II

1.3K 242 45
                                    


Las dos semanas siguientes fueron extrañamente tranquilas y agradables. La escuela parecía olvidar lentamente todo lo sucedido en la fiesta del equipo, los susurros sobre un suceso y el otro finalmente estaban dejándose correr. Stephen se dedicó enteramente a sus clases y a leer un poco más de la biblioteca de la escuela. Los días empezaron a escurrirse de sus dedos como el agua.

Era mejor así, de todos modos. Era mejor que el tiempo corriera y pusiera barreras entre él, entre sus sentimientos y entre las personas. Incluso Bloom parecía haberle dado una tregua. Lo había visto poco y según las cosas que escuchaba en los pasillos, estaba saliendo con un alfa mayor. Con un chico muy atractivo que tenía veintitantos años.

Bien por él, mientras se dedicará a dejar a Stephen en paz.

En lo que correspondía a Caz, ambos habían comenzado a pretender que el otro no existía. No tenían amigos en común, o más bien Stephen no era amigo de nadie como para tener que cruzarse con él en algún ámbito, y aunque compartían casi todas las clases, ninguno se atrevía a acercarse al otro.

En ocasiones, Stephen sentía la mirada de Caz levemente posada sobre él, pero bien podría haber sido una alucinación. Lo único fuera de lugar era que físicamente había empezado a sentirse muy agotado, adormilado y con sueño todo el tiempo. Incluso se dormía a veces en clase incluso aunque se acostaba temprano y evitaba ver a William cuando llegaba de trabajar.

Cocinaba desde la tarde y dejaba la comida de su hermano en el microondas con alguna nota. De vez en cuando, William se asomaba por su habitación como para comprobar si era verdad que llevaba tantos días durmiendo temprano o si era una mera excusa para salir de casa sin su permiso.

Era extraño, nada había cambiado y sin embargo Stephen sentía que algo en el ambiente era diferente, no creía posible que su vida cambiara solo por el hecho de que había dormido con Caz. Evitaba recordar su encuentro, sus manos, su boca. Evitaba recordarlo porque, aunque siendo sincero, jamás había sentido nada por Caz, a veces se colaba en sus pensamientos por un par de minutos y eso lo descolocaba.

Estaba sentado en la mesa de su sala intentando memorizar una formula concreta de algebra. No lograba concentrarse, de repente, no se sentía bien. Sentía el estomago revuelto y un dolor perpetuo en la cabeza. Así que se soltó de la mesa y cuando intentó levantarse, el mareo lo golpeó de inmediato.

Fue espantoso, momentáneamente espantoso y terrible. Si no se hubiera sostenido de la mesa, habría caído al suelo de inmediato. Lo más probable es que estuviera enfermo nuevamente por comer mal. Ya le había pasado muchas veces anteriormente y, sin embargo, aquel malestar no se sentía como algo realmente conocido para él.

Era demasiado intenso.

Esa noche decidió dormirse temprano y estudiar en la biblioteca en la mañana. Era mejor que durmiera para aminorar esa horrible sensación de que se iba a desmayar con cada paso.

Sin embargo, a las dos de la madrugada se despertó a vomitar. Como llevaba tan poco en el estómago, las arcadas le produjeron un dolor espantoso que lo hizo sentirse como si se partiera en dos pedazos. Incluso William se levantó, sin camisa y con el cabello despeinado para ver que le sucedía. Lo encontró en el piso del baño con la cabeza agachada, esperando que de nuevo sintiera otra arcada.

—¿Stephen? ¿Qué tienes?

El omega se aclaró la garganta y lo miró.

—Nada, Will, es que no me siento bien.

El alfa se agachó a su lado y le sobó con cuidado la espalda.

—¿Qué tienes?

—No he comido bien —respondió. La verdad es que su apetito era un desastre desde hace algunos días. A veces se comía varias comidas y seguidas y al día siguiente no probaba bocado, aquel día había comido lo normal.

Nuestro viaje a las estrellas ⌠Omegaverse⌡Donde viven las historias. Descúbrelo ahora