Capítulo 10

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[ Red ]

-No puede ser -maldigo a la distancia, pero sin adelantarme a los hechos me acerco a observar mejor-. Mierda, si puede ser.

Levanto el teléfono de la mesita, dándome cuenta que no es mi móvil el que tengo en mis manos.

-Debo haberlos confundido cuando me pidió que sostenga ambos para alumbrar la cerradura de las habitaciones-. De mala gana pienso que hacer, pero cuando me percato de un pequeño detalle, reacciono bruscamente: -¡Mierda! Le dije que me llamaba Isabel, y si llega a leer mi teléfono accidentalmente se dará cuenta de que... ¡Mierda!.

Sin pensarlo, salgo corriendo de mi habitación y voy a tocar su puerta.

Descalza y con mi cabello pésimamente sujetado, espero que me atienda el bello hombre que hoy me rescató de pasar una horrible noche.

Insisto dos veces más golpeando con mi puño la madera, y al no obtener respuesta voy al por el tercer golpe, cuando en el camino al tercer la puerta se abre dejando a mi puño congelado en el aire.

-¿Ya me extrañabas? ¿O te arrepentiste de rechazarme?-sonríe, cómo si supiera porque en verdad volví.

Pero es imposible que mi boca articule palabra alguna, cuando la luz de adentro ilumina su cuerpo como si fuera un jodido demonio en persona. Sólo con sus jeans negros, está parado delante de mí.

Aunque intente evitarlo, mis ojos se pierden admirando cada centímetro de su piel.

Está bronceado. Maldita sea, es hermoso.

Su abdomen está marcado, a pesar de la comida grasienta y los vasos de cerveza. Sus músculos bajos formando la famosa y tan admirable "V" son lo primero que llama mi atención. Será por la perfecta forma en la que están delimitados, o porque sus pantalones se encuentran sujetos un poco más debajo de la línea que marca su bronceado, dejando su abdomen moreno y la zona de su miembro pálido. En sus jeans un bulto se hace presente. No está erecto, pero aun así su tamaño se hace notar.

Poco a poco mi vista sube tomando un panorama completo de la situación. Esta vez puedo continuar el recorrido de sus venas hasta verlas perderse en sus hombros. No hay tela que las cubra, no hay camisa que no me deje contemplar sus tatuajes. Su hombro izquierdo es en el que más me demoro observando. Su manga es ideal para su cuerpo, pero el tatuaje en forma de rayos en su hombro es lo que les da la magia a todos sus tintes. Me encanta cómo queda en conjunto con su marcado hombro por tanto ejercicio.

 Me encanta cómo queda en conjunto con su marcado hombro por tanto ejercicio

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-¿Isabel? -su voz vuelve a insistir, golpeándome como bofetada fría.

-¿Qué? ¿Qué sucede? -reacciono torpemente, volviendo rápido a su mirada.

Él sonríe, orgulloso de su efecto en mí.

-¿Todo bien? ¿Pasó algo?-. Cruza sus brazos a propósito, haciéndome perder en cómo sus pectorales se tensionan y relajan otra vez.

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