Capítulo 38

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[ Zane ]

Como sedante, así fueron sus palabras.

Ya no importaba quién carajos era Goliat, o si Maynard había traicionado tantos años en el poder. Ella era lo único que existía para mis ojos en ese momento.

Me había llamado como antes lo hacía. Y no existe otra persona en esta tierra que me haya vuelto a nombrar o llamar así.

Black. Y sonó tan natural, cómo si jamás hubiera pasado el tiempo.

Sus ojos igual de sorprendidos se abrieron, y fue tal la sorpresa que me llevé, que mi rostro pareció haber visto a un fantasma. Digo, por la forma en la que vergonzosamente bajo la vista.

Estaba asombrado. Escucharla me hizo viajar en el tiempo. Como si hubiera retrocedido años atrás, pero sin un boleto de regreso. Pues mi mente sigue en aquel tiempo y en ese momento en el que sus labios dibujaron mi apodo.

De pie en la barra, espera generosamente nuestro pedido. Me ofrecí para recogerlo, pero insistió en ir ella misma.

Soy un hombre de palabra, y tal cómo habíamos apostado vinimos a cenar pizza y beber unas cervezas.

Mi mente perdida en el papel y en divagaciones eternas e infinitas, bloquea lo que sucede a mi alrededor, sólo centrándome en ella y en lo que mis manos son buenas; dibujando.

No pasaron muchos días desde aquel momento en el que me gritó y confesó que no quería saber más de mí. Pero se siente como si hubiera pasado una eternidad, por la forma en la que las actitudes de ambos cambiaron drásticamente. O por la forma en la que los sentimientos volvieron a resurgir desde las profundidades.

Nos llevamos bien, o por lo menos reímos más que al comienzo.

Pero así cómo las cosas mejoran, mi autocontrol empeora. No sabía que podía reprimir tanto deseo, tanta euforia. Nunca me di cuenta en todo este tiempo cómo había cambiado mi deseo sexual. Antes, cuando conocí a Red, una necesidad devoraba cada centímetro de mí, y el hambre que sentía por ella me transformaba completamente. Cómo si tan sólo mirar su cuerpo, recordar su figura estimulará cada centro de placer, obligándome a emitir tanto fuego desde adentro, y a sentir la necesidad de probar y recorrer cada parte de su hermoso ser.

Me fui y la dejé atrás, y con ella cada centímetro de la pasión, el deseo, la intensidad, el hambre de sexo, se esfumó.

Si lo hice, obviamente. Cogí con otra mujer, pero ahora que el hueco empieza a ser llenado nuevamente por el hambre y el deseo, me doy cuenta que tal vez todo este tiempo estuve actuando como un simple muñeco o marioneta sin vida.

Con ella era más allá que meter y sacar mi pene de una vagina, lamer un clítoris o sentir una mamada. Más allá del acto sexual en sí. A su lado, la vida se vive el doble de intenso. Cada movimiento, cada caricia, cada respiro es un suspiro de oxígeno, un orgasmo de placer.

Un gemido fue lo necesario para enloquecerme en aquel elevador, y un simple roce el botón de autodestrucción. Ella es mi perdición, pero a la vez mi maldita salvación. Y ahora entre el intenso encuentro de la noche anterior, y sus malditas palabras, voy a terminar de enloquecer.

–¿Concentrado?–. Su voz me devuelve a la realidad. Cómo de costumbre, mis manos reaccionan antes que todo, ocultando los garabatos que hacía en la servilleta, mientras que mis ojos demoran unos segundos más en levantarse buscando su mirada.

–Un poco, sí–. Admito nerviosamente.

Sus manos dejan en la mesa la pizza cortada perfectamente en ocho porciones, y las dos botellas heladas de cerveza. De un solo movimiento sube al taburete frente de mí, y sin preguntar más abre las botellas. Desliza una sobre la mesa, y levanta la otra en forma de brindis.

Encubiertos || TERMINADA || [ +18 ]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora