II

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Bloom había cumplido su palabra, y al final de la jornada el maestro de economía llamó a Stephen para contarle sobre la modificación en la nota de su trabajo final. Cuando lo vio entrar al aula, sonrió con decepción hacia el suelo.

—Siempre supe que era su trabajo ¿Sabe? —le dijo, y el omega agachó la mirada, apenado y con una vergüenza infinita escrita en el rostro. ¿Qué podría decir? Le tenía terror a Bloom, a sus amigos, a todo el poder que tenía bajo la influencia extraña de su encanto.

—Lo siento —murmuró. Agradecía profundamente que el cabello le tapara los ojos y no le permitiera ver de nuevo aquella expresión en su maestro. Unos ojos llenos de esperanza por alguien que realmente no tenía una oportunidad en la vida. Cerró los ojos, no quería llorar, no tenía por qué. Pero lo llevaba en las venas, el llanto. Estaba acostumbrado.

—Solo quiero que aprenda a cuidarse, a ponerse de primero señor James.

—No lo entendería —murmuró Stephen, porque claro, él era un alfa. Era joven y estaba casado, no tenía por qué sentir miedo de alguien como Bloom, o de algún ataque de ansiedad, no tenía porque pasar noches enteras rogándole a la vida obtener un cupo lejano en una universidad de Alaska para alejarse de su familia.

Por supuesto que no lo entendía.

—Déjeme saber si alguna vez necesita ayuda, Stephen.

¿Por qué iba a necesitar ayuda? ¿Por qué era omega? ¿Por qué estaba asustado y lloraba constantemente? ¿Eso tenía siquiera algún sentido?

—Gracias, señor Roland.

El alfa asintió y le dijo que podía retirarse. Al salir del aula, Stephen caminó con impaciencia por aquellos pasillos. La gente pasaba a su lado como una mancha borrosa. Ahora solo necesitaba volver a su locker para sacar su abrigo e irse a dormir a casa antes de la dichosa fiesta. La fiesta del equipo en la casa de Julian Barker.

"Quizá te invite a salir" había murmurado Bloom. Que estupidez mas grande, ningún alfa le había invitado nunca a salir, la mayoría lo evitaban o hacían como que no existiera. En su escuela y de su edad, Bloom y él eran los únicos omegas hombres. Tan siquiera pensar en salir con Julian Barker le daba un terror absoluto en el cuerpo, Julian que había salido antes con Bloom ¿Cómo podría pasar de repente a salir con Stephen? Eso no tenía la más mínima lógica. Nada en su mundo tenía lógica para ese momento y el único centro de su tierra era irse lejos. Perderse, buscar un trabajo y contarle a la gente una historia diferente sobre su vida ¿Quién sería? Diría que era huérfano—pero eso no era mentira, así que a fuerza era necesario que empleara más creatividad—pero también podría contar que, aunque era huérfano, estaba tranquilo.

No estaba tranquilo, pero eso era una parte fundamental de la historia.

En su escuela, la gente rehuía de él porque creían que era raro, y él prefería que las cosas fueran así. Después de todo, ¿para que necesitaba amigos si iba a marcharse lejos? Era mejor no tener ataduras, era mejor ser libre para correr sin que nada lo amarrara al suelo de aquel pueblo marchito y frio donde la humedad se colaba por todas partes. Era mejor que lo recordaran como aquel omega extraño que nunca decía nada, era mejor ser un fantasma.

En el pasillo se encontró de repente mirando hacia todos lados, nervioso. Viendo las caras de sus compañeros, se escuchaban murmullos en todas partes acerca de la fiesta, de la victoria del equipo, de los jugadores.

—¿Has visto lo que ha hecho Julian? —murmuraban algunas chicas en un grupo mientras una de ellas rodaba los ojos.

Por alguna razón, Stephen se detuvo a escuchar su conversación.

Nuestro viaje a las estrellas ⌠Omegaverse⌡Donde viven las historias. Descúbrelo ahora