V E N TI D Ó S

890 107 80
                                    

Kagome caminaba por los pasillos del palacio en busca de ese hombre que la evitaba hace dos días. Para ella no era un misterio eso, ya que, si Inuyasha la veía en un lugar, tomaba un camino completamente diferente para no tener que estar cerca de ella. Suspiró y miró a los establos y allí lo vio.

Se veía majestuoso al lado de aquel caballo. ¿Por qué siempre se veía superior a los demás? Él no lo intentaba, le salía natural. Algo en su estómago se removió al verlo tan dócil acariciar el animal.

Kagome frunció el ceño, no sabía qué hacer. Fue para buscarlo, pero verlo tan tranquilo de pronto se le antojó delicioso. Negó y caminó a paso decidido hasta que la mirada brillante y dorada como el oro cayera en ella. Kagome sacó su lado juguetón y lo rodeó con una sonrisa viendo la incomodidad de Inuyasha en cada una de sus expresiones.

—Pensé que mi esposo era una especie de demonio, no un fantasma—murmuró con sin perder la sonrisa que hacía a Inuyasha mirarla con más intensidad.

—¿Qué haces aquí? No solicité tu presencia—Kagome se encogió de hombros y se acercó a él.

—No la necesito—Inuyasha dejó al caballo que se mantuvo quieto todo el rato.

—¿Qué quieres?—preguntó comenzando a caminar. Kagome se mantuvo en su lugar y acarició al caballo.

—Si me das un paseo en este bello animal, te lo digo—dijo juguetonamente. Inuyasha la miró en silencio mientras caminó y acomodó el sillón. La ayudó a subir y luego subió él. Pasó sus brazos alrededor de Kagome para tomar el mando del animal. Cuando el caballo comenzó a andar Kagome sonrió.

—¿Me dirás que quieres?—preguntó aspirando suavemente el aroma que desprendía su cuerpo. Aspirando también la esencia de su cuerpo que cada día le gustaba más, esa necesidad de tenerla toda para él lo enloquecía.

—Hoy despertaste más grosero que de costumbre—respondió Kagome sentada de lado sin temerle a la altura del animal y mucho menos al andar que cada vez era más rápido. Inuyasha suspiró y al estar tan cerca, lo hizo en el oído de Kagome quien se estremeció. Pronto recordó que su cuerpo siempre reaccionaba a la cercanía de ese ser.

Ambos quedaron momentáneamente en silencio. El recuerdo de aquel beso suave albergó sus mentes de una manera descarda. Kagome sintió como sus mejillas se calentaban un poco, el sol daba de lleno, pero no le importaba mucho. El sol y ella eran buenos amigos.

—Eso es porque no te soporto—respondió Inuyasha luego de aquel silencio, a pesar de su respuesta que podrían considerar grosera, el tono empleado causó que esa respuesta fuese diferente. Kagome casi podría apostar que se escuchó divertida.

—Ese no es mi problema—contestó ella y su cuerpo completo se estremeció al escuchar una pequeña risa de él. Quedó alucinando, ¿ella lo había hecho reír? ¿sin malicia, sin maldad? Kagome siguió con la vista al frente donde se dio cuenta salían del palacio. Encantada con eso, el caballo aumento la velocidad y el viento fresco de la mañana la azotó sin piedad.

Ella sonrió viendo la hermosa naturaleza que se abría paso ante ellos. Inuyasha se adentró en el verdoso bosque y Kagome solo podía ver todo encantada sintiendo un poco de paz en medio de tanta maldad. Cerró los ojos y dejó que Inuyasha se encargue de llevarla a no sabía dónde, pero había salido de su esclavitud por un momento, de ese encierro en ese asqueroso palacio que solo le había desgraciado la vida.

Cuando la velocidad del animal comenzó a bajar ella abrió los ojos. El sonido del agua cada vez se hacía más fuerte. Inuyasha detuvo el caballo y bajó del animal amarrándolo junto a un árbol. Kagome sonrió mirando la cascada frente a ellos. El agua cristalina resaltaba entre todo. Era precioso, rodeados de altos arboles verdes. Todo se veía precioso, casi mágico.

—Ven, te ayudo a bajar—Inuyasha la ayudo hasta que ella estuvo en el suelo.

—Vaya, este lugar es precioso—comentó ella caminando un poco.

—Supuse que te iba a gustar, eres tan fácil de complacer—ella lo miró confundida.

—¿Acaso tú buscas complacerme?—preguntó enarcando una ceja en su dirección. Inuyasha rodó los ojos mientras caminó más cerca del agua.

—No—Kagome quitó su calzado y en la orilla metió sus pies. La fría agua se sentía estupenda en su piel. Por un momento deseó solo permanecer en aquel lugar, desnudarse y nadar por horas.

—Tan solo si...

Dejó de hablar al darse cuenta que lo hacía en voz alta. Inuyasha curvó los labios mirándola.

—Hazlo—dijo, ella lo miró confundida—puedes bañarte desnuda, no hay nada que no haya visto antes—ella rodó los ojos.

—Ya quisieras—susurró saliendo del agua y sentándose al lado de él.

—Podría obligarte—le recordó con la vista en el agua.

—Sí, pero me temes y no lo harás—él rodó los ojos.

—No tengo porque temerte—la miró—eres más débil que yo—la sensual sonrisa de Kagome lo hizo tragar en seco.

—Sabes que eso no es cierto—ella se inclinó sobre él despacio haciendo que Inuyasha se acomode para que el rostro de ella quedara cerca de él.

—Sabes que lo es—Kagome sonrió y lamió los labios de él. Se sentó ahorcadas de su cuerpo tensando a Inuyasha de inmediato. Ella sonrió mientras sus manos subían por su pecho, para quedar en su cuello, las manos de Inuyasha estaban enterradas en el césped mirando a la mujer frente a él.

Pulchritudo—murmuró haciendo reír a Kagome.

—¿Qué significa eso?—él negó.

—Que eres molesta—Kagome hizo una mueca—¿para qué me buscabas?—ella suspiró.

—Estaba aburrida—una mano de Inuyasha acarició el cuerpo de la joven despacio.

—¿Qué tal si matamos a tu familia? Son molestos y nada interesantes—Inuyasha pensó que tal vez con eso ella se espantaría y dejaría de molestar, pero al levantar la mirada los ojos de Kagome parecían los de un demonio.

—En mi pueblo había un juego—comentó ella—era uno donde dejabas trampas hasta que caían en ellas y perdían—dijo—se llamaba; mata al ratón ¿no te parece interesante?—Inuyasha sonrió abiertamente.

—Definitivamente me gustas más así que mojigata, veremos si realmente no te importa tu familia—la risa despreocupada de Kagome fue toda la respuesta que Inuyasha necesitó.

Mi Libertad RobadaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora