IV

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Stephen salió del baño después de pensar durante por lo menos una hora en como iba a decirle a Caz que estaba esperando un bebé suyo. Incluso, consideró en varias ocasiones el no decirle nada, quizá, lo más sencillo sería encontrar una manera de deshacerse del bebé y continuar con su vida, pero por alguna razón, no se sentía capaz de llevar esa carga solo. Y se sentía un poco egoísta, quizá Caz se burlará de él y le dijera que estaba loco, pero por lo menos, Stephen compartiría la carga y dejaría de sentir que le debía algo a el alfa por no decirle la verdad. Tenía los ojos hinchados y la cara roja de llorar, cuando miró a su reloj, eran casi las doce de la tarde y Caz debería de estar saliendo de la clase de química que compartían. Stephen se apresuro a caminar y se quedó parado afuera del salón sintiendo que el corazón iba a salírsele del pecho, sus latidos parecían decirle que su corazón era demasiado frágil para resistir tantas preocupaciones y parado allí, quiso simplemente esconderse de nuevo y tragarse su verdad, esconderse, callar y desaparecer eran cosas a las que sí estaba acostumbrado. Esto de ser sincero, valiente y decir la verdad era algo nuevo para él.

De un momento a otro, Caz salió extrañamente solo, entretenido con uno de sus libros de química. Tenía el ceño arrugado y se notaba confundido, nunca había sido muy bueno en química. Stephen se mordió el labio con fuerza hasta que sintió el tirón de la carne volverlo a su lugar. Se había sentido tan valiente mientras estaba en el baño con la prueba de embarazo en la mano, y ahora, era casi gelatina, era un manojo de nervios y llevaba un apocalipsis por dentro. ¿Cómo era posible que pudiera generar vida cuando él mismo había querido morir tantas veces? De verdad, a veces la vida podía llegar a ser muy irónica.

Caz levantó los ojos y los posó en Stephen, al verlo, pareció sorprendido. Llevaba una camisa blanca de tirantes y una chaqueta oscura, desde ese ángulo en el que Stephen se sentía diminuto por el miedo que llevaba en las entrañas, Caz Derry se veía enorme. Atemorizante y atractivo. ¿Cómo podía tener tan mala suerte? ¿Cómo podía haber quedado en embarazo después de su primera vez?

No se detuvo en cuando el alfa posó sus ojos en él. Sus ojos pequeños, oscuros y rasgados. Llevaba en el interior un bebé con esos ojos. Se sacudió la cabeza y evitó las lágrimas.

—¿Caz? —dijo, la voz le salió casi en un chillido y el alfa se acercó a él con interés. Stephen seguía intentando no llorar.

—Hola tú —dijo el alfa, con una sonrisa jovial. ¿Desaparecería esa sonrisa en cuanto supiera la verdad? El pasillo estaba casi vacío y Caz y él eran los únicos parados ahí.

Stephen se aclaró la garganta, sentía las cuerdas vocales atadas una a la otra, rotas por el cristal en pedazos que era ahora su alma.

—¿Crees que...que...? —empezó a decir, pero de repente le faltaba más el aire que nunca, Caz arrugó las cejas, preocupado, miró a los lados y luego se acercó a Stephen en un paso.

—Stephen —susurró, de manera cadente y con la voz bajita, casi en un susurró y aquel sonido logró hacer que el omega se calmará. —Respira, tranquilo.

—¿Puedo hablar contigo? —murmuró, finalmente logrando mirarlo.

Caz miró su reloj y negó con la cabeza.

—Tengo practica en cinco minutos, ¿crees que pueda ser después? —dijo el alfa, apenado.

Stephen ahogó un gritito. No tenía energía para seguir guardando la verdad dentro de él, sentía que la gente sabría con solo mirarlo.

—Si, no...no pasa, nada —respondió Stephen, mirando hacia el suelo.

Caz le tocó el mentón con la mano para que lo mirara, Stephen se sobresaltó y dio un paso hacia atrás.

Nuestro viaje a las estrellas ⌠Omegaverse⌡Donde viven las historias. Descúbrelo ahora