VI

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Las tres mujeres observaban a Caz como si fuese un bicho raro. Había llegado pasadas las once de la noche con la cara roja de tanto llorar, y para cada una de ellas era evidente que lo que tuviera para contar lo afectaba muchísimo. Mary Ann Derry lo conocía demasiado bien y estaba segura que se trataba de algo grave.

Las tres mujeres, vestidas con túnicas de dormir similares se quedaron calladas mientras el muchacho encontraba la compostura de decir aquello que lo atormentaba tanto. Mary Ann se vio casi inclinada a preguntarle que había hecho esta vez, pero en sus años de maternidad, era consciente de que comenzar culpando a su hijo nunca sería la manera más adecuada de comenzar aquella conversación, así que, en común acuerdo, las tres mujeres lo dejaron ser.

Daba vueltas de un lado a otro, nervioso, grande y casi tan guapo como había sido su padre. Solo bastaba mirarlo para que fuera levemente doloroso. Mary Ann sabía que su hijo era un poco torpe, pero más que nada, que era puro corazón.

—Esto...yo, mamá, tías —dijo por fin, observando a cada una.

Alexa y Bella permanecían en silencio. Ninguna se atrevió a interrumpirlo.

—Hijo, ¿Qué sucede? —preguntó Mary Ann por fin. De aquellas tres mujeres, era la más imponente. Se sobreponía con una presencia abrumadora.

Caz solo tenía una cosa en mente.

Que no le lastime, que me busqué a mí. Soportaré lo que sea, que no toque a mi hijo...que no toque a mi Stephen.

Mío.

Suyo.

Sacudió la cabeza e intento enfocarse lo mejor que pudo. Finalmente, las palabras encontraron un camino desde su estomago a su garganta. Pero casi le dolía, podía sentir la decepción que traería en su familia decir la verdad. Que había sido imprudente, descuidado.

—Deben presentarse en la escuela, mañana temprano. —logró formular.

Mary Ann alzó una ceja con curiosidad, mientras Bella y Alexa se limitaron a suspirar.

—¿Qué sucedió? —preguntó su madre.

Caz, cansado y a punto de tener un ataque de pánico respondió lo primero que llegó a su mente.

—Embaracé a uno de mis compañeros —dijo simplemente. Más tarde esa noche se daría cuenta de que quizá era una manera agresiva de ponerlo. Como si él simplemente hubiese plantado algo en Stephen.

Las tres mujeres se observaron con la cara contraída en una mueca de horror.

Alexa se sentó primero, Bella le siguió, pero Mary Ann se mantuvo de pie. Miro a su hijo con condescendencia, no quería abrumarlo más, pero necesitaba entender.

—Primero que nada, Carswell, dime que no has forzado a nadie a...

Caz alzó la mirada aterrado.

—¡Mamá! Por supuesto que no. Yo nunca... ¿Cómo puedes pensar algo así?

—Necesitaba cerciorarme.

—No mamá, no he forzado a nadie a nada. Fue un accidente.

Bella soltó una pequeña risa.

—¿Un accidente? Entonces tu compañero se resbalo y terminó encima de ti, y ahora vas a ser papá. Vaya, eso es inusual.

Caz enrojeció.

—Tía...eso no, no es lo que quise decir.

—Ningún bebé es un accidente, Caz —dijo por fin su tía Alexa. Siempre compuesta, la voz de la razón.

Nuestro viaje a las estrellas ⌠Omegaverse⌡Donde viven las historias. Descúbrelo ahora