7: Pastel de lava

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A Debra le gustaban las clases de cocina con Tim. Desde que empezó a asistir, iba convenciéndose a sí misma de que no era una completa inútil; trató de recrear los ravioles de ricota que hicieron en clase, incluso compró una de esas máquinas para aplanar la pasta en casa. Y, a pesar de que no tenía los sofisticados ingredientes de su profesor y que estuvo a punto de entrar en pánico cuando algunos de sus ravioles se abrieron en el agua, el resultado final fue bastante decente.

Y más importante, a Kate le encantó.

Sentía que tal vez por fin era el momento de dejar de lamentarse por su suerte y hacer algo con su vida. Así que compró unos DVDs de ejercicios, se abasteció de frutas y vegetales cuando fue al supermercado y se prometió así misma no volver a comer pizza congelada.

No sabía cuánto le duraría esta ola de motivación, pero quería aprovecharla lo más que pudiera. Y las clases de Tim Kobayashi en serio la ayudaban.

Ese viernes llegó puntualmente al departamento de su profesor en Miramar Street. Ya empezaba a apreciar la simpleza y minimalismo del edificio, aunque puede que se debiera más a su estado de ánimo.

Sin embargo, cuando llegó a la puerta del departamento 5-B, algo amenazó con esfumar su buen humor.

—Hola, Debra —la saludó Tim—. Adelante, pasa.

—Hola, profesor —bromeó ella—... Em, ¿dónde está Amanda? —preguntó, al ver el sofá que usualmente ocupaba la mujer vacío.

—Está bien. Tenía algunas cosas qué hacer, así que no podrá acompañarnos —explicó Tim.

Debra solo asintió. No es que le molestara la ausencia de Amanda, pero el hecho de estar a solas con Tim la ponía nerviosa. Aunque usualmente era un tipo amable, en todo lo que se refería a la cocina, era algo... intimidante.

—Bien, eh... puedes dejar tu bolso por aquí y vamos a la cocina. No hay tiempo que perder.

—Claro —masculló Debra—. ¿Y qué vamos a preparar hoy?

—Pues de hecho había pensado en que tú escogieras.

—¿Yo? —Oh, Dios. Ahora sí que estaba nerviosa.

—Sí, ¿qué te gustaría cocinar hoy? —quiso saber Tim.

La miraba fijamente. Con mucha seriedad. Tim se tomaba la cocina muy en serio, y tuvo el presentimiento de que si decía alguna tontería se reiría o la miraría con reprobación. Pero Debra no sabía nada de platillos finos como los que a Tim le gustaba preparar.

—Bueno, yo... me gustaría aprender a hacer... ¿Un pastel de lava de chocolate? —murmuró sin mucha convicción.

—Oh, muy bien... Cambiamos a repostería, me agrada —respondió Tim, para gran alivio de su alumna—. Los pasteles de lava parecen simples, pero tengo un truco para que queden perfectos. ¿Alguna razón en particular por la que quieres aprender a hacerlos?

—A mi hija le gustan —dijo ella, encogiéndose de hombros.

—Claro, es... Espera. ¿Tienes una hija? —inquirió él, incapaz de ocultar su sorpresa.

—Eh, sí... ¿No lo había mencionado?

—Creo que recordaría ese detalle —repuso su profesor.

—Lo siento, pensé que sí... —comenzó a disculparse ella.

—No, no. No te disculpes. Es que... como tenemos la misma edad me tomó por sorpresa, supuse que... bueno, no importa —balbuceó Tim.

La conversación iba de mal en peor, y Debra solo rogaba porque sus mejillas no dejaran en evidencia su incomodidad. No necesitaba otra forma de hacer la situación más densa.

Amor y Wasabi [TERMINADA]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora