T R E I N T A Y C U A T R O

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La madre de Kagome decidió que era buen día para ella caminar. Sin noticias de su esposo se sentía algo inquieta, todo porque en su interior los ojos fríos de Kagome siempre llegaban a ella. Todo lo que debían hacer era desaparecerla o seguiría siendo una pieza muy irritable.

Cuando salió a unos de los pasillos la sorpresa la arropó por completo. Estaban las paredes horribles como si varios objetos con un peso enorme habían impactado por todo el lugar. Había restos de sangre en algunas partes y eso la hizo asustarse. Llamó a su hija a voces, pero la joven no aparecía por lo que corrió escaleras arribas hasta la habitación. Cuando la vio sentada ella suspiró de alivio.

—No podemos salir el día de hoy—Kikyo levantó la mirada confundida de los nervios de su madre.

—¿Pasa algo?—ella solo sonrió y negó.

—Necesitamos apoderarnos de todo cuanto antes o nos sacaran de aquí—murmuró convencida de que Kagome le estaba llenando la mente de cucarachas a su esposo para que ambas mujeres dejen el palacio.

—Estaba tratando de acercarme a Sesshomaru, pero Kagome arruina cualquier oportunidad de un acercamiento entre los hermanos y yo—gruñó molesta. Su madre le dio una mirada dura. Estaba segura de la razón por la cual fallaban era porque Kikyo hacia mal su trabajo.

No como ella que pudo acaparar a su padre como esposo desde joven. Siempre calculando todo, hasta un simple gemido que saliera de sus labios tenía que ser planificado. Así era esa mujer, planeaba todo para no dar un solo paso en falso y llevarle la delantera a todo el mundo.

No le gustaban las sorpresas, por lo que trataba de evitarlas lo más posible. Kagome Higurashi no debería ser la excepción. No sabía en qué momento la mocosa había sacado esa parte calculadora de ella, pero no le convenía nada que la utilizara porque es solo le daba dolores de cabeza.

—No pierdas la compostura, de aquí saldremos portando el apellido Taisho—su hija sonrió. Eran un buen equipo, una el cerebro y la otra la que lo llevaba a cabo. De esa manera muchos hombres le regalaron más que sonrisas a Kikyo.

Kikyo había pasado por la cama de hombres casados a los cuales ambas mujeres chantajeaban luego con divulgar la verdad por lo que pedían dinero a cambio de silencio. Esa es la razón por la que muchas veces joyas costosas llegaron a sus manos, pero ninguna se comparaba con las prendas caras de Kagome. Todo en ella gritaba que era caro y eso hacía que la envidia reinara en sus corazones.

—Cierto, madre—con una sonrisa cómplice comenzaron a analizar el siguiente paso que darían.

***

Inuyasha caminó haciendo que sus pasos suenen por todo el lugar, se escuchaba tenebroso. Cuando abrió la celda de unos de los calabozos el cuerpo ensangrentado, amarrado y lastimado lo hicieron hacer una mueca. Era como si cada vez que veía la cara de Sesshomaru una vez más la ira que horas atrás había descargado en él volvieran.

No recordaba hace cuantas décadas había sentido esa ira que controló su cuerpo en el momento que el cuerpo de Kagome cayó frío en sus brazos. Un cuerpo que no hacia absolutamente nada. En el momento en que su rostro fue palideciendo, que sus labios fueron poniéndose morados y la sangre en sus labios no dejaban de salir.

Una fina línea se formó en sus labios, estaba molesto. Molesto no, estaba realmente furioso que quería descargar su frustración despedazando todo el palacio.

—Hola, hermanito—la sonrisa de Sesshomaru solo hizo que su mal humor empeore. Lo miró fijamente en silencio. Su rostro magullado y con muchos hematomas lo hacían ver tétrico, pero para Inuyasha aún no era suficiente.

Nada es suficiente porque Kagome no está

—¿Qué fue eso?—preguntó con voz pacifica aunque estuviese muriendo por golpear a Sesshomaru hasta que deje de respirar.

—Debe ser frustrante querer matarme y no poder hacerlo—la mueca en el rostro de Inuyasha hizo que la sonrisa de Sesshomaru incremente.

—No juegues con mi maldita paciencia, Sesshomaru—lo señaló—porque estoy a instantes de matarte—la risa de Sesshomaru lo molestó aún más.

—Ese es el punto. Que, aunque sé que te mueres de ganas por exprimir mi corazón, no puedes hacerlo. Eso es lo jodido de nosotros, Inuyasha. Que debemos actuar como si realmente nos amáramos—Inuyasha dejó caer la espalda contra la pared para verlo bajo la luz del fuego.

—Maldita sangre—susurró.

—Si yo muero, tú y todos los que posean mi sangre lo harán. Ese es uno de los pequeños defectos que tiene nuestra raza. Créeme que desde que cometiste la estupidez de enamorarte de aquella humana he querido acabar contigo, pero si te mataba yo también iba a morir—Inuyasha rodó los ojos—no aprendes de los errores Inuyasha. Midoriko se hizo pasar por una buena mujer para buscar información sobre nuestra raza, nuestra debilidad y la consiguió. Es por eso que estuviste a punto de morir—la reprimenda de su hermano hizo que Inuyasha se enfadara más.

>> No puedo dejar cabos sueltos con esa mujer. Kagome Higurashi muestra mucha maldad para ser una simple humana. Ella no se quedará de brazos cruzados si sabe solo una pequeña pista de nuestro secreto—Inuyasha maldijo en voz baja.

—Eso es lo que pasa, le temes a Kagome, pero ella me ama—Sesshomaru hizo silencio. Porque ese pequeño detalle no lo había calculado. No pensó que alguien tan arrogante como esa mujer fuese a interponerse entre las ajugas envenenadas, y esas palabras. Muestra de amor. Sacrificarse por Inuyasha cuando debió darle lo mismo.

—¿Cómo sabes que realmente te ama?—preguntó aun sabiendo la respuesta.

—¿Crees que realmente alguien tan arrogante y que no piensa en nada más que el sufrimiento por los demás se interpondría?—preguntó dejando a su hermano en silencio—Kagome no es la clase de mujer que haría eso, todos quedamos sorprendidos porque ese era un excelente panorama para yo morir—respondió—¿Cuándo se supone que se pasará el efecto y ella despertará?—preguntó irritado.

—No lo sé—fue sincero Sesshomaru—se supone que la dosis en tu cuerpo dudaría dos días. En dos días tú despertarías y ella habría estado muerta por mis manos, pero se interpuso y no sé cuánto tarde el efecto en un cuerpo humano. Pueden tratarse de semanas, meses, años... o incluso toda la vida—el golpe fuerte contra la pared no sorprendió a Sesshomaru.

—¿Me estás diciendo que ella podría no despertar?—preguntó en voz baja amenazante.

—Exactamente eso, Inuyasha. Si la quieres devuelta tendrás que ingeniártelas, porque yo no tengo idea de cómo funciona mi veneno en humanos. Eso le pasa por entrometerse en lo que no debía—Inuyasha le sonrió.

—Eso pasó porque me ama realmente, debes estar ardido porque nunca nadie hizo el mínimo intento de quererte—con esas palabras se alejó. Él salvaría a su reina y ya tenía una idea del cómo iba a hacerlo.

Mi Libertad RobadaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora