Capítulo 19: Manadas

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Las pisadas sobre la maleza y los graznidos de las aves migratorias habían sustituido el zumbido de los imanes de las vías, que habían acabado enmudeciendo. Solo un atisbo de luz lograba colarse a través de la espesura, y el bosque olía a savia y a la llegada del otoño. 




A pesar de que a Yuri se le habían antojado montones sentarse a descansar, el portavisor les informó de que no había transcurrido ni una hora cuando se toparon con el tren detenido. Lo primero que llamó la atención de Yuri fueron los sonidos que no pertenecían al bosque: el crujido de la tierra y la grava bajo las orugas de decenas de androides que peinaban el perímetro. 




Otabek se alejó de las vías, atravesó la maleza y los condujo a la seguridad que les ofrecía el bosque. 



Yuri guardó el portavisor para tener las dos manos libres y poder sortear los troncos caídos y mantener las ramitas y las telarañas alejadas de su pelo. Al cabo de un rato, decidió ponerse la capucha, lo que redujo su campo división, pero al menos se sentía un poco más protegida de las cosas que se interponían en su camino y la martirizaban a pinchazos.





Subieron por un terraplén ayudándose de las raíces de un pino que parecía a punto de desplomarse sobre las vías. Desde aquella posición elevada, Yuri vio el reflejo tornasolado del sol que se proyectaba desde el techo metálico del tren. De vez en cuando, la sombra de un pasajero se perfilaba en las ventanillas. 




Ella no quería ni imaginar qué debía de sentirse estando allí dentro. Para entonces, todo el mundo sabría a qué se debía la "emergencia médica".




 ¿Cuánto tiempo tardarían en hacerles las pruebas a todos los pasajeros y determinar a quién podían dejar bajar del tren? ¿Cuánto tiempo podían retener a gente sana en cuarentena?¿O no tenían intención de dejar salir a nadie? 




Para evitar que los pasajeros escaparan, un pequeño ejército de androides patrullaba las inmediaciones del tren, barriendo las ventanillas y las puertas con el haz de luz amarillenta de sus sensores, que de vez en cuando dirigían hacia el bosque.



 Aunque Yuri estaba convencida de que no podían verla desde donde se encontraba, tan por encima de las vías, retrocedió poco a poco, y lenta, muy lentamente, se quito la capucha.





 Otabek la miró justo cuando sacaba los brazos de las mangas y se alegró de que debajo llevara una camiseta negra de tirantes, algo más discreta que la sudadera roja. 

Escarlta (II Parte Vicder)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora