II

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Le tomo meses recuperarse de la anemia que lo aquejaba, le costo incluso mas horas decidirse por asistir con un terapeuta. Cada día fue una lucha, y cada lucha se batallo hasta perder. Solo tenía que ganar una vez.

Stephen estaba sentado en el suelo de la sala, con un libro apoyado en su vientre. Casi son siete meses, que curioso era que su bebe hubiese decidido nacer en diciembre al igual que él. Tomo una pequeña porción de fruta y se la llevo a la boca. William y Caz se encontraban afuera, se había vuelto una competencia por ver quien se preocupaba más por Stephen y por el bebé. A través del vínculo, Stephen sentía a su alfa tranquilo, en paz. La riña de hoy consistía en quien armaría finalmente la cuna del bebe. Caz había comprado la madera y William era quien sabia como poner las piezas juntas, pero no parecían ponerse de acuerdo nunca. En el fondo, él sabía que ambos se agradaban más de lo que estaban dispuestos a admitir. Will había comenzado a dejar un espacio en la mesa todas las noches.

—Solo por si el idiota de tu alfa quiere aparecerse a comer contigo, como acostumbra.

Stephen sonrió, y cada noche que se sentaban juntos a comer los tres se sentía mas querido que nunca. No sabía aún como iba a soportar lo malcriado que terminaría siendo su cachorro debido a tanta atención, casi tan malcriado como ahora era el mismo.

Siete meses, cuatro desde que Caz y él estaban unidos como pareja. El tiempo se había movido en dos parpadeos, quizá, cuando uno es feliz, las horas no son agujas que se te clavan en la piel. Describirse a si mismo como una persona feliz le resultaba extraño, pero no tenia mas palabras.

Su terapeuta decía que las palabras poseían algún tipo de poder, que su mente y su cuerpo quizá reaccionaran a ello. Y desde entonces se trataba con mas amabilidad, y se había convencido a si mismo de que merecía todo lo que le estaba pasando.

Se sobresalto al sentir movimiento en el vientre, una delicada patadita, su bebe no era demasiado activo, Stephen asumía que iba a heredar algo de sus hábitos de sueño. Pero de vez en cuando se hacia presente, con gestos como ese. Un pequeño puntapié, y no pasaron más de diez segundos hasta que Caz entro corriendo a la sala. Estaba sudado, vestía una camisilla blanca y tenía puestas las gafas de protección para cortar madera. Cada día, Stephen lo veía convertirse en el hombre que sería por el resto de su vida. Sus rasgos se estaban endureciendo, la expresión de su mirada era menos tímida, Caz Derry dejaba lentamente de ser un muchacho para convertirse en un hombre.

Se sentó frente a él, le dio un corto beso en los labios y le puso la mano en el vientre.

—Se esta moviendo, ¿verdad?

Stephen asintió. Colocó su mano encima de la de su alfa y sonrió.

—Tal vez se preocupa de que su padre y su único tío terminen matándose.

Caz solo sonrió.

—Will solo es un viejo cascarrabias, no hay que preocuparse tanto.

Desde afuera, William grito:

—¡Te estoy escuchando, Derry! Pásame el maldito martillo, tengo que terminar esto, quizá así tu hijo tenga en donde dormir.

Aquello los hizo terminar de sonreír.

El bebe dio otra sutil patadita.

Caz resopló.

—¿Debería ponerme celoso?

Caz tenía la teoría de que el bebé quería mas a Will que a su propio padre, ya que, por alguna razón, siempre parecía reaccionar a la voz de su hermano mayor.

—Es nuestro hijo, Caz.

El alfa se acerco para darle besos en el vientre. Le susurro con cuidado:

—Tienes que quererme más a mí.

Nuestro viaje a las estrellas ⌠Omegaverse⌡Donde viven las historias. Descúbrelo ahora