Epílogo.

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Johan nació el siete de diciembre, bajo la luz de las estrellas, rodeado de tanto amor que parecía el mismo no caber de contento todo el tiempo. Era un bebe pequeño, pero hermoso. Tenía el cabello castaño y los ojos rasgados. Una risita contagiosa y los deditos llenos de magia.

No se separaba de sus padres, pero seguía reaccionando de manera extraña a la voz de Will. Siempre que le escuchaba, se partía en carcajadas. Caz ya no estaba celoso, no desde que había descubierto que el bebe se calmaba más fácilmente en sus brazos, que su hijo parecía adorarlo, y que sus pequeños ojitos eran iguales a los suyos.

Se habían mudado a la casa de Caz, para que su madre y sus tías pudieran ayudarle en cualquier cosa que necesitara con el bebé, y pasarían allí el primer semestre antes de poder solucionar como ir a la universidad.

Era fin de año, y estaban todos sentados en el suelo de la sala abriendo algunos regalos. Stephen agradecía que no se olvidaran de él, ya que cada regalo que venia llegando para su bebé, traía un regalo también para él. Caz estaba sentado a su lado, y Stephen sostenía al bebé en su regazo, el pequeño tomaba cada juguete maravillado, emocionado por la novedad. Will entro en medio de una tormenta de nieve, se veía de mal humor, y tenia los labios apretados por el frio.

La madre de Caz y sus tías parecían adorar a su hermano. Todas le trataban como si fuera parte de la familia, y aunque Will se quejaba a veces de las atenciones, siempre recibía aquel cariño y siempre devolvía un poco el mismo, como aquella vez que redecoro el cuarto de Bella, o cuando había llevado a Alexa de viaje a la ciudad vecina solo para que ella visitara a su madre.

Stephen les pidió esperar un momento más, creyendo que quizá, Will no sería el único que aparecería en medio de la tormenta.

—¿Qué es lo que no has querido decir, Stephen? —pregunto Mary Ann.

El omega se removió, nervioso, mientras acomodaba a Johan contra su pecho.

—Invite a Bloom.

La sala se quedo en silencio por un momento.

—¿Crees que venga? —pregunto Caz.

—No sé, le deje un mensaje. Quizá no, pero...

Fue en ese momento que el timbre de la entrada sonó de manera estridente, sorprendiéndolo. Will se levanto sin decir nada y abrió la puerta.

—Buenas noches —dijo el omega.

Stephen se sorprendió al verlo. No parecía que estuviese mejorando demasiado, de hecho, parecía más delgado, mas débil. Llevaba ya dos meses en aquel centro de rehabilitación.

William no dijo nada, no respondió a su saludo. Caz se acercó y lo invito a sentarse. Le presento a su madre y a sus tías, y todas parecieron encantadas con él de inmediato. Se sentó a un lado de Caz, y Will se apresuro a moverse hacia el otro lado de la habitación. A Stephen le parecía curiosa su actitud, por lo menos él era consciente de que Bloom podría estar ahí, había utilizado su teléfono para mandarle aquel mensaje.

El próximo regalo venia de parte de Mary Ann y sus amigas, y estaba dirigido a Will.

El alfa lo abrió sin mucha emoción, pero se quedo de piedra en cuanto observo el contenido de la caja. Era un simple sobre, y Stephen se moría de curiosidad.

—Esto es...

—Felicitaciones William, tienes una beca completa para ir a la universidad.

Stephen jamás había visto aquella expresión en los ojos de su hermano. Will, que había tenido que dejar los estudios para mantenerle, por primera vez en la vida recibía un gesto genuino de amor desinteresado, y parecía no saber como sostenerlo.

Se quedo callado un momento, y Stephen sabía que por dentro era un mar de emociones. Mascullo un simple gracias, y le dio a las tres mujeres un abrazo, por hacer aquello posible.

Ya habían terminado con casi todos los regalos, pero Stephen tenia uno guardado, y se lo entrego a Bloom con una sonrisa.

Luego de eso, cenaron y compartieron como una verdadera familia. Las risas iban y venían de un lado a otro. Para cuando dieron las doce, se abrazaron y se desearon cosas buenas para el año siguiente, afuera sonaban los típicos fuegos artificiales. Era su primera navidad con su nueva familia, y Stephen no podría estar mas contento.

Bloom sujeto al bebe por un rato, mientras conversaban a un lado del comedor. Le conto que estaba un poco mejor, que no tendría que volver a rehabilitación, y que estaba trabajando para continuar con su vida.

Se despidió de todos con mucha amabilidad y salió a la calle. Fue entonces cuando William se levantó también y salió un momento, con la excusa de ir a fumar un cigarrillo.

Mary Ann y sus amigas se despidieron también y pasaron a dormir.

Stephen se quedo en el sofá con Caz, tenían al bebe recostado en la cuna portátil y se quedaron en silencio por un rato, abrazados.

—Me gustaría llevarte a ti y al bebe a Corea, a conocer a mis abuelos —dijo el alfa.

—Eso sería maravilloso.

Johan se removió en su cuna, despierto de repente.

—Mira, también le emociona conocer a sus abuelos. ¿A que sí, pequeño? —le dijo su padre.

El bebe se deshizo en sonrisas. Caz lo tomo acuno en su pecho, y con su brazo libre, abrazo a Stephen.

—Tenemos una familia, somos felices.

—Lo tengo todo porque tu me lo has dado, Caz. No tengo como agradecerte.

—Quizá puedas empezar por darme un beso, otro hijo, no lo sé.

Los tres se deshicieron en carcajadas. Y el sonido de su felicidad lleno de vida aquella casa.

Tengo un hogar en el cielo y el amor se ha filtrado por todo mi cuerpo. Me siento querido y aprendí a querer todo lo que me rodea. Quizá mañana vuelva la oscuridad, pero ahora se como pelear contra ello. Ya no tengo miedo, ahora, soy yo quien puede ganar esta guerra.

En nuestro viaje a las estrellas, hemos visto el firmamento, lo infinito, pero también la luz. Nos hemos robado un pedazo del espacio, de la luna, tenemos toda la luz del universo. Mañana tomaremos el desayuno en Plutón. 

Y tú, nunca vuelvas a dudar que estas hecho de magia, y que eso te mostrara el mundo entero.

Fin. 






Nota final: 

Como todos ustedes saben, comencé esta historia hace más de tres años. En su momento, quería escribir algo que fuese romántico, bonito, cómico, que hiciera a las personas sentir emociones como la ternura y que se sintiera como un abrazo al corazón. Hasta el día de hoy, no sé si lo conseguí. En medio de todo eso, yo misma me quedé sin esas cosas. Mi vida cambio de manera tan abrupta, que casi todo a mi alrededor se cayó a pedazos. 

Entonces me quede sin nada que bonito que contar, y me fue imposible continuar. Nunca quise desplegar mi tristeza o mis sentimientos en estos personajes, o en ti, lector, que se merecían algo mejor. 

A hoy día, no sé si las cosas han mejorado, o si yo misma he aprendido a vivir con los cambios, solo sé, que fue en estos días en donde más necesite aquel abrazo que llegara al alma. Y decidí dármelo a mi misma, y compartirlo con ustedes. Esta historia significa muchísimo para mí porque me ha devuelto la voz y el arte. Gracias a todos ustedes que me tuvieron paciencia, que esperaron, estoy aquí para quedarme, y espero que ustedes también quieran hacerlo conmigo. 


Nuestro viaje a las estrellas ⌠Omegaverse⌡Donde viven las historias. Descúbrelo ahora