D I E C I S I E T E

925 100 18
                                    

Kagome se removió en la enorme cama sintiendo como su sangre ardía dentro de su cuerpo. El sudor le recorría el cuerpo y sus extremidades dolían. Jadeó abriendo los ojos. Se sentía húmeda... y no solo por el sudor en su cuerpo. Maldijo bajo viendo como los pezones se le marcaban por la tela de su bata. Su cabeza no era nada clara, no podía pensar con claridad. Su mente solo tenía la imagen de Inuyasha poseyéndola como un demente, y esa imagen hacia que su vientre se contrajera de manera deliciosa.

Sacudió su cabeza en un vano intento de apartarlas, sin embargo, todas las veces que él la hizo su mujer se repetían una y otra vez. La piel de Kagome se sentía sensible, no iba a sucumbir a él, no podía hacerlo.

Cerró los ojos dejándose caer en la cama a la vez que pasó de manera perezosa y avergonzada su mano sobre sus pechos. Gimió bajo al solo contacto. Kagome se incorporó desnudando su cuerpo con rapidez. Tomó entre sus dedos sus pezones dándoles suaves caricias, se dejó caer en la cama dejando su imaginación volar. Lo vio a él. A Inuyasha tocando sus pechos.

Kagome los tocaba como él solía hacerlo, los pellizcó haciendo que las puntas de ambos se irguieran. Su mano bajó hasta perderse en los vellos púbicos y encontrar el punto donde más le dolía. Kagome rozó su clítoris, no quería ceder a ese deseo, pero en ese momento era más fuerte que ella. Movió sus dedos sintiéndose empapada de sus fluidos.

Gimió y abrió los ojos. Lo vio a él, Inuyasha observaba como ella misma era capaz de satisfacerse. Introdujo un dedo en su interior sin dejar de verlo. Gimió con fuerza adentrando otro. Vio como aquel colosal hombre se desnudaba y movía su mano luego sobre la impresionante erección que tenía.

La quiero en mi boca

Kagome no pensaba y aun con todo su cuerpo doliéndole por la necesidad ella se levantó bajo los ojos oscurecidos de deseo que la miraban curiosos. Con una sonrisa se dejó caer sobre sus rodillas frente a Inuyasha que jadeó ante la visión.

—¿Qué piensas hacer?—le preguntó al mirarla, llevaba una malicia en la mirada que lo prendía mucho.

Kagome no respondió, simplemente tomó su miembro en sus manos masturbándolo sin quitarle los ojos a Inuyasha. Con una sensual sonrisa Kagome besó la punta del miembro de Inuyasha y este jadeó. Kagome lamió su miembro antes de introducirlo en su boca, enloqueciendo de esa manera a Inuyasha.

Era la primera vez que él recibía sexo oral.

Kagome degustó de él como su instinto le dictaba. Él le había hecho cosas maravillosas con la boca en su intimidad, era hora de ella probar y le gustaba lo que estaba viendo. Lo estaba viendo perder el control por primera vez. Vio que ella llevaba el rumbo de lo que pasaba en la habitación y sintió un poder único. Algo que Inuyasha no tenia, ella causaba algo que ni el mismo podía controlar.

Siguió empujando el miembro de Inuyasha hacia su boca y lo chupó. El líquido algo salado quedó impregnado de su boca y a ella no le quedó más remedio que beberlo. Se levantó viendo el desconcierto en la mirada de Inuyasha.

Parecía como si tuviese miedo.

Antes de que él pueda reaccionar ella lo sentó sobre su cama y lo acarició. Llevando el control de todo.

Vio que luego de unos segundos su miembro volvía a elevarse.

Es un maldito demonio después de todo.

Kagome subió sobre él y se dejó caer. Inuyasha jadeó al sentirla tan empapada y como lo absorbía. Ella lo miró directamente a los ojos gimiendo, pero jamás apartando la mirada. Llevó las manos de Inuyasha a sus pechos y ella fue quien marcó el ritmo de aquel clandestino encuentro. Ella era quien estaba proporcionarles ese placer a ambos.

Kagome movía sus caderas de arriba hacia abajo, hacia movimientos ondulatorios y cuando no pudo más con todo lo que sentía, echó la cabeza hacia atrás corriéndose como nunca. Su grito explotó a su alrededor e Inuyasha gruñó tan alto que seguramente todos en el palacio lo habían escuchado.

Respirando con dificultad ella dejó caer su cabeza en el hombro de ese ser que tanto odiaba, pero ahora desnuda, ahorcadas de él y saciada, no le importaban mucho.

Inuyasha fue el primero en reaccionar y la hizo girar hacia la cama saliendo de ella. La veía como si el monstruo fuese ella y no él.

—¿Qué diablos me hiciste?—Kagome lo miró confundida.

—No comprendo a que te refieres—respondió ella confundida mientras enredaba las sabanas en su desnudez.

—¡Si sabes!—su grito la sobresaltó—¡no me veas la cara de idiota porque no lo soy!—ella frunció el ceño.

—¿De qué hablas?—preguntó. Inuyasha sujetó el mentón de Kagome con fuerza.

—Ten cuidado, no juegues conmigo—y aun desnudo caminó por los oscuros pasillos del palacio hasta su habitación.

Esa mujer hizo que por primera vez... perdiera la razón.

Mi Libertad RobadaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora