D I E C I O C H O

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Kagome hizo una mueca al sentir como el vestido era cada vez más ajustado a su cintura. Las mujeres que solo entraban para vestirla nunca le hablaban, pero, no sabía si era porque poco a poco gracias a su situación sentía más malicia en ella, una de las chicas siempre la observaba con odio. De eso era consciente hasta ahora, pero al darle vueltas llegó a la conclusión de que no era la primera vez.

Cuando la dejaron bien vestida ella miró su reflejo una última vez. Con pasos suaves dejó atrás a las mujeres y caminó en busca de Inuyasha. Tenía una semana que no le daba la cara. Desde esa vez en donde lo hicieron y salió huyendo mientras la acusaba.

Kagome sonrió, ella lo había dominado.

Ese era el por qué reaccionaba así. Kagome pasó noches pensando en eso, hasta llegar a esa conclusión. Posiblemente ese bastardo nunca había dejado que una mujer llevara el control de su cuerpo, de su placer, nunca. Y al ella dominarlo de aquella manera, fue como si de pronto el demonio fuese ella y no él.

Kagome pasó un dedo por sus labios. Se sintió poderosa al verlo derretirse bajo las atenciones que con la boca pudo darle. Ya sabía que Inuyasha Taisho tenía un punto débil y lo iba a usar en su contra.

Entró a la enorme biblioteca donde lo encontró sentado. Al Inuyasha levantar la mirada tragó en seco.

La dueña de su martirio había llegado.

—Vaya, señor, parece como que no ha tenido días buenos—comentó Kagome desplazándose con sensualidad por el lugar. Inuyasha tragó en seco—te ves cansado—comentó acercándose y sentándose a su lado.

El corcel ajustaba tanto que le realzaba los pechos. Kagome se acomodó de tal manera que sus atributos delanteros se vean más provocativos. Los ojos de Inuyasha se pasearon por ellos un momento, luego apartó la vista.

—No te quería ver hoy, ¿Por qué estás aquí?—el puchero de burla de Kagome la hizo sonreír mentalmente.

—Estaba aburrida, tienes que entretenerme—murmuró pausadamente. Inuyasha la miró confundido.

¿Por qué sentía que de pronto ella era el cazador y él la presa?

—No, estoy ocupado, no estoy para tus juguitos estúpidos—la risa de ella hizo que todo el cuerpo de Inuyasha se estremeciera—puedes retirarte, cuando te necesite te busco—Kagome ignoró su petición y se acomodó en el asiento del lado mirándolo divertida.

—No, ya dije que estoy aburrida—Inuyasha enfocó por primera vez lo linda que ella era.

El cabello azabache recogido en un moño elegante, el vestido que se apretaba a su cuerpo con ese aire sensual, sus ojos chocolates sin brillo, pero los únicos que habían sido capaces de mirar un poco más allá. Esa noche. Esa noche donde ella lo miró fijamente e Inuyasha sintió que por primera vez el estar unido a una mujer pareciera algo tan profundo. Apartó la mirada de ella cuando sintió una repentina timidez.

¿Qué diablos me pasa? Este no soy yo

—Busca con que entretenerte y no me molestes—Kagome suspiró con fuerza solo para fastidiarlo.

—Bien—se levantó y caminó por el amplio lugar mirando los nombres de los viejos libros que se mantenían en buen estado. Sacó una novela de uno de los estantes y miró hacia Inuyasha que la miraba atento, atendía cualquier paso que ella daba.

Kagome se volvió a sentar e Inuyasha la observó dejando de lado los documentos que debía atender, por el contrario, se encontró detallando los labios carnosos de la joven, en la manera que sus parpados caían un poco para leer.

—No tenía conocimiento de que sabias leer—Kagome levantó la mirada hacia él.

—Leía siempre que tenía oportunidad, es uno de los tantos placeres que me han quitado—Inuyasha la miró con interés.

—¿Cuáles más?—preguntó interesando—aparte de los obvios—señaló. Kagome cerró el libro sin sentirse muy cómoda por el ritmo de la conversación. Ni siquiera debería hablar con ese demente, pero lo único que hizo fue morder sus labios antes de respirar profundo, tenía que hablar.

—Correr por el bosque—susurró—sentir esa libertad tan bonita, ver el atardecer desde lo más alto—cerró los ojos un momento recordando que eso siempre lo hizo acompañada de Hoyo, ese dulce chico de sonrisa floja que hacia su corazón acelerar

—Tus placeres son muy simples—la voz de Inuyasha la hizo volver a la realidad. Kagome sonrió.

—¿Seguro?—preguntó ella—me parece que los tuyos son entonces insignificantes—lo estaba desafiando y eso, aunque quisiera negarlo, poco a poco a Inuyasha le iba gustando más. Era la primera vez que pasaba algo así y se sentía muy bien con eso.

—Te diré algo Pulchritudo, es mejor que dejes de intentar provocarme, puedo ser peor que tu pesadilla—sujetó su mentón, pero Kagome no perdió la sonrisa.

—¿Pulchritudo?— preguntó sin comprender—además, ya eres mi peor pesadilla—un dedo de Inuyasha se paseó por sus labios y Kagome lo atrapó entre sus dedos chupándolo. Inuyasha la soltó como si de fuego en su cuerpo se tratara y se alejó.

—Tendremos visita pronto—murmuró el demonio caminando a la salida de la biblioteca.

—¿Quién nos visita?—la sonrisa en sus labios no le dictó nada bueno.

—Tu familia—Kagome sonrió.

—¿Piensas que con eso me vas a controlar?—quiso saber.

—Puede ser—y con esas palabras se perdió fuera de su vista.

—Eres todo un caso Inuyasha, pero yo lograré lo que quiero, lo haré—murmuró Kagome muy segura de sus palabras.

Mi Libertad RobadaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora