Capitulo 2

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Después de haber dejado a Omar y Layla en sus casas; aunque vivían a unas pocas cuadras de la mía, mi madre se sentía más segura dejándolos en las puertas de sus casas.

Subí a mi habitación para terminar los deberes que ya había adelantado entre las clases pero me faltaban algunos detalles.

Estaba terminando de hacer algunos ejercicios de matemáticas cuando escuche pequeños pasos apresurados en el pasillo. Y eso  significaba una cosa.

—ROCHY— grito azotando la puerta y corrió para abalanzarse a mi cama con los brazos abiertos.

Había llegado el pequeño demonio. Mi hermano menor.

—Manu— lo regañe — ¿Que te he dicho?— puse mi brazos como jara para parecer más seria.

—Que no entre a tu habitación de esa forma— su tono de voz bajo y se escondió entre las almohadas y algunos peluches que tenía encima de la cama.

—¿Porqué?— me acerque sigilosamente a la cama para que no me escuchara.

—Por que me puedo hacer daño— sorbió su nariz.

—Exacto, y eres muy llorón también— susurre para que no supiera que estaba al lado de él.

—Oye, no soy ...— asomo su cabeza entre las almohadas de ver donde estaba para ya era demasiado tarde.

—Boo—.

Un grito inundó la habitación y me abalancé sobre el para hacerle cosquillas.

Amaba su dulce y tierna risilla.

Sus carcajadas rebotaban entres las cuatro paredes y estoy seguro que se escuchaban por toda la casa.

Manu se retorcía debajo mi tacto tratando de evitar que siguiera pero no lo lograba.

—MAMÁ, ¡AYUDA! VOY MORIR— logro decir entre carcajadas las cuales me había contagiado.

—ROSS, DEJA A TU HERMANO— grito desde algún lugar de la casa.

—ES UN MENTIROSO, NO LE ESTOY HACIENDO NADA— mi sonrisa no se borraba, me encantaba verlo así de feliz.

Siempre hemos tenido una gran relación. Hacíamos casi todo juntos, el tiempo más largo que hemos estado separados es mientras estamos en el colegio ya que vamos a diferentes instituciones.

—ROSS YA...— mi madre paro de hablar la vernos en la cama. Cuando se dio cuanta que la situación no es la que pensó comenzó a reír junto a nosotros.

—¡Rochy para! ¡Me voy a hacer pipí!—.

Me aleje lo más rápido posible para que no hiciera un desastre en mi cama.

Si antes no lo estaba matando, estaría más que muerto si se atreve a orinarse en mi cama.

—Ya, esta bien por hoy— sacudí mis manos y observé a Manu todavía acostado en mi cama.

Su respiración era un desastre, la camiseta que tenía puesta estaba ligeramente levantada dejando ver su panza, su cabello rizado estaba pegado a su frente la cual estaba sudada.

No entiendo por qué ese niño suda tanto, aunque hace mucho calor y lo entiendo pero literalmente mi madre lo baña como cuatro veces al día porque no puede durar más de dos horas limpio.

Ese pequeño demonio era todo un huracán.

Un huracán que llegó a nuestras vidas para hacernos más felices.

(...)

Layla, mi madre y yo estábamos hablando en la cocina mientras hacíamos la cena.

Layla había venido con la intención de hacer los deberes pero mamá nos agarró para hablar, más tarde le pasaría los cuadernos para que me lo entregara mañana en la escuela.

Una Pequeña Princesa TraviesaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora