C U A R E N T A Y C U A T R O

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Kagome el día que vio a Hoyo morir se cerró por completo. Porque el dolor de su muerte había sido tan fuerte que aun llorándolo toda la vida no encontraría paz para sanar su partida. Convivir y entregarse a su verdugo fue robando poco a poco su razón. Porque aun cuando se entregaba por deseo, en su interior todo dolía, ella odiaba a Inuyasha, desde el inicio lo odió.

Pero cuando en sueños esa hermosa mujer apareció y le contó todo lo que era Inuyasha y lo que hizo, sintió la esperanza de deshacerse de él, pero sabía que seguían unidos, eso nadie más que él podría frenarlo.

Cuando esa mujer tomó su mano y la llevó a un espejo le dijo:

Mira lo que te ha hecho

Kagome quitó las prendas de su cuerpo viendo el reflejo en él. Su cuerpo era un saco de huesos, ella estaba muriendo. Vio con horror como la piel se pegaba a su cuerpo inundado de moratones, el cabello opaco y sucio, los ojos hundidos mientras que unas ojeras horribles verdosas lo adornaban por completo.

—¿Qué es esto?—preguntó Kagome mirándose aun al espejo con la mirada fija en lo que mostraba de su cuerpo.

Esa eres tú en realidad, el cuerpo sano y lleno de vida es la ilusión en la que vive Inuyasha hasta matar a sus víctimas. Todos los que te rodean te verán tan hermosa como siempre, pero cuando mueres es así como te ves. Porque cada vez que te entregas a él roba tu vida, se la lleva de a poco y este es el resultado de todo lo que ha hecho hasta ahora. Haz durado más por todo lo que has hecho, pero tu tiempo estipulado fue morir hace cinco meses atrás, no deberías seguir con vida—fue la respuesta que la mujer le dio.

—Tu amor no significa nada para mí—sonriendo levantó la mirada Kagome. Como una loca desquiciada que había perdido la poca razón que le quedaba.

—No harás nada porque sabes que tú también vas a morir cariño, te quieres demasiado a ti misma como para morir, somos iguales—ella se levantó luego de su escena de llanto y asintió.

—Tienes toda la razón, no soy esa clase de mujer, me gusta demasiado vivir—hizo una mueca—y como nos conocemos bien sé que tú tampoco me ibas a dejar con vida—él sonrió viendo que hablaba con la misma desquiciada que tanto le gustaba, no la mojigata enamorada de un muerto.

>> Cuando descubrí tu punto débil pensé en muchos escenarios muy dramáticos para nuestra despedida, en realidad no eran nada dramáticos, eran sádicos porque quería sacar tus órganos y comenzar a apuñalarlos uno por uno sin detenerme en días hasta verlos hecho trizas. Pero sé que en momento que te lastime yo también saldré lastimada, eres cruel Inuyasha—hizo nuevamente un puchero que a él le encanto—y eres idiota hablando de amor cuando yo solo quería arrancarte el corazón—rodó los ojos como si Inuyasha realmente fuese una molestia.

—Si sabes eso desátame, que te follaré hasta que mueras, pero de placer—Kagome lamió sus labios viéndose más provocativa que nunca.

—¿Desatarte?—preguntó y negó con suavidad—ni lo sueñes porque lo único que voy a desatar hoy será tu infierno Inuyasha—aseguró riéndose de manera divertida.

—Kagome, eres mi obsesión total—Kagome lo miró fijamente. Esos ojos dorados brillaban con tanta fuerza que era imposible no mirarlos. Inuyasha era realmente hermoso porque más que parecer un demonio, su belleza era como la de un ángel prohibido, una jodida ironía total.

—Eres tan romántico, ¿una confesión de amor?—preguntó en medio de una enorme burla—soñé con este día, con matarte—murmuró lamiendo sus labios con total deleite.

—No lo harás—ella sonrió.

—Todos moriremos en este lugar Inuyasha—aseguró—todos porque debo erradicar todo el mal que hay en este lugar, los empleados son traicioneros, todas las personas que te rodearon deberán morir—susurró con fuerza.

—Tú me rodeas, ¿piensas morir también?—preguntó con una sonrisa.

—Sí, porque sé que cuando tienes el veneno en tu cuerpo lo único que es capaz de matarte es el fuego—Inuyasha palideció—todo arderá, nos veremos en el infierno cariño—Inuyasha trató de liberarse y ella caminó con lágrimas en los ojos recordando a Hoyo.

Cuando Inuyasha vio las intenciones de Kagome hizo que la marca ardiera en ella. El grito desgarrador de dolor persiguió el lugar. Sesshomaru que había escuchado todo desde su celda trató desesperadamente de soltarse al igual que Inuyasha, pero ambos estaban débiles por el veneno en su cuerpo. Kagome sujetó su cuello sintiendo el mismo dolor de ese día, del día en que el hombre que amaba murió. Recordar a Hoyo la hizo tener fuerzas. Miró al frente y la imagen de Midoriko se veía al frente. Ella levanto una mano en su dirección.

Me tienes a mí, usa mi fuerza

Escuchó su voz entre lágrimas se levantó, aun sintiendo el dolor en todo momento, pero eso no la detuvo.

—¡Kagome!—escuchó sus gritos, pero siguió caminando sin detener su paso—¡Kagome!—ella siguió y cuando salió dejó caer la antorcha en fuego al suelo inmediatamente la línea de fuego se fue esparciendo. Corrió al bosque sabiendo que igual moriría, pero al menos quería morir en un lugar que le recordara a ese hombre que amó.

—Te amé, con cada suspiro, con cada caricia, amé cada abrazo y tierno beso—susurró mientras caminaba en el bosque. Cayó cuando sintió como sus piernas ardían y gimió de dolor.

>> Te amaré donde sea que vaya, lamento haberme convertido en esto, porque aun amándote sé que nunca estaremos juntos aun después de mi muerte. Ángeles como tú nunca irían al mismo infierno que yo—los gritos dejaron sus labios al sentir su cuerpo ser consumido por las llamas. Dejó la hoja en el suelo mientras se retorcía de dolor. Vio como el fuego apareció en su cuerpo consumiendo su vida.

Inuyasha en su mente estaba maldiciendo mientras veía como el fuego iba quemando su cuerpo. Tanto sus gritos como los de Sesshomaru se escuchaban entre todo ese humo que había. Una lagrima descendió de sus ojos bajando por su mejilla. porque si iba a morir esperaba hacerlo junto a ella.

Dejarte vivir nunca fue una opción Kagome.

Kagome vio como el fuego la arropaba por completo, el ardor era incontrolable. Lloró, pero esta vez de felicidad porque al fin todo iba a acabar.

Porque aun en medio de jadeos y dolor, ella solo podía decir:

Te amo Hoyo, amarte fue lo que me dio razón de vivir.

Mi Libertad RobadaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora