, su celda era un cubo perfecto de seis caras lisas, blancas y lustrosas, que únicamente contenía su camastro, completamente blanco, un urinario que se deslizaba fuera de la pared apretando un botón, y a él con su uniforme blanco.
No era tan resplandeciente como lo que realmente merecía, así que si alguien estaba haciendo reformas, esperaba que su celda fuera la siguiente.
El ruido se reanudó, esta vez más chirriante, y a continuación un tornillo largo asomó por el techo y cayó en medio de la celda con gran estrépito. Otros tres siguieron al primero.
Jean alargó el cuello cuando uno de los tornillos rodó debajo del camastro.
Segundos después, una baldosa cuadrada se desprendió del techo con un sonoro golpetazo, seguida por dos piernas y un grito de sorpresa. Las piernas llevaban un mono de algodón blanco, los pies en que terminaban aquellas piernas iban descalzos.
Uno estaba revestido de piel. El otro de una plancha metálica y reluciente.
Con un gruñido, la chica se soltó y cayó de cuclillas en medio de la celda.
Leroy apoyó los codos en las rodillas y se inclinó hacia delante, intentando verla mejor sin moverse de donde estaba, con la espalda contra la pared. Era delgada, de tez pálida y tenia el pelo liso de un raro color plateado. Al igual que el pie izquierdo, la mano del mismo lado también era metálica.
ESTÁS LEYENDO
Escarlta (II Parte Vicder)
FanfictionEn esta segunda Parte conoceremos nuevos personajes los cuales misteriosamente se van enlazando a nuestra Ciborg y al Emperador Yuuri. Veremos el avance, las decisiones y sacrificios que nuestros amados personajes tomaran para proteger a aquellos qu...