Capítulo 45: Mi Perdida

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En las dependencias de la tripulación, Yuri lloró durante horas, hecha un ovillo en la litera de abajo. Cada sollozo vibraba a través de sus músculos doloridos, pero el dolor solo conseguía que llorara más fuerte al recordarlo todo. 



La adrenalina, la ira y la negación habían menguado mientras rebuscaba en el armario y encontraba un uniforme militar cuidadosamente doblado en el último cajón. A pesar de que el uniforme americano era gris y blanco, en lugar de la mezcla de azules que vestían los pilotos europeos, se parecía extraordinariamente a la ropa que había llevado su Dedushka durante su época en el ejército. Yuri se había aferrado a la sencilla camiseta blanca y había llorado tanto que esta había quedado casi tan sucia como la ropa por la que se suponía que debía cambiársela. 






Su cuerpo acusaba un dolor punzante cuando por fin empezó a quedarse sin lágrimas. Debía calmarse, ya que se daba cuenta que cuando estaba demasiado estresada sucedían cosas extrañas como lo sucedido con la pelea en la celda con Alikhan, y aún ni siquiera sabía a que se debía.






Cogió aire, rodó sobre su espalda y se secó los últimos restos con la tela de algodón. Antes, cada vez que había comenzado a ceder el llanto, las palabras reverberaban en su cabeza, «Dedushka se ha ido», y volvía a llorar. Pero las palabras comenzaban a carecer de significado, y la punzada daba paso al entumecimiento.







Le rugieron las tripas. 







Con un gemido, Yuri se llevó una mano al estómago, preguntándose si con solo cerrar los ojos y tratar de dormirse su cuerpo se olvidaría de que llevaba más de un día sin comer. Pero allí acostada, deseando que el entumecimiento se apoderara de ella, volvieron a sonarle las tripas. Más alto. 






Yuri se sorbió la nariz, enfadada. Se cogió de la litera de arriba para incorporarse. La cabeza le daba vueltas, estaba mareada y deshidratada, pero consiguió tambalearse hasta la puerta. 








Oyó un golpe procedente de la cocina nada más abrirla. Se asomó al pasillo y vio a Otabek en cuclillas junto a una encimera, sosteniendo una lata. Yuri entró a la luz de la cocina y vio que la lata llevaba una etiqueta con la imagen de unos tomates rojos como de dibujos animados. A juzgar por las enormes abolladuras que se veían a un lado, Otabek había estado intentando abrirla con un rodillo para la carne. Este alzó la vista, y Yuri se alegró de no ser la única que tenía la cara roja.

Escarlta (II Parte Vicder)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora