T R E I N T A Y O C H O

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Kikyo estaba en blanco cuando retiraron a todos esos animales de su cuerpo. Kagome e Inuyasha vieron como el cuerpo estaba lleno de hoyos rasguños y piel horrible. Alguien estaba tomando una infección porque el cuerpo estaba extremadamente caliente y sus labios pálidos.

Kagome hizo que Inuyasha la despierte y la frente sudada de Kikyo brillaba. Ella con mucho esfuerzo dirigió sus ojos a Kagome quien tomó la espada y cortó desde los tobillos ambos pies de Kikyo. El grito de la muchacha resonó tan fuerte por todo el palacio que la madre de Kagome despertó sintiendo pesado el corazón.

Kagome sonrió antes de jugar de una manera asquerosa con el filo de su espada antes de enterrarla en el ojo de Kikyo sacándoselo en el proceso. Ver la sangre salir de su rostro y piernas la hizo sentir grandiosa. Kagome ubicó sus muñecas para cortar sus manos desde ella.

Inuyasha estaba encantando con toda la sangre corriendo por todas partes. El cuerpo cada vez más pálido de Kikyo le encantó. Kagome parecía como cuando se tiene un juguete nuevo, destrozándolo por partes como si Kikyo no fuese un cuerpo humano, ella solo estaba concentrada en destrozarla por completo.

—Córtale la lengua—murmuró Inuyasha y ella lo hizo. Le cortó la lengua y la acomodó para que muera de manera lenta y agonizante al desangrarse.

Inuyasha la miró, su manos y pecho llenos de sangre. La mirada macabra lo enardecieron, le encantó esa jodida faceta de niña consentida de Kagome. Se lamió los labios queriendo disfrutar de ella por completó.

Media hora después cuando Kagome sonrió fue porque Kikyo iba a morir, le cortó la cabeza que rodó por el suelo hasta llegar a los pies de Inuyasha quien la pateó lejos de él. Kagome sonrió y tomó la cabeza de Kikyo en sus manos sin importándole ensuciarse más con la sangre. Kagome salió de la celda con la cabeza haciendo una línea de sangre en el suelo. Inuyasha la siguió sin saber que iba a hacer Kagome.

—¿Qué harás con eso?—preguntó con curiosidad. La reina en su juego sonrió divertida.

—Dejársela a mi madre, apuesto a que le encantará ver la cabeza de su hija al despertar. Eso será genial—Inuyasha sonrió y asintió. Kagome le ordenó que la deje a su lado en la cama para cuando su madre despierte se encuentre con un excelente regalo.

Kagome fue a su aposento y se adentró quitando las prendas sucias de su cuerpo y darse una ducha. No sabía si era malo o bueno, pero ella no sentía la más mínima pena o tristeza, todo lo que sentía eran unas ganas de destruir las ultimas fichas en su tablero y ganar el juego. Estaba apostándolo todo en las mismas jugadas, esperaba seguir saliendo triunfante hasta el final.

No le gustó descubrir que Kikyo tenía un enamoramiento por Hoyo, porque Hoyo fue demasiado puro y seguía siendo puro en sus recuerdos. Era esa clase de persona tan bondadosa que no puedes evitar amar y querer cuidar. Hoyo era increíblemente bueno y Kagome lo sabía mejor que nadie. Porque a ella fue que él le dedicó las mejores canciones, sonrisas, abrazos y le regaló el beso más dulce, corto y significativo de su vida.

—¿Pasa algo?—escuchó la voz de Inuyasha y salió desnuda caminando para secar su cuerpo y colocarse un vestido blanco aun desnuda bajo la tela. Hizo que Inuyasha apriete el vestido para que se ajuste a sus buenas curvas. Acomodó su pelo suelto y pintó sus labios en un rojo intenso que tanto provocaban al demonio que la miraba desde lejos en la misma habitación.

Kagome abrió un cofre de joyas e Inuyasha vio como ataba un collar a mitad de su cuello donde había una cruz en medio.

—¿Sabes que este fue el único regalo de mi madre en toda mi vida?—le preguntó a Inuyasha tocando el collar de tela en su cuello—estuve feliz de recibir algo de ella, pero cuando salí con él varios hombres tratando de abusar de mí. No sabía que este collar en mi pueblo significa que los hombres pueden tomarte aun cuando te opones, como si fueses un ganado para ellos. La cruz simboliza la pureza que ya debí haber perdido para llegar al extremo de que no me importe que jueguen con mi cuerpo de esa manera—susurró perdida en sus recuerdos.

>> Mi salvación fue ese hombre que asesinaste, él se la jugó todo por mi ese día resultando herido, pero aun así me protegió hasta el final. No podía creer que mi madre fuese tan vil como para lanzarme a la boca del lobo de esa manera. No le iba a importar nada, y uno de esos hombres murió tiempo después por una extraña enfermedad en sus genitales. Imaginar a alguien así tomándome a la fuerza aun me hace sentir ganas de vomitar—ella sonrió—pero hoy termina el legado Higurashi, porque yo misma me encargaré de la última—susurró con mucha sensualidad.

—La cabeza está donde la pediste cariño—Inuyasha se acercó y besó el cuello de Kagome haciéndola suspirar y a él sonreír—solo nos queda esperar—comentó mirándola a través del espejo.

La madre de Kagome luego del grito de Kikyo estuvo inquieta, pero al final se había dormido. Se movió entre sueños y sonrió al sentir el cabello de su hija jugar en su cara.

—Kikyo no molestes—susurró con los ojos cerrados. Cuando no recibió respuesta los abrió. Miró el rostro pálido antes de mirar más abajo y el grito fue tan fuerte y la rapidez con la que trató de huir que terminó cayendo al piso con el corazón latiendo con fuerza—Kikyo—susurró mirando la cabeza en su cama. Sintió su estómago revolotearse y las ganas inmensas de vomitar aparecieron—oh dios—susurró mirando la línea de sangre en el suelo. Se levantó temblando y caminó para seguir la línea dándose cuenta que se adentraba a los calabozos. Cuando llegó a la celda no pudo evitar comenzar a vomitar con fuerza porque vio las partes del cuerpo de su hija tirada por todas partes.

—¿Te gustó mi regalo... mamá?—susurró Kagome mirándola con la sonrisa de desquiciada que desde el primer momento la asustó.

Ha llegado tu turno madre.

Mi Libertad RobadaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora