V E I N T I C U A T R O

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La madre de Kagome siempre había sido una mujer ambiciosa. En sus hijas prefirió la que sabía que podría darle una buena vida gracias a que era una de las más hermosas del pueblo. Se dedicó a enseñarle el arte de la seducción, a adiestrarla para que tenga conocimiento de cómo enloquecer a un hombre y por si fuese poco, la enseñó a jugar con los hombres dándole más que besos. Su hija se había convertido en toda una mujer deseable.

Entonces ella no entendía como era que ese hombre prefería a una mujer tan poco voluptuosa como lo era Kagome. Kikyo tenía mejores cuevas, sus senos eran más grandes, su trasero más grande, tenía un rostro mucho mejor que el de Kagome y llevaba consigo una experiencia para enloquecer a cualquier hombre. Entonces no entendí qué demonios veía Inuyasha Taisho en esa simple mujer.

Miró a Kikyo que estaba en la cama con una mirada llena de odio en su rostro. La conocía perfectamente por lo que sabía que su mente estaba maquinando el cómo iba a deshacerse de Kagome.

—Podemos envenenarla—comentó de pronto la mujer. Su hija levantó la vista con sorpresa, porque, aunque la idea le pasó por la cabeza no la dijo por respeto a su madre, Kagome, aunque ella no la soportara, era su hija.

—Estaba pensando en eso, debemos hacernos amigas de la peste que cocina—comunicó con una sonrisa—hay que sacar a Kagome del camino a como dé lugar. Esa mujer no se quedará con el hombre que quiero—aseguró con una sonrisa.

—Iré a buscar a tu padre, necesito que consiga el veneno, él sabe moverse en este aspecto mejor que nosotras—Kikyo asintió. Su madre acomodó el vestido que llevaba y caminó para bajar las escaleras.

La mujer gritó fuerte al tiempo que con rapidez se agarró de los barrotes de las escaleras para no caer. Miró el piso que se encontraba resbaloso y jadeó con miedo, por poco caía por las escaleras y sabía que esa caída podría causar daños graves, incluso su muerte. Sintió el corazón latirle con fuerza y pronto todos fueron a saber qué pasaba. Kikyo apareció preocupada y miró a su madre con miedo.

—No pases, está resbaloso, caerás—aseguró la mujer aferrándose a los barrotes.

—Espera, buscaré ayuda—la mujer se sentó con cuidado en las escaleras sin soltar sus manos. Mordió sus labios y al pie de la escalera vio a Kagome sonreírle con burla y algo más... malicioso.

La vio alejarse sin importarle en lo más mínimo qué podría pasarle.

Más tarde fue el señor Higurashi quien la ayudó y una de las chicas que trabajaban limpió bien diciendo que fue un error de su parte, la mujer aun recordaba la mirada que le dedicó su hija.

Estoy pensando demasiado, ella no atentaría contra mi vida, siempre fue débil y una cobarde, lo sigue siendo. Nadie cambiaria tanto y mucho menos Kagome.

Kagome buscó a su esposo y lo encontró sentado en el jardín que a ella le daba fuerzas.

—Fallaste—comentó Kagome rodando los ojos mientras lo miraba.

—Solo fue el inicio, si atacamos sería muy aburrido, ¿no crees?—preguntó con una sonrisa perversa en el rostro.

—¿Qué propones?—preguntó Kagome acercándose a él.

—El juego apenas inicia. Iremos por parte, cada uno tendrá la oportunidad de jugar su turno—él tomó la cintura de ella dejándola frente a él. Kagome bajó la mirada—mi turno acaba de pasar, toca el tuyo. Debe ser leve, porque entonces no me entretendría—ella cayó de rodillas para estar a la altura del hombre impetuoso que se encontraba. Sus ojos chocolates miraron a esos dorados y sonrió.

—Quiero hacerlos enloquecer, así que piensa en un buen final—Inuyasha se inclinó lamiendo los labios de la mujer.

—Lo haré, lo mejor para ti, ¿no?—preguntó divertido acariciando el cuello de la mujer con sensualidad y luego acariciando su escote discreto.

—¿Por quién crees que iré?---preguntó lamiendo sus labios disfrutando de las caricias.

—Por el bueno para nada de tu padre—sonrió—lo detestas, aunque veo que detestas a todos en tu familia—Kagome rodó los ojos.

—Eso a ti no te importa—respondió de mala gana.

—Deberías cuidar tu lengua, creo que te has tomado muchas atribuciones conmigo—murmuró Inuyasha sujetando su mentón con fuerza. Vio que las facciones de Kagome se relajaban, le dio una mirada divertida.

—Puedo cuidar mi lengua, tú mismo has sido testigo de lo que es capaz de hacer—él alejo su mano como si el cuerpo de la joven fuese una caldera en llamas. La piel se le erizó al recordarla, de rodillas, esa noche y el control, ese que perdió por esos labios, esa lengua y lo que hizo en su cuerpo.

—Justo ahora estamos en el mismo equipo de juegos, no busques que cambie de jugador y tú solo seas parte del tablero—comentó con mirada fría. Kagome sonrió mirándolo tan burlonamente que lo fastidió. Inclinó su cuerpo haciendo que él mire los senos de la chica. Lo vio tragar en seco mientras ella relamía sus labios.

—¿Seguro que quieres otro jugador? Ninguno de los posibles jugadores parece más interesante que yo—murmuró Kagome con voz baja, suave, seduciéndolo lento, atrapándolo en una red sin que él se dé cuenta.

—No creas que esto te funcionará—ella levantó una mano y acarició su pecho.

—¿De verdad lo crees?—preguntó más suave—porque veo exactamente lo que quiero—se acercó y lamió los labios de él como minutos atrás Inuyasha hizo.

A plena luz del día ambos se miraban desafiantes, a ninguno le importaba que los encontrasen en esas muestras de deseo porque a los dos les daba igual que el puto mundo acabara cuando ambos se desafiaban con el deseo flotando entre los dos. Ese deseo que los unía a ambos, porque, así como Inuyasha la deseaba, Kagome lo deseaba a él. Uno creaba sentimientos por ella y ella no sabía si era deseo, odio, placer o simplemente ira lo que creaba hacia él.

—Pareces una serpiente a mi alrededor—comentó tomando su nuca y acercándolo a él—pero ten en claro que no me dejaré envolver por ti, no lo haré—comentó y desvió sus labios al cuello de la mujer lamiendo.

—¿Me retas?—preguntó Kagome disfrutando de lo que él hacía.

—Tómalo como quieras—Inuyasha la miró—ahora vamos a un lugar donde pueda tenerte, a no ser que quieras que te tome justo aquí—ella sonrió.

—Hoy no me apeteces—respondió levantándose con rapidez y alejándose—piensa en nuestro juego—Kagome recordó cuando lo encontró con Kikyo—cariño—lo llamó del mismo modo.

Mi Libertad RobadaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora