Capítulo 33: Rabia

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El sueño de Yuri fue agitado, lleno de taumaturgos y lobos al acecho. Cuando logró deshacerse del aturdimiento, vio que le habían dejado dos bandejas de comida. 




El estómago le rugió al verlas, pero lo ignoró. Se dio media vuelta y se hizo un ovillo en el sucio camastro. 




Hacía muchos años, alguien había garabateado sus iniciales en la pared del camerino, y Yuri resiguió las letras con los dedos. ¿Eran obra de una estrella emergente de la ópera de la Segunda Era o de un prisionero de guerra?¿Había muerto en aquella habitación? 





Apoyó la frente en frío yeso. El escáner del pasillo lanzó un pitido, y la puerta se abrió con un ruido metálico. Yuri se volvió dispuesta a mandar al carajo a quien había entrado y se quedó helada. Otabek estaba en la entrada, con la cabeza gacha para no golpearse contra el marco.





 Sus ojos seguían brillando en la oscuridad, pero era lo único en él que no había cambiado.




 Llevaba el pelo, antes alborotado y de punta, peinado pulcramente hacia atrás, lo que marcaba y le daba un aire de severidad a sus bellas facciones. Se había lavado la cara y vestía el mismo uniforme que Yuri había visto a los demás soldados pero de un color diferente: una camisa negra con una chaqueta del mismo color y protectores decorados con runas en los hombros y también en los antebrazos. De los cinturones y bandoleras en el muslo colgaban fundas vacías y, por un momento, Yuri se preguntó si Otabek prefería luchar sin armas o si simplemente no le permitían entrar con ellas en la celda. 







Saltó de la cama, aunque lo lamentó de inmediato, pues comprobó que el mundo daba vueltas y no le quedó más remedio que apoyarse en la pared para detener el mareo. Otabek levanto la mano pero se detuvo y la contrajo, no dijo nada, se limitó a quedarse mirándola, hasta que sus ojos se encontraron: los suyos, sombríos e inexpresivos; los de ella, cargados de un odio y una furia que aumentaban por cada minuto.





—Yura.





—No... no te atrevas de decirme así -le respondió con los dientes apretados- No mereces llamarme de esa manera Alfa Volk.



—Lo siento, Yuri


Escarlta (II Parte Vicder)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora