T R E C E

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Kagome despertó por el cansancio que sentía en los brazos. Al abrir sus ojos jadeo asustada, otra vez estaba en el enorme calabozo encerrada. Sus manos colgadas hacia arriba unidas por cadenas, sus piernas tocaban el suelo, pero al parecer tenía tiempo en esa posición, porque sus muñecas le gritaban un momento de descanso.

Miró a todos lados, pero su peor temor se estaba realizando. Hoyo se encontraba atado a una silla golpeado, quiso gritar, pero su cuerpo tembló al sentirlo. De reojo lo vio, parecía un demonio en su máximo esplendor.

Estaba mirándola como un depredador a punto de matar, porque esa mirada demostraba que ya había cazado y que ahora solamente debía matar.

Kagome trató de que no vea su miedo reflejado, pero cuando aquel hombre se acercó a ella su piel se tornó pálida, inconscientemente bajó la cabeza de la manera más sumisa que podía poseer. Hoyo vio la manera de actuar de Kagome sin dar crédito. Él sabía y conocía el alma rebelde de la chica de linda sonrisa, pero él también sintió un temblor en su cuerpo cuando esos ojos de cazadores se posaron en su dulce chica.

—Al parecer te gusta esto—murmuró Inuyasha tomando un mechón de su pelo y oliéndolo. El asco recorrió el cuerpo de Kagome al mismo tiempo que ese calor incontrolable se iba posando en todo su cuerpo—te gusta que te castigue ¿cierto?—el tono burlón de Inuyasha la ofendió y la hizo retorcerse para que tu toque no llegue a ella.

—No me toques—el reto en la mirada chocolate de Kagome emocionó a aquel monstruo.

—Me encanta tu mirada—sus labios recorrieron el cuello de la chica—rebelde—Hoyo se trató de mover, pero su cuerpo no respondía a lo que quería.

—No la toques—Kagome miró horrorizada a Hoyo. Inuyasha se apartó de ella para mirar con burla a ese chico cual único pecado cometido fue amar a una mujer que estaba destinada a ser cazada por una bestia sedienta de ella.

—¿Que harás si la toco?—Kagome sintió como el calor azotaba su cuerpo, otra vez sentía lo que ese ser sentía. Necesidad por él.

—No te atrevas—Inuyasha sonrió encantado por el reto y tomó el mentón de Kagome para inmovilizar su rostro.

Los pezones de Kagome se irguieron y su intimidad se humedecía, necesitada por Inuyasha.

—Mira lo que haré—hizo que Kagome sintiera una necesidad dolorosa de ser llenada por él.

—Por favor—su tono suave extasió al hombre que la miraba con las llamas del infierno plasmadas en esos ojos dorados.

Inuyasha la beso recorriendo sus labios a voluntad. Un beso como ella nunca tuvo con Hoyo, un beso que igual que las veces anteriores la hizo olvidar de todo para centrarse solamente en Inuyasha.

Inuyasha tenía a su presa justo donde quería; accesible a él. Vio al inútil humano quién peleaba en vano para soltarse en ir hacia la chica como un príncipe azul a salvarla. Una sonrisa se alojó en sus labios.

Ella no tiene salvación.

Su excitación creció y vio como el cuerpo de Kagome reaccionaba a eso. Los pezones se la chica se irguieron buscado atención mientras cada vello de su cuerpo se erizaba.

Como ocurría desde que Inuyasha la hizo por primera vez su mujer, Kagome dejó de pensar. Tragó en seco sintiendo sus labios de pronto secos, su mente nublada y el deseo flotando por todo su cuerpo.

Inuyasha acarició su cuerpo haciendo que Kagome se mueva para sentir el toque con fuerza en ella. Ya no recordó que aquel chico que amaba miraba todo en silencio puesto que no podía hablar ni moverse por más que se removiera en su silla. Gracia a que sus labios habían sido sellados por ese demonio.

Inuyasha besó el cuello de la chica mientras sus manos bajaron a los pechos desnudos de la misma. Kagome sintió su cuerpo en fuego, el ardor, todo se concentraba de una manera suplicante.

—Inuyasha...

El gemido por parte de Kagome inundó el lugar. Hoyo negó con lágrimas en los ojos. Kagome echó la cabeza hacia atrás presa del placer que invadía su cuerpo. Inuyasha se desnudó.

>> Señor—jadeó la azabache al sentirlo. Las cadenas eran un impedimento para tocarlo como quería. Maldijo eso, vio ese cuerpo desnudo frente a ella y solo deseaba que la tomase como solo él era capaz de hacer.

Inuyasha se ubicó en la entrada de la chica y con un jadeo ese húmedo y caliente lugar lo recibió. Kagome apresó su cintura con sus piernas y jadeó enloquecida con la fricción que sentía causada por ese miembro que salía y entraba en su interior.

Inuyasha la sujetó fuerte a su cuerpo para entrar y salir como un demente enloquecido, pero, ese cálido lugar que lo acogía lo hacía perder el sentido, esa esencia de la cual se hacía dueño lo enardecía. Tomó los labios de Kagome como suyos siendo consciente de que las cadenas en las manos de la chica dejarían moretones, pero no solo las cadenas. Kagome tendría las marcas de sus manos que se aferraban con fuerza en el trasero de la chica para poder entrar y salir de su cuerpo con esa fuerza bruta que hacia chillar a la joven.

>> Por favor... más—Hoyo quiso cubrir sus oídos y no escuchar la manera en la que cada momento junto a Kagome se desplomaba. Esa mujer que jadeaba no era ella, se negaba a imaginar que su dulce Kagome se entregaba sin reservas a ese animal de hombre, se negaba rotundamente a imaginarla a ella, a su dulce y tierna Kagome de esa manera. Con esa cara erótica, con esa mirada oscura.

—Eres deliciosa—susurró Inuyasha en su oído haciéndola apretarse a su miembro y logrando que Inuyasha cierre los ojos ante aquel placer único que esa joven le otorgaba—quiero verte destruida—susurró con esa voz sensual que logró acercar el orgasmo asolador de Kagome.

—Destrúyeme—al decir eso Inuyasha le dio una ultimas embestidas logrando que con su nombre entonado en un gemido se corra para luego absorber en su interior lo que Inuyasha dejaba en ella.

Cuando la mente de Kagome se aclaró, el miedo la envolvió. Miró con tristeza al hombre que lloraba mirando otro lugar que no sea ella, en ese momento Kagome también lloro y se asqueó, pero lo que pasó luego la destruyó realmente.

Mi Libertad RobadaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora