T R E I N T A Y C I N C O

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Inuyasha se adentró a la habitación viendo el cuerpo frio de Kagome descansar sobre la cama. Era la mujer más hermosa ante sus ojos, ella aun con sus ojos cerrados, con sus labios pálidos y su cuerpo también. Seguía pareciendo la mujer más deslumbrante ante sus ojos. Él quería su sádica compañera devuelta, es por eso que se acercó despacio rodeándola. Él tenía una idea de cómo la regresaría, solo esperaba que de verdad funcionara porque aun cuando podía morir, mataría él mismo a Sesshomaru.

Que otra persona se tomara el atrevimiento de lastimar a Kagome lo enfermaba. Solo él debía tener ese poder, no se permitió cederlo nunca porque todo lo relacionado a esa mujer era solo su problema.

Por lo mismo se acercó rodeándola. Tocó su rostro con suavidad sintiendo lo tersa que era su piel, eso antes de pasar las manos por su cuello, pasándola superficialmente por sus pechos. La bata blanca la hacía parecer un ángel, todo lo que Kagome no era. Por eso la destrozó encontrándose con la desnudez de la mujer.

—Eso podría costarme caro después, todo sea por traerte devuelta, Kagome Higurashi—murmuró antes de bajar la cabeza hasta el cuello de la mujer, justo donde estaba la marca y morder con fuerza. Un grito adolorido salió de los labios de la mujer y cuando Inuyasha se separó la sangre emanaba de su cuello. Él abrió las piernas de la mujer para morder el mismo lugar que en la ceremonia de su casamiento.

Porque Inuyasha estaba haciendo un nuevo pacto.

Uno donde él regalaba años de su vida a cambio del despertar de Kagome. El veneno que la mataría con el correr de los días al permanecer dormida, ahora desaparecería, sin embargo, el tiempo que ella iba a durar dormida antes de morir fue facturado a la vida de Inuyasha.

Inuyasha se separó con los labios ensangrentados esperanzado de que ella despierte, es por eso que cuando esos ojos chocolates se abrieron sintió una emoción que jamás había sentido.

Kagome se parpadeó sintiendo los parpados más pesados que nunca. Su cuello, su cuerpo dolía y cuando abrió los ojos la imagen sangrienta de Inuyasha la recibieron. Ella se incorporó con la mano en el cuello sintiendo leves mareos por lo que trató de que todo fuese lento.

La sonrisa del demonio fue gigantesca al ver a su reina volver al juego. Los labios de Kagome temblaron en una leve sonrisa.

—¿Qué pasó?—preguntó aun recordando todo lo que hizo.

Todo lo que hice por amor

—¿No recuerdas?—ella asintió.

Pronto recordó al imbécil de Sesshomaru y la molestia se hizo parte de cada partícula de su cuerpo, por lo que le envió una mirada fría a Inuyasha quien la observó curioso.

—¿Dónde está ese bastardo?—preguntó ignorando la desnudez de su cuerpo, pero Inuyasha no la ignoraba por eso cuando le levantó solo le quedó admirarla. La admiró aún más cuando quitó la tela rota de su cuerpo mostrándose como a él le gusta: imparable, perfecta y única.

—No molestará ya me encargué de él—la mueca en sus labios hizo reír a Inuyasha.

—Ese maldito me la debe—susurró con fastidio.

—¿No deberías estar débil?—preguntó con curiosidad.

—Yo me siento perfectamente bien—respondió—pensé que estaba muerta—Inuyasha se acercó a mirarla. Esos ojos dorados brillaron con entusiasmo.

—Quiero escucharte decirlo nuevamente—susurró sobre sus labios.

—¿Escuchar qué exactamente?—preguntó divertida.

Inuyasha la giró subiéndola en la cama de rodillas antes de acomodarla sobre las palmas de sus manos y rodillas.

—Que me amas—ella sonrió sintiendo más fuerte que nunca la excitación que Inuyasha sentía por ella. Cuando los dedos de él comenzaron a jugar en su intimidad jadeó. Ella ya estaba húmeda.

—¿Por qué me haces sentir tu excitación?—preguntó en un pequeño jadeo.

—Porque quiero que sientas como me tienes—la giró y se desnudó para acomodarse sobre su cuerpo.

Kagome lo besó con fuerza sintiendo como se adentraba en ella de una estocada. Jadeó aferrada a su cuerpo mientras Inuyasha se adentraba en su interior como un auténtico demonio.

—Repítelo—susurró saliendo y entrando de su cuerpo mientras Kagome lo animaba clavando sus uñas en las nalgas de él.

—No—susurró encantada con ese juego. Otra estocada más profunda.

—Hazlo, Kagome—jadeó Inuyasha perdido en la calidez de esa mujer, en su esencia, en todo lo que la representaba.

—No—jadeó y él se detuvo haciendo que ella se queje. Eso antes de sentir sus besos bajar por todo su cuello hasta sus pechos. Sonrió encantada con la atención recibida en cada uno de ellos.

—¿Lo dirás?—preguntó Inuyasha pellizcando uno de sus pezones.

—No—él salió de su cuerpo para adentrarse desde atrás. Kagome gimió y se aferró a las sabanas. Sintió que se ahogaba de placer y cuando un dedo de Inuyasha se adentró por su parte trasera gimió como nunca antes a la vez que Inuyasha entraba en ella como un demente.

—Hazlo, dime que me amas—masculló entrando y sacando su dedo. Kagome lo sentía por todas partes. Los dientes de Inuyasha mordieron su espalda.

—Te amo—gimió fuerte—¡te amo!—gritó corriéndose como nunca antes. Inuyasha la embistió unas cuantas veces mas antes de correrse dentro de ella. Sin darse cuenta se quedó completamente dormido cayendo al lado de Kagome quien también se sentía débil.

Kagome miró el rostro hermoso de ese hombre. Su mano temblorosa acarició ese rostro y de verdad se sentía cansada luego de estar tan bien momentos atrás. Se levantó y sonrió maquiavélicamente.

Esperaba que realmente Sesshomaru estuviese muerto, porque sino ella misma se encargaría de mandarlo al infierno. Entre sus planes no calculó que ella quedaría dormida hasta que Inuyasha la despertara.

¿Qué planeó?

Ella sabía que Sesshomaru no atacaría a matar a Inuyasha, porque más bien él quería acabar con ella por el peligro que ella representaba para ellos. Por lo que la muerte de Inuyasha a manos de su hermano la descartó completamente. Ella sabía que enfrentarlos haría a Sesshomaru perder el control y buscaría lastimar a Inuyasha. Todo ese tiempo que Sesshomaru llevaba en ese lugar fueron para que Kagome lo estudie. Una muestra de lealtad o en este caso "amor" los haría bajar la guardia. O al menos a Inuyasha.

Las agujas envenenadas no estaban en sus planes, pero ahora ya no importaba. Porque ahora ella llevaba toda la ventaja del juego. Miró el cuerpo dormido de Inuyasha y sonrió, porque ya había descubierto su debilidad. Sin darse cuenta Sesshomaru le había dado la solución para acabar totalmente con él. No pensó que dos demonios como ellos fuesen tan estúpidos de creer una mentira tan básica como esa.

Ahora era ella quien llevaba las riendas del juego y sin saberlo todos estarían moviéndose a su antojo.

El juego final estaba cada vez mas cerca.

Mi Libertad RobadaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora