T R E I N T A Y D O S

706 104 36
                                    

Sesshomaru observaba todo con curiosidad. Desde que había llegado Rin a su vida no había vuelto al palacio de Inuyasha. Estaba más concentrado en la esencia de Rin como para pensar siquiera en Inuyasha.

Inuyasha, el mismo idiota que al parecer iba a cometer el mismo error que había cometido antes. No entendía como caía por humanos, ellos eran patéticos. Muy frágiles y fáciles de manipular.

Pero aun así dependes de ellos

Alejo de inmediato esos pensamientos.

Caminó por los pasillos sin dejar de observar todo atento. Kagome Higurashi. Sabía qué había visto Inuyasha en ella, aparte de que su esencia era fuerte, algo en su mirada lo hacía sentir inquieto. No recordaba la última vez que eso había pasado.

Supongo que es un peligro, debo erradicarlo por completo

La risa femenina y divertida de Kagome se escuchó por el pasillo. Sesshomaru levantó la mirada al verla caminar para ir cerca de él. Llevaba un vestido verde que como era costumbre para los representes, apretaba sus pechos haciéndolos ver provocativos. Su cabello en una coleta de lado de donde caían ondas suaves. El abanico de mano junto a esa sonrisa peligrosa en sus labios la hacían ver provocativa, pero en Sesshomaru no causó nada porque estaba curioso sobre por qué Inuyasha estaba enloquecido con ella.

—Señor Sesshomaru Taisho—su voz era suave y la sonrisa en sus labios no la dejó nunca.

Otro asqueroso demonio

Kagome abrió el abanico de mano y ocultó la sonrisa maliciosa detrás de aquel artefacto.

—Kagome Higurashi—ella bajó el abanico y le sonrió. Suspiró despacio y comenzó a caminar rodeándolo lentamente. Veía en su cuerpo que estaba en alerta absoluta y eso le gustó.

—No te agrado—señaló con simpleza deteniéndose detrás de él.

—No—la risa divertida estaba irritando a Sesshomaru, por lo general nada lo hacía perder el control.

—Viniste a matarme—Kagome miró como su cuerpo se tensó—debes tener cuidado Sesshomaru, estas en mi territorio. Porque ahora este Palacio es mío—aseguró con simpleza.

—No tienes nada—ella sonrió—solo eres una patética mujer intentado lograr algo, no tienes absolutamente nada—contestó.

—¿Sabes donde tengo a tu hermano?—preguntó lamiendo sus labios al darle el frente—lo tengo justo en la palma de mi mano—Sesshomaru miró con asco viendo como ella señalaba su palma acariciándola con el abanico de mano.

—Debes tener cuidado, porque pienso destruirte—aseguró cansado de esa mujer, se daba cuenta que comenzaba a bailar al son de su canción y eso lo irritaba.

—Escucha bien, Sesshomaru—la dulce Kagome desapareció dándole paso a la retorcida mujer llena de rencor—la única persona que debe cuidarse bien eres tú. Sé que eres un jodido demonio como Inuyasha, sé cuáles son sus alcances, pero en el momento en que te cruces dos veces más en mi caminó te voy a destruir. No sabes a quién intentas intimidar, pero no te tengo miedo.

>> Mejor cuídate bien, Inuyasha está en mis manos, puedo manipularlo como mejor me plazca y en el momento en que quiera desaparecerte del mapa solo tengo que decirlo. Inuyasha hará todo lo que yo quiera porque es nuestro juego, el de nadie más—le sonrió con burla—solo eres una de las piezas en mi juego, cuando me harte de ti haré que desaparezcas. No tientes tu suerte.

>> Pensaste que encontrarías a una simple humana débil, pero mi debilidad es mi fortaleza también. Cuando piensas que puedes tener un paso adelante de mí, demuestro que no tienes nada. No provoques algo con lo que luego no puedas lidiar—con esas palabras se alejó moviendo sus caderas con sensualidad.

Inuyasha estaba en su despacho y sonrió. En el pasado había amado una humana, a excepción de Kagome en ella encontró una dulzura que lo sedujo. Una pureza que lo engañó y al final la mató. Porque su muerte era su vida.

La puerta se abrió y sonrió sin levantar la mirada, le gustaba ver como Kagome parecía danzar con sensualidad con cada paso que daba. Ella lo rodeó antes de acariciar su cuello tensándolo de inmediato.

—¿Qué pasa?—preguntó Inuyasha esperando por la respuesta de Kagome.

—Me aburro, sabes que me pongo de mal humor cuando eso pasa—él sujetó su muñeca antes de levantarse y girar a mirarla. ¿Por qué lo volvía loco esa mirada?

Lo que Kagome llamaba diversión era el sufrimiento de alguien más y eso lo enloquecía. Inuyasha besó la muñeca de Kagome y luego la lamió un poco haciendo que el cuerpo de Kagome se eleve de temperatura.

—Supongo que ya sabes qué quiere Sesshomaru de ti—habló Inuyasha buscando su cuello despacio. Cerró los ojos disfrutando el contacto de su piel.

—Mi muerte—susurró ladeando la cabeza para darle acceso a ella.

—Sí, él quiere que desaparezcas, supone que eres una enorme distracción para mí—ella se alejó para mirarlo.

—¿Y eso quieres?—preguntó lamiendo sus labios, sabiendo que él se enfocaría en ellos—¿quieres mi muerte?—Inuyasha se acercó para morder su lengua cuando ella la sacó a lamer sus labios.

—Solo yo tengo el derecho de matarte, Sesshomaru no hará nada—la mirada juguetona de Inuyasha cayó al mirarla—si lo intenta lo mataré—Kagome sonrió con gracia.

—¿Qué piensas hacer si él intenta algo?—preguntó con voz extremadamente suave causando que Inuyasha la observe atentamente. Él sabía que Kagome buscaba llevarlo al punto donde él decida que mataría a Sesshomaru, la iba conociendo muy bien como para ser lejano a ese pensamiento. Pero no permitiría que Sesshomaru le toque un solo pelo, de solo pensarlo el sentimiento de posesividad hacía estragos en él.

Sesshomaru ya tuvo a su mujer, seguramente ya la había matado, lo que él debió hacer con Kagome hace tiempo. Sinceramente él planeaba hacer eso, sin embargo, el juego que la azabache tenia lo mantenía entretenido y por eso sus días sobre la tierra se habían alargado. Nunca imaginó que detrás de la mártir que pasaba todo el día llorando en silencio estaría esa mujer llena de odio y maldad.

Su mejor creación.

Así Inuyasha la veía. No le importaba que ella arrase con todo lo que estuviera a su paso porque él mismo le daba el poder para hacerlo, Kagome tendría todo lo que quisiera.

—Si Sesshomaru se atreve a tocarte, yo mismo me encargaré de que vuelva al infierno—Kagome sonrió ante esa respuesta.

Porque sabía que Inuyasha no jugaba, esa era la parte que más la emocionaba.

Mi Libertad RobadaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora